Felipe Prosper Cardoso, , director del área de terapia celular de la clínica Universidad de Navarra
¿Regeneración a la carta?
La idea de regenerar un tejido con células madre está ya presente en la mitología griega. Cuando Prometeo transgrede las leyes de los dioses y roba el fuego, Júpiter lo condena a ser atado con una cadena mientras un águila devora su hígado, que se regeneraba durante la noche. Pero ha sido en los últimos veinte años cuando la posibilidad de utilizar células en el tratamiento de enfermedades se ha perfilado como uno de los mayores avances en medicina de la historia. Antes de discutir sobre terapia celular es importante definir qué es una célula madre: cuando hablamos de células madre nos referimos a células con dos características fundamentales: ser capaces de generar células hijas idénticas a ellas y con la misma capacidad de proliferar, y a su vez, ser capaces de generar células diferenciadas, es decir, distintas a la célula de la que proceden.
Frente a las células madre pluripotenciales, obtenidas de embriones o mediante reprogramación (como detalla el doctor Graf en La clave), sabemos desde hace algunas décadas que la mayor parte de los órganos poseen en mayor o menor medida una capacidad de regeneración asociada a la presencia de células madre específicas de cada tejido. La identificación de células madre en el cerebro o en el corazón, descritas recientemente, nos está permitiendo conocer los principios que regulan su capacidad de regenerar dichos tejidos. Aunque recientemente se han iniciado ensayos de terapia celular con células iPS o embrionarias, más del 99% de los ensayos clínicos se realizan con células madre adultas, por lo que restringiré mi discusión a este tipo de células.
Las aplicaciones de las células madre se dividen en diversos grupos. Primeramente, encontraríamos las enfermedades en las que la aplicación de la terapia celular es una realidad. El trasplante de médula ósea, en el que células madre hematopoyéticas se utilizan para regenerar la médula ósea, sería el ejemplo más consolidado y que se realiza desde hace más de 60 años, con más de 50.000 trasplantes anuales en EE.UU. Existen otras formas de terapia celular consolidadas, que no conllevan el glamur de la enfermedad de Parkinson o del infarto de miocardio, pero en las que el uso de células madre ha demostrado ser un tratamiento eficaz. Aunque la prevalencia no es elevada en la ceguera de origen corneal (insuficiencia limbo corneal), el trasplante de células madre limbo corneales tanto a partir del propio paciente como de un donante ha producido resultados clínicos importantes desde hace más de diez años. La técnica no está ampliamente diseminada al requerir medios complejos y equipos médicos experimentados, pero tiene su aplicación y eficacia. Podríamos decir lo mismo del uso de las láminas epidérmicas desarrolladas a partir del cultivo de fragmentos de piel y de amplia utilización en el tratamiento de grandes quemados o del uso de condrocitos autólogos para la reparación de lesiones cartilaginosas.
También tendríamos las enfermedades en las que la terapia celular constituiría un tratamiento con grandes expectativas pero sin haberse podido demostrar todavía su eficacia. Es el caso de las enfermedades cardiovasculares -infarto de miocardio, infarto cerebral o isquemia periférica-, donde basándonos en los resultados de estudios en animales se han iniciado ensayos clínicos para determinar si estos tratamientos son factibles, seguros y eficaces. En las enfermedades cardiacas se han utilizado células madre de fuentes diversas, comparando el tratamiento estándar con el trasplante de células madre con resultados prometedores y que justifican seguir con la investigación en pacientes para poder definir su papel en los tratamientos. El empleo de células madre capaces de generar células productoras de insulina o de restaurar los circuitos neuronales se perfila con gran potencial. Por último, el tratamiento de otras enfermedades como la demencia de Alzheimer o la esclerosis múltiple con células madre es un objetivo mucho más lejano, o incluso irreal, por la complejidad de la fisiopatología de estas, los múltiples tejidos afectados y la complejidad de los circuitos alterados.
Una de las cuestiones esenciales para progresar en este campo es entender el mecanismo por el que funcionan las células madre. Aunque pueden en algunos casos contribuir a regenerar tejidos sustituyendo células dañadas por otras nuevas, distintos trabajos demuestras que su capacidad curativa se debe a la liberación de sustancias que facilitan directamente o indirectamente los mecanismos endógenos de regeneración y reparación. Sólo hemos empezado a discriminar algunos de estos mecanismos pero en un futuro próximo contribuirán a desarrollar nuevas estrategias terapéuticas. Los desafíos que se nos plantean son inmensos pero también las expectativas para miles de pacientes. Pero es esencial mantener el rigor científico y huir de sensacionalismos para evitar generar falsas expectativas y el desaliento de los enfermos.