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Mercedes Montero, Profesora de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra

Rectoras de universidad y los horizontes lejanos

jue, 06 jun 2019 10:12:00 +0000 Publicado en El Economista

Elisa Pérez Vera, catedrática de Derecho internacional público y privado (1975), se convirtió en la primera rectora de una universidad española. Fue en la Uned, entre 1982 y 1987. Desde entonces apenas otras 15 mujeres han alcanzado ese puesto y actualmente tan solo contamos con ocho rectoras en universidades públicas y seis en privadas. 

Sin embargo, los cambios se aceleran y este año, por primera vez, se han presentado tres candidaturas encabezadas por mujeres a las elecciones al rectorado de una misma universidad, La Laguna. No hay que escandalizarse. O sí. Las universidades de Oxford y Cambridge, nacidas en el siglo XIII, nunca han tenido una rectora. Tan solo Oxford, en el año 2016, nombró a la primera vicerrectora. Ambas instituciones fueron las últimas en admitir en igualdad total a mujeres y hombres en sus campus: Cambridge, en 1947, y Oxford, en 1927. Y si damos un salto oceánico y nos trasladamos a la Universidad de Harvard, observaremos que la educación mixta comenzó a funcionar en aquel templo del saber en 1943. 

El acceso de la mujer al espacio público no ha sido quizá tan difícil en ninguna otra institución social como en la Universidad. En España, la primera matriculada en educación superior fue María Elena Maseras, que en 1872 comenzó a estudiar Medicina por libre en la Universidad de Barcelona. A partir de ese momento, y durante casi 40 años de errática trayectoria legal, entre prohibiciones ministeriales, cautelas, burocracias, papeleos y decisiones generalmente arbitrarias, un total de 77 mujeres consiguieron acceder a la Universidad. De ellas, 53 finalizaron brillantemente sus estudios y no fueron pocas las que realizaron la tesis doctoral. Solo en 1910 el gobierno permitió que las chicas pudieran matricularse libremente y sin trabas. Desde entonces el porcentaje fue subiendo muy poco a poco, hasta que en los años 80 se llegó a cifras semejantes entre varones y mujeres. 

Sin embargo, la carrera académica (cátedras, decanatos, rectorados) todavía se resiste a la mujer. En los años cuarenta, las que se presentaron para ocupar cátedras, que las hubo, fueron maltratadas por su condición femenina, como fue el caso de Pilar de la Cierva o Teresa Salazar. Debió transcurrir una década para que, en 1953, María Ángeles Galino lograra la cátedra de Pedagogía en la Universidad de Madrid. Y otra década más para que le siguieran en 1961 Asunción Linares Rodríguez y en 1963 Carmen Virgili Rondón. Y, a partir de ahí, con cuentagotas. En la actualidad, según datos del Ministerio de Economía (2015), existe un 21 por ciento de mujeres catedráticas, frente a un 76 por ciento de varones. Ahí está el embudo que impide acceder a los cargos de gobierno. 

Pero, ¿qué tiene el saber que se resiste tanto al género femenino? Quizá que otorga el mayor poder que existe, el único poder que resta cuando ya se ha abdicado de todos los demás. En 1922 un sociólogo (Ramón Ezquerra, en la revista Renovación Social) temía que la mujer sustituyera al varón en la orientación de la vida social, intelectual, política y cultural del país. Un siglo después estamos todavía lejos. Pero quizá siga siendo ese el quid de la cuestión.