04/12/2023
Publicado en
Diario de Navarra
Carmen Agustín Lacruz, Ciencias de la Documentación Universidad de Zaragoza y María Jesús García Camón, Profesora Emérita de la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Pamplona |
Diario de Navarra, en colaboración con la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro de la Universidad de Navarra, aborda, mensualmente, de la mano de especialistas de diversas universidades e instituciones, aspectos sobre la relación de la mujer con las artes y las letras en Navarra
De todas las mujeres creadoras, las fotógrafas son las más olvidadas. La consideración más tardía de la fotografía como arte, y el género femenino de las autoras ha contribuido a ello.
En un momento de revisión de la Historia del Arte para incluir en ella la aportación femenina arranca la investigación de las vidas y realizaciones de un grupo de mujeres, al menos veintidós, en nuestra comunidad, que trabajaron en fotografía, bien como creadoras de imágenes o como difusoras de las mismas, editoras de postales. Colaboradoras de sus maridos fotógrafos, ocultas tras su marca comercial, herederas del estudio como viudas cuando éste fallece, continuadoras del estudio paterno o cotitulares de uno fraterno. Incluso originando una saga de fotógrafos que arranca de ellas mismas y continua durante generaciones hasta la actualidad.
No es fácil rastrear a las mujeres fotógrafas: están ocultas tras los nombres del marido cuando son viudas, o englobadas en un “Hermanos…” que esconde a una hermana. O autodenominándose “Hijas de…” cuando en padre era un fotógrafo conocido, para beneficiarse de su prestigio.
Es necesario acudir a los padrones municipales y esperar a que aparezcan unas comillas bajo la profesión de fotógrafo del esposo o padre, o hermano, que indican que también ellas trabajaban en el estudio, realizando las tareas propias del mismo: fotografiar, retocar…
O acudir a los Padrones de las actividades industriales donde aparecen dadas de alta con “fotografía” como actividad. Y a los archivos, en cuya documentación notarial se encuentran préstamos o donaciones que ellas hicieron a sus hijos o maridos para que ellos pudiesen abrir un estudio fotográfico, o mantenerlo, si las circunstancias lo exigían (embargos, malas rachas…).
Y hay que saber que en ocasiones actuaban como transmisoras de la ocupación familiar del esposo fallecido al hijo aún menor. Para lo cual se preocupan de su formación como futuro fotógrafo, a veces realizándola ellas mismas. Por la mentalidad de la época cuando el hijo alcanza la mayoría de edad, ellas se retiran a un segundo plano, pero sin dejar de colaborar en el estudio fotográfico.
Conocemos a varias “viudas de…”, “hijas de…”, pero hasta ahora no conocíamos sus nombres, ni sus realizaciones.
Ellas: las mujeres relacionadas con la fotografía
El trabajo realizado por las que firmamos esta colaboración y titulado “Artífices de la luz: Mujeres y fotografía en Navarra en los siglos XIX y XX.”, presentado en las V Jornadas sobre investigación en Fotografía. Zaragoza, 25-27 de octubre, 2023, ha conseguido sacar a la luz sus nombres y sus trayectorias.
El siglo XIX:
El primer nombre que debemos rescatar al olvido es el de María Eliceche, (Masparraute, Francia, ca. 1779 - Pamplona, 1862), madre de Domingo Dublán, que pidió en 1861 un préstamo para que su hijo estableciese, junto con Leandro Desages, el primer estudio estable de Pamplona. Sabemos que Urbana de Errazti (Lazcano, 1827-Ororbia, 1904) segunda esposa de Domingo Dublán, financió con su dote la refundación del mismo estudio en 1864, así como lo salvó de intentos de embargo por deudas.
Carolina Soler (Madrid, 1857-Pamplona, 1918), esposa de Emilio Pliego, en 1878 hace un testamento previo al parto de su primera hija, Esmeralda, en el que por si moría le lega todos sus ahorros como huérfana de militar. Al no fallecer con toda probabilidad se los cede a su marido que en 1879 abre su primer estudio independiente, separándose de su socio Ducloux, en C/ San Nicolás nº 2.
Tanto Urbana como Carolina aparecen en los padrones como colaboradoras de sus esposos: Urbana en 1875-80 y Carolina en 1890. Lo mismo ocurre con Juana Juaristi, (San Juan de Luz, Francia, 1840, ¿?), esposa de Valentín Marín (Marín y Coyne), activa en 1874; con Julia Zalba, (Pamplona, 1861-1948), casada con José Roldán Bidaburu, activa en 1880, o con Emilia Velasco Gorriz (Pamplona, 1859-1890), casada con Fermín Segura y madre de Eugenio Segura, con actividad en 1890.
Siglo XX:
Desde comienzos del s. XX a los años treinta, y cuarenta, hay un conjunto de mujeres editoras de postales, viudas, que retoman el negocio que regentaban sus maridos, difundiendo la imagen fotográfica de los monumentos, calles y vistas de Navarra. A éstas las encontramos en Pamplona: Viuda de Rubio: Justa Arozarena (Arizcun, 1874-Pamplona 1943). Actividad: 1912-1924, y Viuda de Roldán: Avelina Lasheras (Pamplona, 1857-1951). Actividad: 1927-1936; en Burguete: Viuda de Errazu. Pascuala Echeverría (Burguete, 1850 -Burguete, 1933); Tafalla: Viuda de Juan Abaurrea. Ulpiana Laborda (Valtierra, 1859-1947, Tafalla) Actividad entre 1904 y 1925; Tudela: Viuda de Araiz: Ceferina Espoz. Actividad: 1940-1947 (postales y fotografía) y Elizondo: Viuda de Mena: Graciana Yrigoyen (Errazu, 1909 - Elizondo, 1973). Actividad como titular: 1941- 1955. (Postales y fotografía).
Sus postales eran la muestra del viaje realizado por quienes las adquirían y una llamada al viaje para quienes las recibían. Una incitación al primitivo turismo y un reconocimiento de las bellezas de las localidades reflejadas. Algunas fotografías fueron realizadas por las mismas editoras, como las de Elizondo, por Graciana Yrigoyen, viuda de Victorio Mena, pero otras eran encargadas a fotógrafos locales y ellas, las editoras, establecían un acuerdo con la imprenta, realizando una actividad comercial económicamente rentable, no creadora.
Fotógrafas titulares:
Algunas heredan el estudio fotográfico que deben transmitir a sus hijos. A comienzos del s. XX, Serapia Olaverri (Pamplona, 1860, Pamplona, 1935), Viuda de Ezequiel Endériz, comparte titularidad con su hijo Víctor en Tudela.
Pero el gran estudio fotográfico de Pamplona, por calidad y por continuidad con los maestros fotógrafos de finales del s. XIX y comienzos del XX, es el de Hijas de Pliego, con la singularidad de ser totalmente femenino, llevado por tres hermanas. Sus años de trabajo coinciden con los felices veinte y comienzo de los treinta. Y su vertiente periodística, aparte de la retratista de estudio, igual que ocurrirá años después con el de las Broquier de Tudela y con otros en fechas posteriores nos da una imagen de modernidad en su labor. Las hermanas Pliego: Esmeralda Pliego Soler (Pamplona, 1878-Lodosa, 1952), Blanca Pliego Soler (Pamplona, 1879-Lodosa, 1936) e Isolina Pliego Soler (Pamplona, 1892-Lodosa 1969) tuvieron actividad entre 1924 y 1934. Habían colaborado con su padre, Emilio Pliego, probablemente desde 1914, tras la muerte de Emilio, el hijo varón. Seguramente, debido a la enfermedad del padre, desde 1920 realizasen ellas el trabajo fotográfico, bajo su tutela, no figurando con nombre propio hasta el fallecimiento paterno a comienzos de 1924. Es muy posible que las fotografías de 1920 firmadas por un tal Víctor Pliego y enviadas al ABC, sean obra de Esmeralda Pliego, camuflada bajo un pseudónimo masculino.
Mantuvieron durante sus diez años de titularidad la más alta categoría entre los fotógrafos locales, siendo el único estudio femenino. Su actividad, además de retrato, incluyó imágenes para la prensa local y nacional (ABC, Estampa, Ahora…). El derribo del edificio que contenía su estudio en 1934 les obligó a cerrar, retirándose a la localidad de Lodosa, donde Isolina trabajó como maestra.
La Guerra Civil está relacionada con la actividad de otras fotógrafas: la aficionada carlista Dolores Baletzena (Ascárate, 1895-Pamplona, 1989), partiendo de Pamplona, recorre los frentes con su cámara y nos deja imágenes de soldados, hospitales y regiones devastadas. Su obra tiene un carácter testimonial y político y resalta el papel femenino en la contienda: hospitales…
Al mismo tiempo, en Alsasua, una mujer joven es represaliada por ser novia de un socialista. Pierde su trabajo como telefonista y viaja con su padre a Pamplona para formarse como fotógrafa con Benito Rupérez. Se trata de Julia Zornoza (Etxalar, 1911-Pamplona, 2007), que tendría carnet de “fotógrafo” desde 1942, y ejerció como tal en Alsasua durante 37 años. Y, siendo la excepción respecto a las demás: esposas, viudas o hijas de fotógrafos, ella es la que crea una saga, formando a su hermano, Isidro Zornoza (IZOR), y a su esposo, Manuel Montesinos. Como otras fotógrafas del momento, se queda en casa realizando retratos de estudio y retocando, mientras los hombres, marido y hermano, practican la ambulancia. Su marca “Foto Julita” aparece en el Diario de Navarra en los años sesenta.
La llegada a Tudela de Elena Broquier (Amorebieta, 1906 – Barcelona, 1986) también coincide con el final del periodo bélico. De 1940 a 1945 trabaja sola como fotógrafa y desde entonces a 1956, ayudada por su hermana Inés Broquier (Irún, 1918 - París, 2003). El estudio se llamaba Foto Ebro y estaba situado en Soldevilla, 11-13. La relación de su familia con la fotografía se remontaba al siglo anterior, habían tenido estudios e industrias fotográficas en Bilbao, Amorebieta, Irún, Madrid Arnedo y Tarazona, llevados por sus padres, por ella y hermanos.
En 1941, en Elizondo, Graciana Yrigoyen (Errazu, 1909 - Elizondo, 1973), viuda de Victorio Mena, miembro de una saga de fotógrafos establecida en Pamplona y Elizondo, se hace cargo del estudio hasta 1955, formando a su hijo Félix, con el que seguirá colaborando, aunque cediéndole la titularidad. Fue a Barcelona a completar la formación, que comenzó con su marido. Realizará fotografía y editará postales de la zona.
En otras localidades navarras: Estella y Tafalla, hay desde los años cincuenta estudios femeninos que parten de un estudio paterno o fraterno anterior y, en dos casos comparten trabajo con un hermano varón.
En Estella, María Montoya (Oteiza, 1908 -Estella, desp. de 1974) colabora con su hermano Toribio, hasta que éste fallece y ella asume el estudio, bajo el nombre Hermanos Montoya, de 1960 a 1968.
Otro estudio de Estella, continuación del de Eladio Aguirre, fue asumido por la hija de éste al fallecer él en 1955. María Teresa Aguirre (Pamplona, 1938-2020) trabaja en él desde los 17 años, aunque la titularidad, por ser menor, correspondía a su madre, la viuda de Aguirre. En 1967 María Teresa se traslada a Pamplona donde trabajará en los estudios Galle y Beta hasta mediados de los setenta.
En Tafalla, a comienzos de los cincuenta, otra fotógrafa, Rocío Montoya (Tafalla, 1927-Zaragoza, 2016), empieza a colaborar con su padre, Ángel Montoya, fotógrafo reconocido, y después con su hermano Carlos hasta 1978. Administraba el estudio además de realizar todas las labores fotográficas.
Volviendo a Pamplona, en 1951 se muestra la primera exposición de una fotógrafa: Lydia Anoz (Pamplona, 1925-2017). Iniciada en la fotografía por su esposo Pedro María Irurzun (+1957), con quien colaboró en el estudio.
Lydia es la única fotógrafa vanguardista del grupo de mujeres estudiadas. Realiza experimentos formales creando bodegones y retratos de personajes del arte y de la cultura que la relacionan con vanguardistas europeos. Fue cofundadora de la Asociación Fotográfica y Cinematográfica Navarra en 1949. Su trabajo tienen dos fases: años cincuenta y años setenta.
Un gran número de mujeres a lo largo de un siglo ejercieron de un modo discreto pero incontestable la profesión fotográfica en una comunidad, Navarra, y hasta ahora su historia no se había escrito. Este trabajo es una aproximación a ella y primer paso para posteriores desarrollos.