Publicador de contenidos

Volver 2015_11_05_ICSopinion

Javier Gil Guerrero, Doctor en Historia. Investigador del Instituto Cultura y Sociedad, Universidad de Navarra

¿A quién beneficia la intervención rusa en Siria?

mié, 04 nov 2015 12:19:00 +0000 Publicado en ABC

Toda guerra tiene eventos determinados que abren una nueva etapa en su desarrollo y condicionan su evolución. En el caso de Siria, han sido el auge del Estado Islámico (EI) y los bombardeos por parte de la coalición liderada por EE. UU. Con toda probabilidad, en el futuro también se observará la intervención militar rusa en Siria como punto de inflexión.

Como se sabe, el conflicto de Siria es mucho más que una guerra civil. Desde sus comienzos ha sido distorsionado por los intereses de otros países. Grosso modo, hay cuatro bandos en Siria: el régimen de Asad, las milicias kurdas, los rebeldes (un enjambre de milicias de todos los espectros ideológicos) y el Estado Islámico. En principio, los kurdos y Asad se encuentran en el mismo bando, aunque ambos operen por su cuenta y los kurdos cuenten con que tras el conflicto lograrán una generosa autonomía para sus regiones norteñas o incluso la independencia. A los atomizados rebeldes les une es su odio a Asad y su enemistad con el EI, el único bando que no tiene prácticamente ningún aliado.

En el plano internacional, los países sunníes del Golfo Pérsico y Turquía apoyan de manera directa o indirecta a los rebeldes (también sunníes), cada cual a una facción distinta. Rusia y el eje chiita de Oriente Medio (básicamente Irán y Hezbolá) apoyan a Asad y su gobierno controlado por la minoría alauita (identificada con el chiismo aunque de forma bastante débil). Por último, EE. UU. interviene junto con varios países occidentales directamente contra el EI y se sirven de algunas milicias rebeldes y kurdas para complementar su estrategia.

Es importante saber los hechos que precedieron a la intervención militar rusa y que ayudan a explicarla. Primero, Arabia Saudita había logrado forzar la coalición de varios grupos rebeldes en el llamado "Ejército de la Conquista." El resultado de dicha coordinación permitió a los rebeldes una serie de victorias sobre el régimen de Asad, particularmente en el noroeste del país. En agosto todo parecía indicar que el próximo movimiento de los rebeles sería progresar hacia el sur y tomar el enclave costero de Latakia, donde reside la minoría alauita que sostiene a Asad y donde se encuentra la base naval rusa de Tartus. Por último, habían aumentado los rumores sobre una posible actuación de EE. UU., Francia y Turquía para crear una zona-refugio para los rebeldes en ciertos enclaves en el norte de Siria fronterizos a Turquía. El establecimiento de dicha zona habría proporcionado a los rebeldes una base segura desde la que reorganizarse y reagruparse en su lucha contra Asad y el EI.

La sorpresiva intervención rusa ha venido a poner coto a estos dos peligros que amenazaban al gobierno de Asad. Mediante bombardeos, Putin está tratando de revertir los avances rebeldes en Idlib y Alepo, así como ahuyentar cualquier posibilidad de una intervención conjunta extranjera en favor de los rebeldes. No es de extrañar por tanto que la mayoría de los ataques rusos (más del 90%) se haya dado en el noroeste de Siria (donde no hay presencia del EI), que es donde el régimen de Asad se juega su futuro a corto plazo. Mientras tanto, los ataques rusos al EI han sido de carácter testimonial porque del EI ya se encarga en teoría Obama y porque el área de acción del EI está aún lejos de las zonas estratégicas para la supervivencia del régimen de Asad.

Obama ha insistido en que la intervención rusa no ha alterado la campaña contra el EI, pero las estadísticas proporcionadas por el Pentágono desmienten tales afirmaciones. Aunque los bombardeos americanos en Siria nunca destacaron por su intensidad (una media de 12 al día), tras la entrada de Rusia en el conflicto se redujeron a un mínimo de 2,5 ataques por día. La inactividad y apatía de Obama contrastan con la hiperactividad de Putin, cuyos aviones llevan a cabo más de 50 ataques diarios.

En definitiva, la intervención rusa ha beneficiado a Asad e, indirectamente, al EI, dado que EE. UU. ha pisado el freno de su campaña ya de por si anémica contra el Estado Islámico.  Cabe preguntarse si el apoyo ruso a Asad será suficiente para que este se imponga sobre los rebeldes. Hasta ahora, en el conflicto sirio los diferentes bandos implicados eran demasiado débiles para ganar pero lo suficientemente fuertes para evitar ser derrotados. El objetivo de Putin es alterar este balance de fuerzas sobre el terreno y mediante una intensiva campaña de bombardeos hacer a los rebeldes lo suficientemente débiles para perder. La única duda es si Asad tendrá las fuerzas necesarias para avanzar hacia la victoria por el camino allanado por las bombas rusas.