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Francisco J. Pérez-Latre, Facultad de Comunicación, Universidad de Navarra

El poder de los sin poder

vie, 04 nov 2011 09:55:55 +0000 Publicado en Diario de Noticias (Gipuzkoa)

Los últimos meses han sido "testigos" de varias "revoluciones", casi siempre pacíficas. Cada acontecimiento es distinto, pero aparecen puntos de contacto. Ante las "crisis" y la falta de recursos morales,  se difunde el malestar y los ciudadanos buscan soluciones.  El "poder de los sin poder", de los "rebeldes" y los descontentos, "armados" por medios sociales, cada vez es mayor.
 
Se han ido sucediendo acontecimientos transformadores:  las "revoluciones de colores" en Ucrania y Georgia y "del cedro" en Líbano; la crisis financiera de 2008 y el caso Strauss-Kahn (el presidente de la mayor entidad global de regulación de la economía); las protestas ciudadanas en Islandia contra los banqueros ante la bancarrota del país; la emergencia y desarrollo de los "tea parties";  la "revolución de los jazmines" en Túnez y la de la Plaza Tahrir en Egipto, en lo que se da en llamar "primavera árabe", acompañada por "movimientos" en todo el Norte de África y Oriente Medio, desde Libia a Bahrein, pasando por Yemen y Siria; las movilizaciones masivas organizadas desde Facebook contra las FARC en Colombia en 2008; la reunión de más de millón y medio de jóvenes de todo el mundo para escuchar a Benedicto XVI en Madrid; los disturbios de este verano en Londres y otras ciudades inglesas donde grupos de jóvenes con "Blackberrys" pusieron en jaque a Scotland Yard durante horas; o las manifestaciones y acampadas desde la Plaza del Sol a Wall Street y la "globalización" del movimiento de los "indignados" en las manifestaciones del 15 de octubre.

Son movimientos heterogéneos, que aúnan diversos eventos con el protagonismo de Facebook, Twitter, teléfonos "inteligentes", blogs y otras formas de comunicación digital. Gracias a la comunicación digital, el punto de gravedad pasa de las autoridades a las calles. Estas "revoluciones" ciudadanas son, en líneas generales, una buena noticia para la sociedad civil porque hablan de comunidades que buscan respuestas y quieren salir de la "siesta colectiva", del "botellón mental". De hecho, estas "crisis" pueden servir para corregir excesos del pasado, en un momento que reclama austeridad, trabajo y ahorro. Pero yendo más al fondo de la cuestión, los ciudadanos detectan que si la política no se basa en la justicia cada día será menos relevante. 

En todo caso, protestar no es suficiente. Es necesario proponer soluciones, mejorar personalmente, trabajar más,  y dejar de echar la culpa "al sistema", defendiendo privilegios y derechos adquiridos.  Hay que pasar de las "emociones" a las reformas. El mercado y la política necesitan una razón ética. La autorregulación no es suficiente. Para que haya verdadera justicia es necesario añadir solidaridad. Y la solidaridad es en primer lugar que todos se sientan responsables de todos. Por eso no puede delegarse solamente al Estado.

El talento y el "capital humano" no nos faltan, pero habrá que hacer sacrificios. Ni los políticos ni el mercado por sí solos nos sacarán de ésta.  Llega la hora del compromiso, la honestidad y la responsabilidad. La justicia y la verdad deberán estar de nuevo en el centro de la conversación.  Como recuerda Benedicto XVI, la crisis es, sobre todo, una crisis ética. Sin valores, ni la economía ni la política pueden funcionar.