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Las Mujeres en las Artes y las Letras en Navarra (12). Las “Mujeres Ilustres del Palacio del Marqués de San Adrián de Tudela"

02/10/2023

Publicado en

Diario de Navarra

María Concepción García Gaínza |

Catedrática emérita de Historia del Arte


Diario de Navarra, en colaboración con la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro de la Universidad de Navarra, aborda, mensualmente, de la mano de especialistas de diversas universidades e instituciones, aspectos sobre la relación de la mujer con las artes y las letras en Navarra.

Uno de los escasos programas de “Mujeres Ilustres” del Renacimiento español lo componen las pinturas que decoran la caja de la escalera del Palacio del Marqués de San Adrián de Tudela, que reúne a doce mujeres de la Antigüedad mitológica y de la historia y leyenda grecolatina. Su identificación fue posible gracias a unos textos latinos que las acompañan y algunas por sus atributos. En una época de triunfo de la mujer como fue el Renacimiento de algunas pequeñas cortes italianas, como la de los Medicis en Florencia o las de Este en Ferrara, estos programas de “Mujeres Ilustres” tratan de exaltar la excelencia de la mujer y a su vez presentarse como espejo moral en el que reflejarse. Las “Mujeres Ilustres” puede considerarse un conjunto paralelo al de los “Varones Ilustres”, si bien su existencia no es tan frecuente. Por su originalidad y elevado número de mujeres representadas, el de Tudela constituye un programa único del Humanismo Español.

Los Magallón y los Soria, dos linajes en el siglo XVI

Respecto a los comitentes del inmueble, sabemos que don Pedro Magallón y Veraiz casó con Julia Villalón, hija de Bartolomé de Villalón y Antonia de Zuera o Chueca, el 27 de abril de 1545 y tuvieron un hijo, don Pedro Magallón y Villalón. Bartolomé de Villalón, hermano del famoso deán de Tudela don Pedro de Villalón, familiar del papa Julio II y constructor del Palacio Decanal y de la sillería del coro catedralicia, fundó un mayorazgo en 1541, una de cuyas cláusulas era la de excluir de su posesión a quien no llevara el apellido Villalón.

Resulta fácil comprender que este matrimonio que unía dos esclarecidos linajes de antigua estirpe, el de Magallón con el de Villalón que incorporaba su mayorazgo, coincidiese con el deseo de don Pedro Magallón y Veraiz de mejorar su casa situada en la calle principal que baja hacia San Francisco de Tudela, continuando las obras emprendidas por su padre con objeto de unificar el conjunto formado por distintas casas agregadas y dotarlo de mayor unidad y prestancia. Las noticias documentales de las que disponíamos confirman que las obras se intensifican a mediados del siglo XVI. La compra de alguna casa próxima al primitivo palacio con vistas a su ampliación se remonta a las dos últimas décadas del siglo XV.

En 1512 se toma posesión de las casas de los Magallones y en 1525 se trabaja ya en los cimientos. En 1552 se dio permiso a don Pedro Magallón para proseguir la obra en sus casas principales, unificando los aleros. La fachada estaba concluida para 1556.

La construcción del patio, escalera y pinturas murales se realizaron posteriormente. Las pinturas podrían ahora fecharse con más precisión en torno a 1569-1570, coincidiendo con los preparativos del matrimonio de don Pedro de Magallón y Villalón con Laura de Soria, en 1571. Ambos hicieron matrimonio de hermandad en 1592 y fundaron el mayorazgo de Magallón, con la obligación de que sus poseedores llevasen el apellido de Magallón, sus armas y las de Soria como armas principales. Por medio de este matrimonio, los Magallón emparentaban con otro preclaro linaje de Tudela, el de los Soria, cuyo miembro más destacado fue don Lope de Soria, embajador de Carlos V en Italia (1528-1532), considerado “una pieza esencial de la comunicación entre Carlos V y los servidores imperiales”.

De lo precedente se deduce que Laura de Soria debía de ser hija de Juan de Soria y por tanto sobrina nieta del embajador. La figura de Laura de Soria queda ahora mejor conocida desde el punto de vista familiar. A ella estaría dedicado el programa, que está realizado para ensalzar la excelencia de la mujer y del ama de la casa.

El programa iconográfico

Se trata de uno, si no el más, completo programa de tema femenino del Humanismo español, al estar formado por doce mujeres tomadas de la mitología o de la historia y leyenda grecorromana. Las fuentes textuales inspiradoras del programa hay que buscarlas en última instancia en autores clásicos que figuraban en la biblioteca familiar, con obras de Homero, Lucrecio, Petrarca, Plutarco, Salustio, Plinio, Quintiliano, Valerio Marcial, o Tito Livio, en ediciones de mediados o finales del siglo XVI, algunas impresas en Venecia, quizás traídas por el embajador don Lope de Soria.

La historia de cada una de estas mujeres y su significado se rastrea efectivamente en la mitología y en las fuentes clásicas, como puede verse a continuación. Las cuatro mujeres del muro derecho son diosas tomadas de la mitología. Palas es la diosa de la sabiduría y protectora del palacio y de la casa, diosa virgen, consejera y ayudante con su presencia de la dueña de la casa. Juno aparece representada como diosa de la riqueza, cuya caja porta en sus manos, pero en Roma era también considerada protectora de las mujeres legítimamente casadas y de la maternidad. Venus es la diosa de la belleza y del amor. Finalmente, la Discordia se entiende en este contexto en relación con las otras tres, según relata el Juicio de París.

Las cuatro mujeres guerreras que ocupan el muro central exaltan el valor de la mujer en defensa de su marido y de sus hijos. La historia de Camila, que poseía el valor de un guerrero, procede de Virgilio, quien la narra en la Eneida. La historia de Hypsicratea, más desconocida, es relatada por Valerio Máximo y Plutarco, quien refiere cómo, disfrazada de varón, acompañó a su marido Mitrídates, rey del Ponto, en sus guerras contra Pompeyo. Herodoto y Valerio Máximo cuentan la historia de la reina Tomiris, que vengó a su marido y a su hijo muertos en su lucha contra los persas. Por último, Zenobia procede de la historia de Roma y fue una mujer famosa que se enfrentó con el poder romano y conquistó Egipto.

Las cuatro mujeres restantes que ocupan el muro de la izquierda son mujeres que tienen en común la castidad. Así, Sulpicia es una mujer modelo de esta virtud y su historia es relatada por Valerio Máximo y Plinio. Un número mayor de autores clásicos se ocuparon de la historia de Tuccia, como Valerio Máximo, Plinio, Tito Livio o san Agustín, la vestal que fue acusada injustamente de violar su virginidad. Más difundida es la historia de Lucrecia que relatan Tito Livio, Ovidio y Valerio Máximo, que tras ser violada por el hijo de Tarquinio el Soberbio, se suicidó. Los mismos autores citados narran la vida de Virginia, a quien su padre dio muerte para evitar que fuese ultrajada.

El conocimiento de la mitología y de la literatura clásica por parte de los humanistas propiciaron la realización de este programa y, sin duda, habría contribuido a ello el auge de la literatura feminista en el Renacimiento y especialmente la amplia difusión lograda en nuestro país por la obra de Boccaccio De claris mulieribus, que comprende más de un centenar de mujeres desde Eva, heroínas de la antigüedad griega y latina, y finaliza con Juana, reina de Nápoles.

En este ambiente de feminismo hemos de situar al mentor del programa, para quien propuse la figura de algún maestro del Estudio de Gramática de Tudela, bien Melchor Enrico, un eclesiástico que ejerció su magisterio durante cuarenta años (1541-1580) y que encaja perfectamente con la cronología de las pinturas, o Pedro Simón Abril, a quien Menéndez y Pelayo calificó como “uno de los más activos e inteligentes vulgarizadores de la ciencia antigua”, quien no podría ser el mentor por razón de fechas. Pudo ser, asimismo, Jerónimo Arbolanche, fervoroso humanista y poeta, autor de Las Abidas, obra en la que maneja ampliamente la mitología como fuente principal y acompaña la mención de cada divinidad mitológica con un relato de su leyenda, de una manera paralela a como aparece en las pinturas.

Existe indudablemente otra posibilidad que a la vista de nuestros actuales conocimientos podemos contemplar, y es que hubiera sido el propio pintor italiano Pietro Morone quien hubiera propuesto el programa, ya que debió de contar con estampas adecuadas para representarlas. A él adjudicamos hace años la autoría de las pinturas, a la par que señalábamos su semejanza con las Virtudes de la capilla del Doctor Lucena en Guadalajara, entonces atribuidas a Cincinato. Hoy sabemos que este último conjunto fue encargado, en Roma, a Pietro Morone y Pietro Paolo de Montealbergo por el doctor Don Luis de Lucena en 1548.

Concluida la capilla del erudito Doctor Lucena, Morone se afincó en Zaragoza y trabajó a temporadas en Tarazona, la Ribera Navarra en torno a Fustiñana y Tudela, y Calatayud, donde fallecería en 1577 impedido “de las manos, brazos y pies de una dolenzia llamada gota o puagre de manera que está tullido en la cama”. En Tarazona se le debe el retablo mayor de la parroquia de Santa María Magdalena y diversos proyectos en el palacio episcopal, así como su intervención en el cimborrio de su catedral. Esta experiencia le sería válida para el trazado del patio y escalera de Tudela (1569-1570).

El lenguaje formal del conjunto

El estilo de las pinturas de Tudela se ofrece dependiente del lenguaje romano creado en torno a Pablo III, siguiendo los modelos de Miguel Ángel, Rafael, Daniele Volterra y, especialmente, Perino del Vaga, discípulo de Rafael con quien Pietro Morone pudo colaborar en las salas papales de Castel Sant’Angelo de Roma. Las “Mujeres Ilustres” de Tudela, absolutamente dependientes del manierismo rafaelesco como Las Virtudes y Sibilas de Guadalajara, acusan la presencia del modelo romano de mediados del siglo. Pero además de estas semejanzas estilísticas que resultan obvias, ahora podemos hablar también de inspiración directa en modelos visuales de Rafael. El referente próximo lo hemos encontrado en el ciclo de Las Siete Virtudes de Rafael grabadas por Raimondi, no solo por su aire general en posturas, túnicas transparentes y movimiento, sino por la copia exacta en algún caso como Zenobia, que está tomada literalmente de la Justicia, y de otras semejanzas; Tuccia con la Esperanza o la figura de Minerva, que no pertenece a la serie de las Virtudes, que inspira a Hipsicratea. El pintor Pietro Morone a buen seguro poseía estas estampas que le sirvieron de inspiración, probablemente desde sus años en Roma en que debió de hacer colección. Jusepe Martínez nos da noticia de este uso de estampas por parte de Morone: “Este nos dejó un ejemplar de grande humildad en sus obras, no teniéndose a menos de valerse en ellas de trabajos ajenos; cuyas figuras acomodaba con tanta gracia y unión, y tan bien acomodadas que parecían sus historias hijas naturales del entendimiento”.

Algunos aspectos técnicos encajan con lo ya expuesto, las “Mujeres Ilustres” de Tudela inspiradas en Rafael a través de grabados de Raimondi están pintadas en grisalla con una técnica al seco de clara filiación italiana.