Gerardo Castillo Ceballos, Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
Es que no estoy motivado...
Existen jóvenes –estudiantes y profesionales– que pretenden justificar su falta de esfuerzo aduciendo que no están motivados, por lo que sería más sensato esperar a que surja la motivación de forma espontánea. Esa actitud responde a teorías psicológicas que atribuyen un papel casi absoluto a la motivación y que, incluso, sostienen que el esfuerzo no precedido por la motivación puede ser traumático.
Muchos testimonios lo desmienten, por ejemplo, el de Picasso: «Si llega la inspiración que me coja trabajando», aplicable a nuestro tema, cambiando inspiración por motivación. No menos convincente es una conocida sentencia: «La motivación es el premio que se obtiene por haber empezado sin motivación». O la respuesta de una madre al hijo que se negó a hacer un día los deberes escolares por estar desmotivado: «Hoy vas a hacer los deberes desmotivado; ya verás lo que motiva el cumplimiento del deber». En el pasado, la motivación en la escuela y en la empresa se basaba casi tan solo en incentivos o motivación extrínseca, mientras que ahora se valora mucho más la motivación intrínseca o automotivación.
Los dos tipos de motivación pueden ser complementarios. La motivación extrínseca suele ser útil para iniciar una actividad, pero solo puede ser mantenida mediante motivadores intrínsecos. Cuando cesa el efecto de un incentivo la motivación desaparece. Una de las competencias que exigen hoy las empresas a los candidatos a trabajar en ellas es ‘automotivación’. ¿Cómo podrá adquirirla quien a lo largo de toda la escolaridad estudió solo con incentivos? Es verdad que esa competencia se ejercita en algunos másteres, pero no de forma eficaz, debido a que los estudiantes están condicionados por el viejo hábito de dependencia de los incentivos; se pueden aprender a corto plazo las técnicas de la automotivación, pero no así los valores y actitudes que las sustentan. La ayuda del llamado tutor emocional suele ser muy valiosa.
Una de las claves para fomentar la automotivación es conceder más autonomía a quienes aprenden; que tengan oportunidades para aprender a su ritmo personal y con estilo propio. La automotivación está muy relacionada con el buen manejo de las emociones. Una persona que habitualmente esté afectada por una gran tensión emocional y por emociones negativas (ansiedad, irritabilidad, agresividad, miedo, etc.), lo corriente es que esté desmotivada y que no rinda en su trabajo. En cambio, quien posee autocontrol emocional suele ser capaz de poner sus emociones positivas (confianza, entusiasmo, optimismo, etc.) al servicio de sus objetivos laborales.
Se cuenta que un grupo de campesinos acudió un día al campo para hacer una rogativa a favor de la lluvia, pero solo uno llevó paraguas; esto último es fe y confianza. La automotivación es una estimulación interior ligada a los valores de cada persona. Desde esta perspectiva un motivo es un valor que se interioriza y que se integra en la propia vida; ello nos predispone a aprender con facilidad y a superar dificultades.
Daniel Goleman subdivide la competencia motivación en estas cuatro: motivación de logro, compromiso, iniciativa y optimismo. Las personas que poseen motivación de logro se orientan hacia los resultados, se plantean objetivos-reto y asumen riesgos. La capacidad de compromiso abarca tres habilidades emocionales muy apreciadas en el mundo laboral: identificación con la cultura y los valores de la empresa, trabajar en función de objetivos y aceptación de responsabilidades. La capacidad de iniciativa está relacionada con la previsión y la anticipación: las personas evitan los problemas adelantándose a ellos, y aprovechando las oportunidades antes que sus competidores.
Cada persona puede convertirse en fuente de motivación y de autosuperación si cree que puede conseguir lo que se propone. Esa creencia suele convertirse en una profecía cumplida. Gandhi expresó esa misma idea con estas palabras: «Una persona se convierte en aquello en lo que cree que es. Si yo sigo diciéndome a mí mismo que no puedo hacer algo, es posible que termine siendo incapaz de hacerlo. Por el contrario, si yo tengo la creencia de que sí puedo hacerlo, adquiriré la capacidad de realizarlo aunque no la haya tenido al principio».
Esa actitud se refuerza escribiendo en diferentes lugares del hogar o de la oficina frases inspiradoras. Su lectura apela a las emociones positivas y actúa como recordatorio y estímulo, especialmente cuando tenemos que afrontar retos difíciles. Las frases contienen valores que, con la repetición, se van interiorizando.
Con frecuencia, el éxito de un profesional se atribuye a la suerte, pero el secreto es otro, tal como lo vi escrito en la pared de un gimnasio: «Le llaman suerte, pero es trabajo; le llaman casualidad, pero es disciplina; le llaman genética, pero es sacrificio. Ellos hablan, tú sigue entrenando».