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Kissinger, mucho más que su "leyenda negra"

1 de diciembre de 2023

Publicado en

El Norte de Castilla, Diario de Navarra, Diario Montañés y Heraldo de Aragón

Emili J. Blasco |

Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Navarra

Activo y concernido por la política internacional hasta el último momento, Henry Kissinger ha cubierto casi un siglo de pensamiento práctico sobre el orden mundial: desde la propia experiencia, como judío alemán, del ocaso democrático en Europa en el primer tercio del siglo XX, que alimentó sus reflexiones de joven universitario ya emigrado a Estados Unidos sobre el equilibrio de poder entre las potencias, al nuevo orden que configura la consolidación de China como superpotencia.

Precisamente sus últimos libros fueron «Sobre China» (2011), con el que actualizaba su visión acerca de un país estrechamente ligado a su propio «legado» (aquel viaje de Richard Nixon a Pekín de 1972, preparado por él mismo), y «Orden Mundial» (2014), donde analizaba la nueva etapa que vive el mundo una vez cerrado el breve momento unipolar alumbrado por el fin de la Guerra Fría. Aún al filo de los cien años, cumplidos el pasado mes de mayo, Kissinger publicó «Liderazgo: seis estudios sobre estrategia mundial» (2023), que venía a recopilar consideraciones sobre la toma de decisiones en el tablero mundial, como su obra más memorable, «Diplomacia» (1994), había hecho recapitulando la experiencia al frente de la política exterior estadounidense entre 1969 y 1977, primero como consejero de Seguridad Nacional de Nixon y luego secretario de Estado con este y su sucesor, Gerard Ford.

El acento aquí en su peso intelectual viene a destacar que por encima de un hombre de acción –fue quien inauguró la diplomacia del avión, en largos periplos por las capitales de países en conflicto– en Kissinger dominaba el interés por las ideas y la estrategia, aunque ciertamente sin la ejecución de sus diseños desde el poder hoy no le estaríamos recodando con la misma intensidad. En 2011 tuve la oportunidad de conversar a solas con él en su oficina de Nueva York, en una entrevista para un diario español: al margen de su edad, sus ojos mostraban una gran vivacidad pasando de una cuestión internacional a otra. A pesar del desequilibrio de bagaje personal y de intelecto, Kissinger acogió con interés los pareceres que me solicitaba, predispuesto a un diálogo en doble dirección poco usual en una situación como aquella.

A Kissinger le han perseguido algunas decisiones tomadas durante su servicio en la Administración norteamericana –unas propias, otras atribuidas desde la trinchera ideológica–, pero eso forma parte del sino del actuar político, jalonado por aciertos y errores, aplausos e incomprensiones. En su caso se añade, no obstante, la «leyenda negra» propagada por muchos en torno a la teoría realista de las relaciones internacionales. La «Realpolitik» kissingeriana no fue una carta blanca para intervenciones militares estadounidenses en cualquier parte el planeta; algunas hubo, como también se dieron golpes de estado alentados por Washington, pero eso ocurrió igualmente bajo administraciones previas (Wilson, Eisenhower...) y sin embargo estas no cargan con el sambenito. El realismo de Kissinger suponía entender que el interés nacional no conoce de amigos o enemigos perpetuos –ya lo había dicho Richelieu–, y que para evitar la guerra lo mejor es el equilibrio de poder; cuando son pocos actores, este consiste básicamente en triangular: el acercamiento a China para impedir una alianza entre Pekín y Moscú contra Estados Unidos fue una operación de calado que acabaría llevando a la caída del Muro de Berlín sin llegar a la conflagración nuclear que tanto se temía.