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Última clase del profesor Héctor Mancini

El profesor de la Universidad de Navarra impartió su última clase de física a los alumnos de 1º de Biología y Bioquímica sobre "Tamaño, forma y función de la naturaleza"

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Héctor Mancini, impartiendo su última clase en la Universidad de Navarra.
FOTO: Manuel Castells
29/10/13 15:21 Laura Latorre

¿Cómo recuerda su llegada a la Universidad de Navarra?
Hace 22 años vine desde Argentina con un "año sabático" solventado por el Ministerio de Educación y Ciencia de España (MEC) para ayudar a un gran amigo, Carlos Pérez García, que lamentablemente falleció en 2004 en un accidente de montaña. Había conocido a Carlos en un congreso de física en el Escorial en 1982, nos hicimos amigos y comenzamos a colaborar. En 1990 lo ficharon como director del Departamento de Física. En ese momento yo estaba en la Universidad de Colorado donde me escribió y me pidió ayuda "para montar un departamento de física". Conservé esa carta muchos años, en ella me decía: "vente que me hace falta un físico con perfil de fontanero"…, "te necesito para armar un grupo de investigación de punta, está todo por hacer, así que te espero"…, " ah!..., pero te tienes que conseguir tu sueldo"... y cosas por el estilo.

Ese desafío me convenció, apliqué primero para una estancia de un mes en un concurso convocado por el Instituto Iberoamericano de Cooperación Internacional, destinado a impartir un curso de posgrado sobre Láseres y, casi simultáneamente, al programa de sabáticos del MEC, que era de muy buen nivel y tenía una partida extra que ayudaba a pagar el viaje a toda la familia. Contra toda probabilidad me concedieron ambas cosas. Y así vine, provisionalmente por un año, luego me ofrecieron quedarme, y ya han transcurrido 22.

¿Cómo han evolucionado los estudios y la investigación en su área?
No había investigación y nos dieron un lugar en lo que entonces era un sótano, en el subsuelo del edificio de Biblioteca. Allí comenzamos. El primer problema que tuvimos que resolver fue el que provocaba la falta de una carrera de física en la Universidad. Aquí no había alumnos, por consiguiente, los ayudantes de física y matemática eran estudiantes de doctorado de otras carreras que apenas conocían la asignatura. Como es normal, su interés era su propia investigación que nada tenía que ver con la física. El resultado final fue que no había profesores de recambio para dar las clases que por entonces eran muchas. Todos los años, el entonces decano de la Facultad de Ciencias, D. Rafael Jordana, según sus propias palabras, salía desesperado a buscar docentes por las escuelas secundarias.

La única manera de superar ese escollo era crear aquí ese foco de interés, para que un grupo de físicos, "una semilla", creciera y germinara. Necesitábamos, simultáneamente, armar un programa doctoral con una investigación puntera que fuera muy atractiva, para conseguir que alumnos de otras universidades, con el mayor nivel posible (buscábamos medias por encima de 7,5), dejaran a sus profesores conocidos y vinieran a Navarra para hacer su doctorado aquí. Que una vez terminado se fueran a EE.UU, Francia o Alemania a trabajar en un centro compatible con nuestra investigación, y que al final quisieran volver para comenzar aquí su carrera investigadora y docente. Una tarea difícil. No era suficiente formar "un grupo" de físicos, teníamos que hacer una "escuela de física" y con unos alumnos que no teníamos. Hay una diferencia enorme con una universidad que tiene esa carrera de grado, en ella los alumnos van a golpear la puerta del profesor para pedirle que les dirija su doctorado.

En resumen, en menos de cinco años ya nos reconocían en Europa y en América como un grupo activo en sistemas complejos y dinámica no lineal, y en poco más de 10 años, ya éramos un grupo experimental de referencia internacional en el tema. Así nos describieron en la revista de la Real Sociedad Española de Física en el año 2004, con ocasión del fallecimiento de Carlos Pérez.

A partir de 2006, esa primera generación que nos ayudó en los comienzos tomó las riendas del Departamento y del Instituto de Física y se hizo cargo de la gestión hasta el día de hoy. Ellos han continuado desarrollado la investigación de una manera impresionante en calidad y cantidad, y el flujo internacional de estudiantes y profesores no cesa. La continuidad está asegurada.

¿Cómo ha sido la colaboración entre facultades desde su incorporación al centro?
Siempre hemos estado abiertos a la máxima cooperación. Por haber sido creados como un departamento interfacultativo, hemos impartido clases desde el comienzo en las facultades de Ciencias, Farmacia y Medicina. Y más tarde, colaboramos dando clases en la Facultad de Arquitectura y en Derecho. A petición de quien era entonces su director, colaboré en el lanzamiento de la carrera de Ingeniería en Telecomunicaciones en la Escuela de Ingenieros de San Sebastián, impartiendo algunas asignaturas como Láseres, en tercer año, o Comunicaciones Ópticas I y II, en quinto. Y además, consiguiendo algunos convenios como el que aún hoy funciona con la Universidad de Colorado, donde han realizado su proyecto final muchos estudiantes nuestros de ingeniería.  Quedó también en Miramón la infraestructura de un laboratorio de investigación. Todo esto sin perjuicio de las tareas habituales en la Facultad de Ciencias.

También Carlos Pérez impartió unas asignaturas de Termodinámica y Fluidos, y más recientemente otros profesores ha continuado la colaboración con Tecnun, a nivel de grado y de Máster.

Algunos de los profesores del departamento como J. Burguete, D. Maza o A. Peláez han dirigido tesis doctorales en nuestro programa doctoral, de investigadores provenientes de la Clínica Universitaria y del CIMA. Se desarrollaron en colaboración temas como tratamientos oncológicos con radiación ionizante, o modelos dinámicos aplicados a casos específicos.

También quisiera destacar que Carlos Pérez, quien desde muy joven fue discípulo y colaborador de don Mariano Artigas en el estudio de las relaciones entre la ciencia y la fe, fue uno de los fundadores del CRYF (el grupo de la universidad dedicado al estudio de la relación entre Ciencia, Razón, y Fe, con sede en la Facultad Eclesiástica de Filosofía). Yo mismo (que actualmente sigo siendo miembro colaborador), luego de la muerte de su director, don Mariano Artigas, por votación de sus miembros, fui elegido director para terminar su mandato. El Instituto de Física fue el primero, y no sé si no es el único de la Universidad, en adherir al CRYF.

Ha sido director del Instituto de física de la Universidad de Navarra, director de proyectos del Centro de Investigaciones en Láseres y Aplicaciones (CEILAP), del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (CONICET) y del Ministerio de Defensa (Argentina), entre otros. Una larga y variada trayectoria. ¿A nivel personal, qué le ha aportado cada uno de estos cargos?
Siempre en mi vida lo más importante ha sido la investigación. La docencia a nivel de grado y posgrado es una necesidad de comunicación de ideas y pensamientos que deben servir para crear discusión y debate, las ideas no se imponen. Por otra parte, la gestión es un servicio que debemos prestar cuando nos lo solicitan.  Para mi gusto, he tenido demasiado tiempo dedicado a la gestión. Pero ha sido compensado con la relación que tuve y mantengo, a lo largo de muchos años, con todos los que fueron en su momento "mis estudiantes". Verlos hoy como científicos, diría que, casi todos con un nivel altísimo, muy superior al mío,  algunos con distinciones internacionales muy importantes o dirigiendo institutos de investigación que están entre los más importantes del mundo, me llena de orgullo y satisfacción.

¿Cómo vivió el homenaje que le hicieron sus compañeros y alumnos el viernes?
De manera muy emotiva. Estaban presentes alumnos, algunos ex alumnos de grado, compañeros docentes de la facultad y parte de mi familia. También algunas autoridades.

Fue una sencilla clase que terminó con unas palabras del Sr. Decano de ciencias, quien me hizo un regalo: nos hizo escuchar una canción de don Atahualpa Yupanqui, que habla de "…un corazón argentino y un caminito español, antes no se conocían, hoy son amigos los dos"… En unos minutos pasaron delante de mis ojos 22 años de amistad y de proyectos soñados en la universidad. Muy emocionante.

Ultima clase del profesor Héctor Mancini

 

De todos los momentos  vividos en la universidad, ¿con cuál o cuáles se queda?
No sabría elegir ninguno porque de todos he sacado alguna lección, aún de los errores o malos momentos, que también los hubo. Sí, hay un momento que me hubiera gustado que nunca ocurriera, el de la muerte de Carlos Pérez. Hoy estaríamos los dos festejando y cantando en un asado, como en los comienzos.

Además de científico y académico, es usted músico, ¿dedicará a partir de ahora más tiempo a este arte o seguirá investigando en su área?
"Músico" es una palabra muy grande y merece una dedicación profunda para serlo. Debería dejar mis otras actividades para hacer música en serio. Más que ser músico, amo a la música bajo todas sus perspectivas, desde la escucha atenta, a la interpretación al mejor nivel que me resulta posible (que es modesto), o la composición, aún con las pocas herramientas teóricas que manejo.

Pero esa curiosidad, casi infantil, que conservo a mis casi 70 años por conocer el pensamiento humano, por descubrir algún secreto de la naturaleza y su funcionamiento, por una nueva teoría sobre la formación del universo, una partitura de Bach o Chopin, o por el contenido de algún antiguo manuscrito, hacen que no me pueda apartar demasiado de la investigación, en mi área y también en otras…

Siempre he tratado de buscar la verdad que hay en las cosas y en las personas. Porque encuentro en ella, además, la bondad y la belleza que las realza, es decir, a Dios.

Por eso, en la medida de mis posibilidades, continuaré con ambas cosas.

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