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Volver 2025_05_29_FYL-INTELECTUALES-CRISTIANOS

El papel de los intelectuales cristianos y la presencia de la fe en la esfera pública, a debate en la Universidad de Navarra

Expertos de diversas disciplinas reflexionan sobre estas cuestiones en una jornada organizada por el Máster en Cristianismo y Cultura Contemporánea

¿Tiene sentido hablar de intelectuales cristianos en el contexto actual o resulta más adecuado hablar de cristianos intelectuales? ¿Qué papel juega la fe en la vida universitaria? ¿Debe revestirse el cristianismo en un lenguaje secular o puede mostrarse directamente, sin complejos? Estas han sido algunas de las cuestiones debatidas durante la jornada “¿Intelectuales cristianos o cristianos intelectuales?”, organizada por el Máster en Cristianismo y Cultura Contemporánea de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra. El evento ha contado con la participación de cerca de 60 personas de forma presencial, y de 398 que se han conectado virtualmente.

La jornada surge con ocasión de la publicación del libro Ubi Sunt? Intelectuales cristianos, editado por Ricardo Calleja, profesor del IESE y del Máster en Cristianismo y Cultura Contemporánea. Durante la presentación del encuentro, y como primer apunte, Mariano Crespo, catedrático de Filosofía y director académico del Máster, ha defendido la primacía de la identidad cristiana sobre la función intelectual: “La fe no tiene que ver exclusivamente con el intelecto, sino con toda la persona”, ha afirmado. Asimismo, ha recordado que esta discusión no es nueva, aunque sigue siendo pertinente. Bajo esta premisa, ha tenido lugar la primera mesa redonda de la jornada. Moderada por María José Atienza, directora de la revista Omnes, ha contado con las intervenciones de los profesores del Máster Ricardo Calleja, profesor de Ética en el IESE; Pablo Pérez, catedrático de Historia Contemporánea; y Juan Luis Lorda, profesor de Teología Dogmática.

En su intervención, Ricardo Calleja ha subrayado la necesidad de que el cristianismo no renuncie a presentarse en su identidad original y ha abogado por rehuir de versiones ultra procesadas. En este sentido, como ha recordado, “el cristianismo aportó algo que aún hoy resulta escandaloso y nuevo, incluso para los creyentes: todo esto empezó con un hombre que dijo que amáramos a nuestros enemigos, por tanto, la novedad cristiana sigue siendo relevante y necesaria, especialmente hoy en día, cuando las instancias de razón común y los lugares de encuentro están tan dañados”.

Por su parte, Pablo Pérez, quien ha animado a no utilizar el catolicismo como adjetivo, “pues es sustantivo”, ha enumerado una serie de actitudes que identifican al intelectual cristiano, como “la apertura al misterio, la búsqueda de comprensión del mundo, o una mirada que vaya más allá del pragmatismo”, entre otras. También ha apuntado a que “el peligro que tenemos los cristianos no está tanto en la presión que ejerce el poder de los contrarios al cristianismo, como en la tibieza, en la manera de vivir nuestras convicciones y de aplicarlas a nuestro pensamiento”.

Durante su exposición, Juan Luis Lorda ha defendido que valores universales como la libertad o el Estado de derecho están construidos sobre supuestos cristianos y que mantener vivo este patrimonio humanista es una de las funciones del intelectual cristiano: “Para ello, hay que conocerlo, pensarlo, frecuentarlo, exponerlo y ofrecerlo a nuestros contemporáneos, combatiendo de una manera amable el error y las mentiras establecidas”.


Imagen de la presentación del encuentro, antes de comenzar la primera mesa redonda. De izquierda a derecha, Mariano Crespo, Pablo Pérez, María José Atienza, Juan Luis Lorda y Ricardo Calleja.

La jornada ha contado con una segunda mesa redonda, moderada por Santiago Fernández-Gubieda, director ejecutivo del Centro de Gobierno y Reputación de Universidades de la Universidad de Navarra. Han intervenido Manuel Oriol, editor de Ediciones Encuentro y profesor de Filosofía de la Universidad CEU San Pablo; Pilar Zambrano, profesora de Derecho; y José María Torralba, catedrático de Filosofía y subdirector del Máster en Cristianismo y Cultura Contemporánea.

En opinión de Oriol, “el cristianismo no es una cultura, sin embargo, aunque no puede identificarse como tal, tiende inevitablemente a hacerla, pues la cultura es una dimensión de la experiencia cristiana”. En este sentido, como ha explicado, Encuentro “es una editorial religiosa porque todo, en cierto modo, es religioso; en todo lo que hacemos los seres humanos tenemos un anhelo que es en último término religioso, como apertura, no como respuesta”. Asimismo, ha reivindicado una identidad cristiana abierta, que no niegue que cualquier persona pueda interesarse por ella: “Nuestra vocación es ser reconocidos como cristianos, pero con interés para cualquiera”, ha apuntado.

Por su parte, Pilar Zambrano ha planteado la necesidad de reflexionar sobre cómo se está formando en las universidades a los futuros profesionales que participen en el discurso público. "¿Por qué no hay voces cristianas ni en las redes sociales, ni en los platós de televisión, ni en el ámbito de la razón pública? ¿Tiene algo que ver con lo que hemos hecho o quizá con lo que hemos dejado de hacer?", se ha preguntado. Como respuesta a estos planteamientos, ha animado a reflexionar sobre qué se podría hacer desde el ámbito académico y ha subrayado la importancia de que el profesor universitario se plantee en qué medida “lo que estudio, escribo y enseño contribuye a transmitir o afianzar una concepción de la persona a imagen de Cristo”.

Para finalizar, ha tomado la palabra José María Torralba, quien ha iniciado su intervención señalando que la discusión sobre "intelectuales cristianos o cristianos intelectuales" es en su opinión una "cuestión nominalista", enfatizando que el uso de una expresión u otra "depende del contexto y de la persona” y subrayando que "lo sustantivo de este tema no reside en la etiqueta, sino en el significado profundo”. También ha sostenido que “lo cristiano debe ser algo explícito en la docencia y en la investigación de una institución que se define como cristiana, porque lo contrario no sería natural, resultaría falso”. Para defenderlo, ha aportado tres argumentos: nunca hay neutralidad en la educación; toda universidad crea una comunidad y esta se nutre de valores compartidos que deben mantenerse vivos; y la riqueza de la tradición intelectual cristiana sigue aportando valor a la opinión pública”. Antes de concluir, ha subrayado que “una de las tareas de las universidades es contribuir a la formación de personas que continúen esta larga estela del pensamiento cristiano”.

La grabación de la jornada está disponible en este enlace.

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