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Santo Tomás de Aquino: las artes y las imágenes

Descripcion de la imagen
Apoteosis de Santo Tomás de Aquino del Museo de Bellas Artes de Sevilla. FOTO: Zurbarán, 1631
27/01/14 17:56 Ricardo Fernández Gracia

La egregia figura de Santo Tomás (†1274), como referente de varias escuelas de pensamiento, por haber sido una de las grandes personalidades de la filosofía y la teología, posee también un sobresaliente interés desde el punto de vista de las artes, pues los partidarios de la escolástica lo consideran el mayor filósofo y estético de la misma. Así lo avalan los hechos de  haber teorizado sobre la belleza en plena época del Gótico y haber sido objeto de representación, desde la época bajomedieval hasta nuestros días, por parte de singulares artistas, en distintos contextos históricos, entre los que destacan Filipino Lippi, Fra Angelico, Rafael, Pedro Berruguete, Velázquez y Zurbarán en su famosa Apoteosis del santo destinada a su colegio sevillano, en 1631.

Santo Tomás escribe en pleno momento de florecimiento de las ciudades, cuando se asientan los fundamentos de la cultura moderna, con la renovación de los conocimientos científicos, literarios y filosóficos que imparten las universidades, cada vez más pujantes y con criterios más amplios.

La estética en los escritos tomistas

La belleza, junto a la captación de quien contempla las obras artísticas, han sido dos puntos importantes en el proceso creativo, que han tenido muy en cuenta mentores y artistas. Los sucesivos periodos históricos han aplicado a la belleza distintos parámetros, conscientes de que es una cualidad presente en la mente de los seres humanos que produce un placer intenso, y proviene de manifestaciones sensoriales o ideales. Platón incluyó a la belleza junto a la verdad y la bondad en el conjunto de los principios divinos. El arte griego y romano propugnaron la simetría y la proporción y San Agustín insistió en los principios de unidad, número, igualdad, proporción y orden. Filósofos y artistas han escrito sobre la belleza. Leonardo afirmó: "La belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte" y Unamuno dejó escrito: "¡Belleza, sí belleza! Pero la belleza no es eso, no es la del arte por el arte, no es la de los esteticistas. Belleza cuya contemplación no nos hace mejores, no es tal belleza".

 Para Santo Tomás "Pulchra sunt quae visa placent" (bellas son las cosas que agradan a la vista), afirmando que bellas son aquellas cosas cuya percepción, en su misma contemplación, complace: "Pulchrum est id cuius ipsa apprehensio placet", lo que está en relación con la vista, como sentido más perfecto que sustituye al lenguaje del resto de los sentidos.

Concretando su visión estética nos presenta tres principios. El primero la "integritas" o perfección, porque no puede ser bello aquello que tiene deficiencias. Lo que está deteriorado, o incompleto, es de por sí feo.  El segundo en base a la "consonantia" o proporción adecuada, orden y mesura. Trata de la debida armonía y relación entre las partes del objeto mismo, pero sobre todo, en torno a la conexión entre la obra y quien la percibe. Por último, en tercer lugar, se refiere a la luz-nitidez o "claritas" concepto que sería sustituido, siglos más tarde,  por lo relacionado con el lujo y la ostentación.

Todas esas ideas, encajaban perfectamente en las manifestaciones del arte de la Baja Edad Media, cuando se repiten insistentemente los conceptos de "bien y  belleza", y  "estética de la luz" como reflejo divino y signo inmaterial.

Por otra parte Santo Tomás, al tratar de la eutrapelia, redescubriendo a Aristóteles, elaboró una doctrina de la citada virtud integrada en la ética cristiana, justificando la risa y la delectación que proporciona la vista, a poco que ésta sepa moderarse, y eleva al rango de virtud el arte de saberse distraer y divertir. Como la sonrisa de la vírgenes góticas de la Île de France y la del Buen Dios de Amiens, el Comentario a la ética a Nicómaco, el Comentario de las Sentencias y la Suma teológica inauguraron, en perfecta convergencia, una nueva era de la teología moral, pese a que no sería muy seguida por los teólogos de tradición rigorista, exceptuando a San Francisco de Sales, que amplió los contenidos tomistas en materia de risa y de comedia dirigida a las honnêtes gens del siglo XVII.

Música y Eucaristía: en torno al Oficio del Corpus Christi

En el siglo XIII, para contrarrestar la negación de la presencia real eucarística de  cátaros y valdenses, se produjo un ascenso de la devoción y adoración al misterio eucarístico, entre cuyas consecuencias figura el origen de la fiesta del Corpus en Lieja (1247), y la oficialización de la misma, desde 1264, en época de Urbano IV. Los textos del Oficio Litúrgico de la festividad  fueron obra de Santo Tomás, y constituyen uno de los más bellos del Breviario.

Algunas de las letras del citado Oficio han tenido  ecos singulares en la música. El Pange lingua -cuyas primeras palabras son obra del poeta latino Venancio Fortunato- y muy particularmente las dos últimas estrofas que comienzan con Tantum ergo han sido musicalizadas, desde la Edad Media hasta nuestros días, en bellísimas partituras a voces y con acompañamiento de diferentes instrumentos, que abundan en los archivos de música de nuestras catedrales. El himno Pange lingua es el de vísperas de la fiesta del Corpus y expresa la doctrina de la transubstanciación, según la cual el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo. Alcanzó una amplísima difusión entre el pueblo al cantarse en las cada vez más frecuentes exposiciones del Santísimo Sacramento: su primera parte -Pange lingua- antes de la bendición y tras la misma la última parte, Tantum ergo.

Desde la época renacentista y más aún desde el siglo XVII, las capillas de música de catedrales y colegiatas experimentaron un notable crecimiento, contando con nuevos órganos, excelentes maestros, instrumentistas y cantores, capaces de interpretar delicadas partituras. Respecto a los ministriles que interpretaban música instrumental, hay que hacer notar que, al principio, formaron un conjunto independiente de la capilla de cantores, para intervenir en ocasiones puntuales; si bien, más tarde, se introdujeron en la interpretación polifónica, primero como apoyo armónico para sustentar las voces, luego duplicando las voces. Así lo muestran distintas versiones del Tantum ergo.

Imágenes para leer en clave cultural y religiosa: iconografía del santo

Desde que en 1323 fuese canonizado y más tarde elevado a la categoría de doctor de la Iglesia, en 1567, Santo Tomás, calificado como Doctor angelicus, Scholarum princeps, Lumen Ecclesiae, fue representado en numerosas ocasiones y en diversos  pasajes de su vida, tanto en los históricos, como en otros con los que distintas leyendas engalanaron su figura.

Esculturas, pinturas con su imagen, ciclos narrativos y sobre todo triunfos, lo han representado entre Aristóteles, Platón y otros filósofos, doctores y fundadores, apóstoles y santos,  o venciendo a los heréticos Arrio y Sabelio que impugnaron con Averroes la verdad revelada. Los dominicos encargaron a los pintores numerosas alegorías triunfales "ad maioren ordinis Praedicatorum gloriam", llegando a popularizarse su figura no corpulenta como era en realidad, sino adelgazada, sometida a un proceso de idealización.

Su identificación iconográfica resulta fácil. Viste el hábito de los dominicos que consiste en una túnica blanca larga hasta los pies ceñida por correa, escapulario del mismo color, esclavina con amplia capilla (capucha) y capa coral negra. Como es sabido, el hábito, además de ser un elemento unificador para quienes lo llevan dentro de una comunidad, también identifica, en buena medida, sus ideales espirituales, que generalmente están relacionados con su origen, con las personas que fundaron cada orden y con las reglas que los rigen.

Entre sus atributos figuran el libro y la pluma, la maqueta de una iglesia, el sol, el rosario y las alas, acompañándose en numerosas ocasiones de la Paloma del Paráclito. El libro -generalmente abierto- y la pluma hablan de su faceta de escritor infatigable, su sabiduría y  la doctrina revelada fruto de su inteligencia y tesón. La revelación vendrá significada por la presencia de la paloma del Espíritu Santo. Su pecho suele estar adornado por un sol sostenido por rico collar, en alusión a que con su doctrina ilumina a todos, del mismo modo que el astro, con sus rayos, da luz a toda la tierra. El sol, desde fechas tempranas, poseía carácter divino y junto al santo de Aquino su luz universal se hacía paralela a la doctrina de sabiduría y verdad del santo dominico.

El rosario es propio de la orden de los dominicos por haber colaborado a su difusión y al culto de la Virgen del Rosario. La maqueta alude a su condición de doctor de la Iglesia, ya que es atributo de fundadores y doctores. Por último, las alas hacen referencia a su condición de doctor angélico y a la posesión de las mismas cualidades de los ángeles: inteligencia, sabiduría y pureza.

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