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El ámbito cultural europeo en tiempos de Santo Tomás

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Triunfo de Santo Tomás. FOTO: Vicente Berdusán en los Dominicos de Pamplona, 1674
27/01/14 17:49 Julia Pavón

A comienzos del siglo XIII, Europa Occidental o la Christianitas había superado el largo letargo de la herencia de la desaparición del Imperio Romano. El crecimiento de la población, el ensanchamiento de los horizontes económicos y un nuevo panorama social, venían a dejar atrás el clásico modelo feudal, ofreciendo unas nuevas posibilidades en todos los planos de la realidad, en especial en el ámbito cultural. La reforma eclesiástica gregoriana, el renacimiento urbano y el esplendor monástico, supusieron, desde finales del siglo XI, un reclamo de mayores y mejores bienes culturales. De manera que a la par que crecían las manifestaciones artísticas e intelectuales, tuvo lugar un notable incremento de los medios para la reflexión y creación culturales: empleo del latín como vehículo gramatical de las relaciones diplomáticas y disputas intelectuales, nacimiento de las escuelas catedralicias y universidades, además de un perfeccionamiento de los métodos de estudio y docencia.

Tomás de Aquino, dominico y escolástico, aúna en su persona uno de los perfiles más paradigmáticos como referente cultural de su tiempo. Al margen de su formación teológica y filosófica, y de la trascendencia de su obra, ya en vida; la biografía del doctor angélico nos ilumina acerca del destacado papel de las universidades, y de la orden de Predicadores, a la que él pertenecía, durante los siglos centrales del medievo.

Estudiante y maestro de Teología de la universidad de París, centro neurálgico de las principales especulaciones teológicas y filosóficas del continente; no dudó en abandonarla para servir a su orden en Italia, enseñando en Nápoles, Roma, Viterbo y Orvieto (1259-1269). Por entonces, también despuntaban universidades como Bolonia, con relevantes estudios en Derecho; Salerno y Montpellier, con gran desarrollo de la Medicina; Oxford y Cambridge; y Palencia, Valladolid y Salamanca, en la Península Ibérica. Asimismo estos centros de enseñanza superior se fueron poco a poco convirtiendo en corporaciones académicas con un alto grado de autonomía jurisdiccional, dependientes de la autoridad pontificia, y ejes del vigor y la versatilidad de los más destacados intelectuales; además de ser los focos para la formación de los principales hombres y cortesanos al servicio de la Iglesia y monarquías europeas.

Aunque los principales eruditos universitarios se centraron en el estudio de la obra aristotélica con el objetivo de definir un lenguaje filosófico al servicio de la Teología, también hubo un gran espacio para los saberes prácticos, como la reflexión política, humanística, económica o médica. Y detrás de todo ese esfuerzo, las órdenes mendicantes: franciscanos (1209) y dominicos (1216); modelos consagrados de vida nacidos en este contexto de cambios europeos para dar respuesta a la sociedad de entonces. El ejemplo de la "cercana" vida evangélica de estos frailes, y su consagración a la predicación y evangelización de las gentes, acabó por consagrar a los franciscanos (más en entre el pueblo llano) y a los dominicos (más dentro de las instituciones universitarias) como agentes de la rehabilitación de la cultura, especialmente religiosa, en todas las esferas de la sociedad.

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