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Volver Un catedrático apuesta por una formación que incluya valores esenciales y no se limite a lo tecnológico y al desarrollo de competencias

Un catedrático apuesta por una formación que incluya valores esenciales y no se limite a lo tecnológico y al desarrollo de competencias

Emilio López-Barajas impartió un seminario del Grupo de Investigación "Ciencia, Razón y Fe" sobre los paradigmas de investigación de la sociedad moderna

23/11/10 11:16
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El catedrático Emilio López-Barajas. FOTO: Manuel Castells


Emilio López-Barajas Zayas
, catedrático de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), impartió un seminario en la Universidad de Navarra bajo el título "Los paradigmas de investigación. Crítica epistemológica". La actividad fue organizada por el Grupo de Investigación "Ciencia, Razón y Fe".

El profesor López-Barajas es catedrático en Fundamentos de Metodología Científica, del área de Teoría e Historia de la Educación. Asimismo, dirige el  Curso de Experto Universitario en Formación de Formadores de la UNED, del que también es profesor.

¿Cuáles son los actuales paradigmas de la investigación?

La sociedad moderna es hija, fundamentalmente, de dos paradigmas: el científico-tecnológico y el crítico-interpretativo. Ambos nos han aportado cosas positivas. El primero, que es el propio de la ciencia moderna, ha logrado importantes avances en campos como la Medicina: antibióticos, vacunas… En el aspecto tecnológico, ha liberado a las personas de tareas serviles que ahora desempeñan las máquinas, sobre todo en los países que llamamos desarrollados. La segunda aporta un mayor conocimiento de lo psicológico, lo sociológico, lo emocional, de la comunicación humana…

¿Presentan alguna deficiencia?

Por la propia definición de su metodología, carecen de lo esencial: los valores fundamentales y permanentes, que suponen lo único que puede estabilizar la vida personal de los individuos y la vida colectiva de cualquier grupo o comunidad cultural. Esos valores esenciales están ausentes y no tendrían por qué; quizá se deba a un prejuicio de la modernidad respecto a la tradición, por entender que ésta exige hacer tabla rasa. Se ignora que al reducirlo todo a lo contextual, a lo emocional, a lo sentimental, a lo psicológico, a lo romántico o a lo biológico, se dejan de lado cuestiones tan importantes como el amor, la libertad o la solidaridad. Éstos no se pueden dilucidar sólo con la vía empírico experimental ni tampoco exclusivamente con la vía crítico interpretativa. La necesidad primaria y básica del ser humano de amar y ser amado queda reducida en esos dos paradigmas.

Hoy en día, parece que sólo se valora la investigación que conduce a resultados útiles, en detrimento de las humanidades… ¿Es la tendencia para el futuro?

El pragmatismo americano es la vertiente estadounidense del paradigma científico tecnológico. En esta corriente, la finalidad es la utilidad. Tal y como está estructurado y concebido el mercado en la actualidad, el único valor que existe es el precio. De ahí que, al menos en el presente, los valores queden relegados a ese sentido útil. Por otro lado, ha ocurrido que, al huir de la Filosofía primera, hemos quedado reducidos a lo sociológico, lo psicológico y lo emocional, incluso a lo biológico. Deberíamos rectificar el rumbo para evitar las tormentas que pueden amenazar la vida personal y de grupo. Esto no implica abandonar la ciencia ni el mundo afectivo y personal, sino sumarlo a lo sustantivo y esencial de los valores. Se trata de orientar a nivel personal la nave de nuestra vida y a nivel de grupo la nave de lo cultural y lo sociológico hacia una orilla donde no sólo tengan cabida la utilidad, el precio y lo tecnológico, sino también la necesidad primaria de los humanos: ser amados y poder amar.

¿Es ese el principal desafío de la sociedad del conocimiento?

Las personas y organizaciones nos movemos en una cultura tecnológica. Los jóvenes tienen mayor dominio de las nuevas tecnologías de la comunicación e informática que las generaciones que les preceden. Estas herramientas son imprescindibles en una sociedad escenificada en el mercado, en la búsqueda de lo económico y lo útil. No obstante, aun siendo necesario lo práctico, el desarrollo de las competencias para trabajar y producir, se requieren espacios donde puedan surgir los brotes del amor. Es necesario crear estos espacios para que la gente joven no se sienta decepcionada y reduzca su existencia a lo que parece que es una de las tendencias in crescendo: la deriva hacia el individualismo y el hedonismo. Es una situación aparentemente estable, pero disgregadora.

¿Qué importancia tiene la formación continua en un contexto de globalización y continuo cambio?

Estamos inmersos en un cambio tecnológico acelerado. Esto exige que al mismo tiempo que un ciudadano trabaja, tiene que ponerse al día en las nuevas tecnologías. Como no se vislumbra una tendencia de cambio, parece necesario mantenerse en un ejercicio de aprendizaje continuo para no caerse del sistema. Cabe resaltar que, incluso en los países desarrollados, el número de ciudadanos que van quedando marginados de la sociedad, primero laboralmente y luego socialmente, crece. Esto es consecuencia de una falta de previsión en el aprendizaje permanente a nivel personal y de grupo social. Pero como también es cierto que el mercado exige la competitividad de forma permanente, existe el riesgo de que ese aprendizaje sólo camine de la mano de la competencia. Eso sería un reduccionismo y una alienación en ese rumbo que deberíamos corregir.

¿Qué solución propone?

No podemos aislarnos del sistema: hay que mantenerse al día de las nuevas tecnologías. Sin embargo, hay que encontrar el equilibrio entre eso y desarrollar el brote genuino que cada persona tiene dentro. Eso supone dedicar tiempo a otros aspectos de la formación que no se limitan a lo tecnológico o al desarrollo de competencias, como leer La Iliada o La Eneida, por ejemplo. Las universidades también deben tenerlo en cuenta para evitar que se conviertan en instituciones excesivamente pragmáticas, burocráticas y mercantilistas, lo que mataría lo más genuino que hay en ellas.

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