Publicador de contenidos

Volver 2016-01-20-noticia-ICS-Luis-echarte

¿Qué diferencia a los seres humanos de las máquinas?

Social Trends Institute entrevista a Luis Echarte, profesor de la Facultad de Medicina y colaborador del Grupo ‘Mente-cerebro' del Instituto Cultura y Sociedad

Descripcion de la imagen
Luis Echarte FOTO: Manuel Castells
20/01/16 18:59

El centro de investigación Social Trends Institute ha entrevistado a Luis Echarte, profesor de la Facultad de Medicina y colaborador del Grupo ‘Mente-cerebro' del Instituto Cultura y Sociedad, en relación con un artículo publicado en la revista Sciencia et Fides. En él analiza la dimensión temporal de la libertad humana y cómo, mediante dicho análisis, es posible entender algo mejor por qué el ser humano no es una máquina.

Su investigación versa sobre la presencia de marcadores teleológicos en el cerebro. ¿Qué tiene esto que ver con la libertad?

Con frecuencia, cuando pensamos sobre el comportamiento voluntario tendemos a creer que siempre tenemos experiencias introspectivas, es decir, que sabemos cuándo actuamos libremente. Mi hipótesis sobre los marcadores teleológicos se adentra en otro modo de comprender la libertad. Desde mi perspectiva –compartida por muchos filósofos tradicionales y contemporáneos-, la subjetividad es una condición esencial en el origen del comportamiento voluntario, pero no acompaña a la acción necesariamente a lo largo de todo el camino. En este contexto, soy muy crítico con los experimentos -como el de Benjamin Libet o el de Chun Siong Soon- en los que la consciencia del agente se usa como criterio principal para distinguir entre comportamiento libre o determinado. Sugiero que, para este propósito, los neurocientíficos habrían de centrar su atención en la búsqueda de un marcador biológico que estuviese vinculado al proceso de captura o creación de objetivos. A diferencia de las experiencias subjetivas, estos marcadores teleológicos podrían monitorizarse a través del proceso voluntario –experimentado o no-.

¿En qué medida los humanos son similares a las máquinas?

Es una pregunta difícil de contestar. En todo caso, invertiría la pregunta diciendo que las máquinas son, en algunos aspectos, similares a los seres humanos. No obstante, no me gusta esta comparación porque conduce a errores categóricos. De ellos, el más importante es equiparar el todo con una de sus partes. Las máquinas existen porque es posible para nosotros replicar ciertos procesos corporales. Con todo, estos procesos solo pueden entenderse –tienen sentido- dentro del todo al que pertenecen. Por ejemplo, para definir un despertador debemos mencionar algo que no está en la máquina: el usuario. En otras palabras, las máquinas son un conjunto de procesos humanos particulares que han sido conceptualizados, reproducidos e implementados en el mismo lugar espacial extracorpóreo. Por eso es por lo que filósofos como David Chalmers afirman que los ordenadores son, de algún modo, extensiones de nuestra mente. Y precisamente porque las máquinas tienen una identidad instrumental, en sentido estricto, no podemos revertir esa relación conceptual. El individuo no necesita máquinas para pensar, aunque pueda servirse de ellas. También por este motivo la mente no puede reducirse a un conjunto de procesos: es algo más. La mente humana hace posible la construcción de ordenadores del mismo modo que las puertas hacen posible la fabricación de cerraduras; pero las puertas no son cerraduras. Hay puertas sin cerraduras.

Si la mente es más que un computador, ¿qué es entonces?

Para muchos, la clave de esa pregunta tiene que ver con cómo la experiencia fenomenológica se relaciona con los procesos cerebrales – el problema mente-cerebro-. No obstante, pienso que este no es el mejor modo de abordar el problema. Resulta más fructífero comenzar con el estudio del comportamiento teleológico. ¿Qué diferencia hay entre los movimientos dirigidos a un objetivo y los que no lo están? Es una perspectiva muy antigua: para comprender nuestra psique deberíamos remontarnos al problema del alma, estudiar qué da vida al cuerpo, para luego entender la inteligencia como un tipo de movimiento vital. Y es que la teleología no está sólo en la raíz de la conducta humana sino también del pensamiento. El reto está en entender en qué manera la teleología es previa a la mente, lo que significa que la realidad, al menos la materia con alma –la materia animada–, posee cierta capacidad para trascenderse o, si se prefiere, cierto grado de interioridad.

Me gusta describir esa interioridad como un pliegue temporal de la materia en el que el pasado y el futuro de una entidad son reunidos en un mismo instante referencial y por el cual emerge el movimiento intencional. En este contexto la inteligencia recibe su significado más profundo: el de capacidad para la libertad. La evolución de la inteligencia, desde los organismos básicos a los seres humanos, refleja la conquista de los vivientes por poseerse a sí mismos. La forma final de esta liberación consistiría en la habilidad de crear y adoptar nuevos propósitos. Esa es la principal diferencia entre Gary Kasparov, el gran maestro del ajedrez, y Deep Blue, el superordenador de IBM. Solo el primero sabe por qué está jugando. No sabemos cómo diseñar máquinas capaces de darse a sí mismas una razón para actuar, para cambiar de juego o para simplemente parar. Son esclavos de nuestros sueños, no importa cuán bien puedan llegar a darles cumplimiento.

Leer la entrevista completa en la web de Social Trends Institute

Artículo de Luis Echarte publicado en Sciencia et Fides: "Teleological markers: Seven lines of hypotheses around Dennett's theory of habits"

BUSCADOR NOTICIAS

BUSCADOR NOTICIAS

Desde

Hasta