Pablo Pérez: "En la cultura ‘woke’ se imponen la denuncia y la acusación, no es frecuente la autocrítica"
El director científico del ICS y catedrático de Historia Contemporánea de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra publica su nuevo libro, ‘De Mayo del 68 a la cultura woke’
06 | 06 | 2024
Un recorrido histórico desde las revueltas estudiantiles parisinas de Mayo del 68 a las actuales protestas en los campus estadounidenses y europeos. Este es el viaje que propone Pablo Pérez López, director científico del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra y catedrático en Historia Contemporánea de la Facultad de Filosofía y Letras, en su nuevo libro, De mayo del 68 a la cultura woke, publicado por Palabra.
La obra, que toma como punto de partida el triunfo del estilo de vida norteamericano tras la Segunda Guerra Mundial, establece nexos entre la revolución estudiantil y sindical vivida en 1968 y la cultura woke, una suerte de herederos contemporáneos de las formas de vida que empezaron a gestarse en los sesenta. Su propuesta permite comprender, a la luz de los hechos históricos, de dónde beben movimientos como lo woke y la cultura de la cancelación, e invita a una reflexión crítica.
“La protesta política de Mayo del 68 fracasó inicialmente porque, cuando fueron a las urnas, votaron que las cosas siguieran como estaban, no una exaltación de protesta. Sin embargo, introdujeron en el debate público y en las costumbres unas maneras de vivir que consiguieron ser legitimadas. Y ahí se incluye la cuestión de las libertades sexuales”, explica el autor, también profesor del Máster en Cristianismo y Cultura Contemporánea. Como consecuencia, este escenario condujo “a la imposición de una política cada vez más centrada en el interés de los individuos y en la identidad”. Estos pilares, defiende Pérez, conectan directamente con el movimiento woke, que identifica con la cultura de la cancelación: “El primer efecto al que conduce la llamada al despertar para la protesta es cancelar el discurso que está construyendo un mundo injusto”.
Así, apunta que, si bien “es una cultura que llama al reconocimiento de minorías que están siendo victimizadas de manera injusta por el poder dominante”, se trata de “una cultura de denuncia y acusación a los demás, donde no es frecuente la autocrítica”. Y lo relaciona con “la pérdida del sentido cristiano de la interpretación del mundo, puesto que, en nuestra cultura, la idea de que el mal es responsabilidad de todos y, por tanto, mía, es muy importante”.
Precisamente, una de las cuestiones clave de este ensayo histórico es la reflexión en torno al concepto de libertad derivado de Mayo del 68 y que hoy, subraya el historiador, adoptan los defensores del movimiento woke: “Como toda acción humana, la libertad está limitada. Sin embargo, su exaltación como algo incuestionable y sin límites parece una de las finalidades en el mundo contemporáneo y tiene muy poco sentido”.
Como ejemplo, destaca la pérdida de la libertad de expresión en las universidades, especialmente en Estados Unidos, donde sonaron las primeras voces de alarma. “Una de las primeras acciones de la cultura woke en los campus universitarios, de la mano de catedráticos y profesores que habían sido sesentayochistas, es señalar. Y si no se puede hablar ni discutir, ¿cómo vamos a pensar?”. El resultado, lamenta el autor, es “la pérdida de la posibilidad de hablar de todo de manera abierta y respetuosa, y de poder discutir los asuntos, sean los que sean, sin tomarlos como una cuestión personal ni anular al contrario por sus ideas”. Para revertirlo, propone recuperar la idea de libertad como una cuestión “estrechamente ligada a los demás” y trabajar en una conciencia más social y trascendente.