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Concluye la tercera edición del ciclo de conferencias del Museo del Prado en la Universidad, con una sesión dedicada al séptimo arte

El catedrático emérito de la Universidad de Zaragoza, Agustín Sánchez Vidal, ha adentrado a los asistentes en el universo fantástico del cine

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Agustín Sánchez Vidal, ponente de la última sesión del ciclo de conferencia de El Prado en la Universidad. FOTO: Manuel Castells
01/02/19 11:17 María M. Orbegozo

El Museo de la Universidad de Navarra se ha llenado de magias, fantasmagorías, sueños y pesadillas cinematográficas en la última sesión del ciclo de conferencias que el Museo del Prado ha organizado en colaboración con la Facultad de Filosofía y Letras.

Agustín Sánchez Vidal, catedrático emérito de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, ha repasado las principales aportaciones que, a lo largo de los siglos XIX y XX, permitieron que el cine se hiciera cargo de los registros fantásticos del arte. Tal y como ha afirmado “desde sus orígenes, el cine se interesó por la misma temática de lo fantástico que venían frecuentando los mitos y leyendas, la literatura, las artes plásticas u otras creaciones”. En este sentido, ha señalado que el llamado séptimo arte, “es capaz de evocar lo más parecido a las imágenes internas del mundo de los sueños”.

De forma cronológica, también ha aludido a sus aspectos tecnológicos, asegurando que es “la primera manifestación artística que se basa en una máquina”. Apoyado en una imagen de un taumatropo del siglo XIX y de un rodete de 12.000 años de antigüedad, ha explicado que “las representaciones artísticas del movimiento se intentaron simular y evocar desde el Paleolítico, porque reproducir la vida es una de las mayores aspiraciones de la humanidad”. Así, el taumatropo dio lugar a la aparición de la llamada “linterna mágica”, un aparato óptico, precursor del cinematógrafo, “cuyo auge se dio con el cambio de siglo, del XVIII al XIX. Fue entonces cuando un belga Éttiene-Gaspard Robert, más conocido como Robertson, la popularizó con la difusión de sus fantasmagorías”.

“El perfeccionamiento de la linterna mágica abrió el camino al cinematógrafo”, ha explicado el catedrático. “Desde entonces, gracias a la proyección en una pantalla, las imágenes se desprenden del soporte, acceden a otro nivel de realidad, y el cine se va a nutrir de todo esto para lograr su magia”, ha asegurado.

Asimismo, el experto ha hecho alusión a dos de las corrientes que más presencia tuvieron durante los primeros años del cine: el expresionismo alemán “que dejó un gran legado en el cine industrial europeo y americano” y el surrealismo. Según Sánchez Vidal, uno de los estudiosos más reputados en el cineasta, “a través de Buñuel se produjo una interesante evolución, pues tenía un pie en el expresionismo germánico y otro en la línea simbolista francesa, además de tener presentes las técnicas surrealistas. Esto le llevó a crear una línea muy influyente en el cine fantástico”. Por otro lado, ha asegurado que “pocos han explorado el mundo de los sueños como Buñuel, que representó en muchas de sus películas la sensación que tenemos al soñar: cuando estamos dormidos, nuestro cuerpo se desdobla: una parte del ‘yo’ viaja, mientras seguimos dormidos”. En este sentido, ha señalado que “el cine potencia esta duplicidad porque el espectador se mete en la pantalla”.

Durante la sesión no han faltado alusiones a las películas más destacadas de los últimos tiempos; obras en las que se exploraron los registros fantásticos y nuevas técnicas y que sirvieron de referencia años después. Así, “la I Guerra Mundial acabó con muchas fantasías fílmicas, y la Segunda contienda volvió obsoletas muchas imágenes heredadas del siglo XIX. Por su parte, la Guerra Fría activó los vínculos con la ciencia ficción”. “Si el género quería sobrevivir, tenía que actualizarse”, ha asegurado.

Después de llegar hasta nuestros días, donde priman las imágenes generadas por ordenador, Sánchez Vidal ha concluido su exposición afirmando que “el cine es una vivencia colectiva compartida por muchos, que hace aflorar elementos que no están totalmente configurados. Hay muchas partes ocultas que la sociedad no se atreve a afrontar y cuando alguien les da forma, tienen una gran capacidad de arrastre que las vuelven inquietantes”.

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