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Ruta por los retablos del Roncal

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Retablo mayor de la parroquia de Isaba

El retablo mayor de Isaba es obra de Miguel de Gárriz, maestro que se va perfilando poco  a poco y deja de ser un nombre prácticamente desconocido. Fue un escultor propiamente dicho, ya que en la documentación aparece continuamente como imaginero, cuya personalidad se encuentra en la historia de nuestra plástica renacentista ciertamente desdibujada. Su figura debe ser reivindicada como uno de los maestros con capacidad de llevar adelante proyectos de envergadura, en el segundo tercio del siglo XVI, desde su taller establecido en la capital navarra.

La noticia de su intervención en Isaba, que proporciona el Catálogo Monumental de Navarra, fue una comunicación oral del investigador Vicente Villabriga y hoy la podemos corroborar con los abundantes datos de un proceso conservado en el Archivo General de Navarra (AGN. Procesos, núm. 146063).

Al compromiso para hacer el retablo mayor de Isaba precedieron otros encargos notables, como el busto de Santa Úrsula de la catedral de Pamplona en 1534. Tuvo taller en Pamplona, estuvo casado con María Jiménez de Cascante, trabajó entre otros retablos los de la parroquia de Olloqui (1541), para el arcediano Remiro de Goñi en el Hospital (1551), la parroquia de Orísoain que se ha conservado y que documentamos (a. 1565), y tasó el antiguo retablo del Rosario de los Dominicos de Pamplona, obra de Miguel de Espinal en 1562. Su viuda reclamaba, en 1568, a los de Donamaría 80 ducados, resto de 120, por la obra de un retablo para la iglesia parroquial de aquella localidad. Como ha hecho notar Eduardo Morales, la documentación se refiere a él como maese, lo que no ocurre en su tiempo sino con Miguel de Espinal y Juan de Anchieta, lo que indica su posición de preeminencia dentro del oficio. Al igual que en otros casos de artistas activos en el segundo tercio de siglo, evolucionó desde posiciones más decorativistas a la utilización de motivos y estructuras más clásicas, como se puede comprobar en los retablos de Isaba y Orisoain, ligeramente posterior y obra que documentamos del artista en estas líneas, datada hacia 1570 y que hay que adelantar en torno a una década.

Del retablo de Isaba, al parecer el más ambicioso de sus proyectos y que su autor calificaba como “muy bueno”, se hizo cargo en 1555, para finalizarlo en cinco años. En agosto de 1560 y de acuerdo con el citado plazo se procedió a su tasación por parte del entallador Juan de Villarreal y el escultor Miguel de Espinal. Ambos evaluaron el conjunto -retablo, imaginería y sagrario- en setecientos ducados, cantidad que calcularon por los jornales invertidos en la pieza, e impusieron a Gárriz la obligación de realizar los guardapolvos por entender que los citados elementos iban a aportar unas dimensiones más proporcionadas al retablo. La decoración de los mismos incorporaría “colgantes de hojas de frutas a la romana y las hojas bien abultadas”, en sintonía con los usos de esos motivos en aquellos momentos que siempre ganaban en dimensiones y carnosidad. En 1565, un Miguel de Gárriz anciano y con falta de memoria, llevó ante los tribunales a los de Isaba por la deuda que ascendía a 553 ducados y 35 tarjas, ya que sólo había cobrado 146 ducados y 15 tarjas. El contrato no se pudo aportar como prueba, pues no lo localizó el maestro, señalándose que se firmó en Pamplona en presencia del obispo Moscoso, uno de los prelados pamploneses que no escatimó esfuerzos para modernizar los templos y sus ajuares. Numerosos datos de cómo se procedía a pagar a los artistas en aquel siglo XVI aparecen en las pruebas testificales. Sólo señalaremos el papel que jugó el rector don Lorenzo Périz, el cual aseguró al escultor, al comenzar a trabajar en el retablo, que era acreedor de la iglesia en 800 ducados y que él sería el primero en cobrar. En una carta del citado rector leemos: “A mi me pena en el alma que maestre Miguel Gárriz, el buen viejo, escribe tanta pesadumbre en la deuda que le debe la iglesia de Isaba …., otra cosa particular no hay, que maestre Miguel se ha engañado, que a la clara yo hablo, que él será pagado y yo sea el primero pagado y muerto yo, luego seré yo olvidado...”.

El complemento del dorado y policromía del retablo, fueron encomendados, en 1583, al pintor palentino de Becerril de Campos, Simón Pérez de Cisneros, al cual se le adeudaban más de veinte mil reales en el año 1608, según declara en su propio testamento. Los nombres que figuran en inscripciones como responsables del dorado: FECERUNT LUCERE –hicieron brillar- se pueden identificar: el de Juan Carrica con un beneficiado de la parroquia y el de Pedro Jorge con el abad de la misma. El contenido del lucere de la inscripción mencionada hay que ponerlo en relación con la estética medieval de Santo Tomás que consideraba bellas las cosas que agradan a la vista: quia visa placent, con tres condiciones: integritas, consonantia et claritas (nitidez, esplendor, luminosidad, resplandor, claridad y brillo.....).

La pieza se adapta estéticamente a los postulados de las grandes obras del segundo tercio del siglo, en su fase decorativa. Estructuralmente se organiza con un banco con hornacinas, dos grandes cuerpos divididos en cinco calles guarnecidos por guardapolvos y ático. Balaustres, columnas estriadas con el tercio inferior decorado, templetes con figurillas y frisos decorativos de distinta calidad en los que destacan niños con arcos, trofeos, cartelas, calaveras, filacterias, guerreros con cola de sirena, águilas y cupidos son los protagonistas de la pieza con una gran carga de decorativismo.

La escultura, de desigual factura y estilo, obedece a la confluencia en su taller de las tendencias –aragonesa, castellana y flamenca- imperantes en aquellos momentos en la plástica navarra y muy particularmente en los obradores pamploneses. La iconografía presenta en el banco grupos escultóricos dedicados a la Pasión, en el primer cuerpo bultos de diversos santos de devoción en el pueblo (San Pedro, San Gregorio, el titular San Cipriano, Santo Obispo y San Marcos), en el segundo escenas de la vida de  la Virgen en grupos (Anunciación, Visitación, Virgen con el Niño, Nacimiento y Epifanía) y finalmente, en el ático otros santos (Santa Engracia, San Félix y Santa Quiteria) rematado todo ello por un Crucificado expresivista, estética a la que pertenece el resto de la escultura del retablo, aunque sin las exageraciones propias de aquella corriente.

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Retablo mayor de la parroquia de Isaba

aula_abierta_itinerarios_21_bibliografia

Archivos Parroquiales de Garde, Vidángoz, Isaba, Uztárroz y Roncal

Archivo Diocesano de Pamplona. Procesos

Archivo General de Navarra. Notaría de Roncal y Procesos

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