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Javier Gil Guerrero, Doctor en Historia e investigador del proyecto ‘Religión y sociedad civil' del Instituto Cultura y Sociedad.

La crisis migratoria en Europa: responsables por acción y omisión

mié, 30 sep 2015 12:28:00 +0000 Publicado en Published in Ideal de Jaén, Ideal de Almería, Hoy (Cáceres, Badajoz and digital editions), Las Provincias, El Diario Montañés, Heraldo de Aragón and La Rioja

Las consecuencias de nuestros actos acaban llamando a la puerta. En el caso de Europa, se trata de cientos de miles de refugiados e inmigrantes agolpados en sus fronteras. La crisis migratoria  de los últimos meses, un hecho sin precedentes desde el final de la Segunda Guerra Mundial, es en parte una consecuencia de las acciones (y omisiones) de Europa en los últimos años. La situación actual no habría podido darse sin los conflictos en Ucrania, Libia, Siria, Irak, Afganistán y Yemen.

En todos ellos Europa se ha visto envuelta en mayor o menor grado. Con respecto a Ucrania, Europa azuzó las protestas sociales que acabaron con el corrupto gobierno prorruso. Sin embargo, cuando Putin respondió invadiendo Crimea y alentando una insurgencia en las provincias del este, Europa no respondió adecuadamente a las necesidades del nuevo gobierno ucraniano que había ayudado a crear. Como resultado, Ucrania ha quedado a merced de la agresividad rusa e inmersa en un conflicto ruinoso con los insurgentes prorrusos.

En el caso de los países árabes, que son el verdadero núcleo del problema migratorio al que actualmente se enfrenta Europa, la irresponsabilidad occidental en la actual crisis fue estimular la llamada primavera árabe. En el "modélico" caso de Yemen, la mediación diplomática de EE. UU. y Europa llevó a la destitución del hombre fuerte del país. El resultado fue un vacío de poder y una guerra civil. En Libia, Europa intervino directamente con una campaña aérea y un bloqueo naval que ayudaron al derrocamiento de Gadafi. Sin embargo, una vez depuesto el dictador, Europa y EE. UU. abandonaron la escena. Cuando se desencadenó la guerra civil en Libia, Europa no apoyó decisivamente al bando enfrentado a los islamistas. El resultado ha sido la prolongación del conflicto por años. Algo similar ocurre en el caso de Siria, donde Europa y EE. UU. apoyaron las protestas contra el régimen de Asad. Pero cuando las revueltas se tornaron en guerra civil, el apoyo a los disidentes nunca llegó a materializarse. Desesperados, muchos rebeldes sirios no vieron otro remedio más que echarse en brazos de la insurgencia islamista mientras que el sector moderado era estrangulado por falta de apoyos externos.

En Irak, la situación comenzaba a estabilizarse gracias a la masiva presencia militar y civil estadounidense ordenada por Bush en los últimos años de su mandato. Pero cuando Obama decidió retirar todas las tropas en 2011, antes de que la situación se hubiera estabilizado por completo, el país rápidamente descendió al conflicto sectario que hasta entonces había logrado evitarse. Afganistán va en camino de repetir el caso de Irak. Por decisiones políticas en Europa y EE. UU. no ligadas a las necesidades y la situación sobre el terreno, el repliegue de las tropas continúa acelerándose con un consiguiente aumento de las actividades de la insurgencia talibán.

La larga duración de los conflictos y su metástasis han desembocado en un éxodo masivo de las poblaciones afectadas. Pero no toda la responsabilidad de la situación actual recae en Occidente.

¿Cuántos refugiados sirios se han ofrecido a acoger los países del Golfo Pérsico?: ninguno. La reticencia de Europa a la hora de proveer asilo a los miles de refugiados y la disfuncional respuesta de los diversos miembros de la Unión con respecto a la llegada de inmigrantes no debe oscurecer otro hecho más llamativo y escandaloso: la pasividad de los países musulmanes, en especial las monarquías del Golfo Pérsico, a la hora de ayudar a paliar la grave situación de los refugiados. Este hecho es más escandaloso cuando se considera la riqueza de esos países, su proximidad geográfica a Siria y su responsabilidad en el conflicto -conviene recordar que los países del Golfo financian y entregan armas a diversas milicias-.

Con la excepción de algunos países vecinos de Siria e Irak, en particular Líbano -donde los refugiados constituyen un cuarto del total de la población del país-, Jordania y Turquía, ningún otro país musulmán de la zona ha abierto sus fronteras a los refugiados ni ha destinado una cantidad significativa de dinero para asistirlos.

Cuando se trata de ayudar a paliar la penuria de sus hermanos musulmanes (sean palestinos, iraquíes, sirios, afganos o yemeníes), el patrón siempre es el mismo: indiferencia y fronteras cerradas. Mientras la solidaridad de los países del Golfo obvie a los refugiados, el drama persistirá. Mientras Europa aliente el cambio político en el extranjero y luego rechace apoyar decisivamente la creación de instituciones fuertes en eses países, la tragedia continuará.