Gerardo Castillo Ceballos, Profesor de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
El menosprecio de la cultura humanística daña a la democracia
Muchos analistas sociales coinciden en que actualmente asistimos a una crisis cultural de carácter global. Uno de sus síntomas es el eclipse de las humanidades, oscurecidas en el seno de una sociedad pragmática. A ese fenómeno se ha referido el profesor Alejandro Llano con estas palabras: “No pocos fenómenos actuales, que revelan decadencia cultural y pérdida de sentido, encuentran su trasfondo en ese feroz pragmatismo que desprecia cuanto no ofrezca una utilidad inmediata. Falta calado existencial para percibir los valores morales y no pocas veces se registra una grave ceguera para los significados religiosos. La vida humana se empobrece, la resignación campea y el conservadurismo consumista se generaliza.”
Las materias humanísticas están padeciendo una progresiva marginación en los planes de estudio por no considerarse rentables. Pero esa mentalidad no es nueva.
Se cuenta que en las antiguas Cortes franquistas, José Solís Ruiz, entonces Ministro Secretario General del Movimiento, defendía un proyecto de ley para aumentar el número de horas dedicadas al deporte en los colegios en detrimento del estudio de las lenguas clásicas (del latín concretamente). En su discurso se preguntó: "¿Para qué sirve hoy el latín?". Adolfo Muñoz Alonso, profesor de la Universidad Complutense, desde su escaño contestó a Solis: "Por de pronto, señor ministro, para que a Su Señoría, que ha nacido en Cabra, le llamen egabrense y no otra cosa."
Para Marc Fumaroli “los textos clásicos son los más perdurables creadores de cultura que nos han llegado; los salvados del naufragio de años y siglos. Son los que han marcado con sello propio el progreso cultural de esa tradición que educa, ilumina e invita a pensar y sentir con profundidad. Por eso, el menosprecio actual de esos clásicos es un signo de enorme desviación cultural”. (En “la luz de los lejanos faros”).
La filósofa estadounidense Martha C. Nussbaum publicó en 1997 “El cultivo de la humanidad: una defensa clásica de la reforma en la educación liberal”.
Explica que hay tres capacidades que solo las humanidades desarrollan y que son imprescindibles para la convivencia democrática: 1) la capacidad de examinar críticamente las propias ideas y las tradiciones culturales en que se ha crecido; 2) la capacidad de verse a sí mismo como ser humano vinculado a los demás seres humanos; 3) la capacidad de imaginación, que permite ponerse en el lugar de los demás.
En 2010 Nussbaum publicó su segundo libro con este título: “Sin fines de lucro: por qué la democracia necesita de las humanidades”. Afirma que las humanidades son un contrapeso necesario a la gran difusión de los conocimientos tecnocráticos. Añade que las humanidades son necesarias para pensar críticamente, para acercarse a los problemas globales como un “ciudadano del mundo”, y para comprender empáticamente a otras personas. Son tres cualidades esenciales para la democracia.
La formación humanística confiere calidad a las profesiones. Pieper ha afirmado que “toda actividad profesional vivida con rigor y seriedad presenta una dimensión filosófica”. Buena prueba de ello es que últimamente muchos directivos de empresa son contratados por su cultura humanística.
La sociedad necesita arquitectos capacitados para construir buenos edificios, pero esos mismos arquitectos han de tener la sensibilidad suficiente para hacer construcciones, no sólo técnicamente viables, sino al mismo tiempo humanas. No tendría sentido estar cerrados a las carreras humanísticas, como tampoco lo tendría, negar esa formación a las demás carreras.
Un riesgo que existe hoy en los jóvenes es que sean personas muy instruidas pero no cultas. Frente a la “cultura” de los eruditos, Marañón proponía la cultura de los humanistas. Los estudiantes necesitan aprender a aprender por sí mismos; consiste en la capacidad de captar lo esencial de cada tema y de expresarlo de forma clara y sintética.
La supeditación de la verdad y de la cultura a lo útil está influyendo en estudiantes universitarios que enfocan la carrera de forma utilitarista. Muchos no aspiran a saber más; se conforman con obtener, como sea, las calificaciones que les pedirán más adelante en las entrevistas de trabajo.
Pienso que el mejor procedimiento para evitar que los jóvenes sean víctimas fáciles de la fascinación por lo tecnológico es despertar en ellos, de forma preventiva, el interés hacia la cultura humanista.