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Héctor A. Robles, Neurorradiólogo, profesor invitado en la Universidad de Navarra y especialista de la Clínica Mayo

Ictus: del riesgo a la prevención

    
sáb, 29 oct 2016 13:00:00 +0000 Publicado en Heraldo de Aragón

Si digo que el Ictus es una enfermedad más que terrible, no le sorprenderá a nadie. Es más: no diría nada nuevo de lo que ya sabemos todos. Porque así lo es. Una terrible enfermedad. Pero veamos algunos aspectos técnicos que, inevitablemente, nos ayudarán a vislumbrar mejor esta situación de la que hoy, por cierto, se celebra su Día Mundial. El Ictus representa la pérdida repentina de una función neurológica, ocasionada por una variedad de factores, incluyendo un bloqueo de una de las arterias que suple al cerebro por un coágulo o trombo que ocasiona falta de oxigenación al mismo, o una hemorragia cerebral o subaracnoidea (la hemorragia subaracnoidea es el volcado de sangre en el espacio subaracnoideo, donde normalmente circula líquido cefalorraquídeo). También es una de las causas de mortalidad más común, de hecho, según la OMS, en el año 2012 fue la segunda causa de muerte a nivel mundial, superada solamente por ataques cardíacos. Y además es una de las principales causas de discapacidad. Como se puede ver, los manuales de medicina o los estudios sociológicos nos dejan un paisaje más que desolador. Un dato más: el Observatorio del Ictus, una plataforma multidisciplinar que reúne a expertos de diferentes ámbitos relacionados con esta enfermedad, asegura que 1 de cada 6 españoles sufrirá un Ictus a lo largo de su vida. Esto representa un porcentaje de incidencia bastante alto y que, por cierto, para muchos es bastante desconocida.

 

Históricamente, antes de 1995, era muy poco lo que se podía hacer terapéuticamente como intervención de emergencia en caso de un Ictus. A partir de entonces y gracias al estudio del National Institute of Neurological Disorders and Strokes (NINDS), en Estados Unidos, se demostró que un grupo selecto de pacientes con Ictus podrían ser tratados con agentes trombolíticos (es decir, que disuelven los coágulos de sangre) si se trataban dentro de las primeras tres horas. Una actuación que redujo el grado de discapacidad o daño permanente en el cerebro. Este estudio dio paso a desarrollar una serie de estrategias de intervención.

 

Tras esto, el  próximo paso en el manejo del Ictus es la rehabilitación de aquellos que han sobrevivido y que desarrollan una discapacidad. La meta de dicha rehabilitación es la de reestablecer destrezas de sentido y motoras, perdidas tras el Ictus, y destrezas cognitivas. Es importante no perder de vista el factor psicológico, la depresión y los problemas de comunicación también entran en juego cuando se padece una enfermedad así. Esta rehabilitación debe comenzar lo más pronto posible, con un equipo multi disciplinar que incluyan, entre muchos otros, neurólogo, psiquiatra,  fisiatra, terapeutas y personal de enfermería.

 

Como pacientes de riesgo, y sin ponernos en lo peor, podemos preguntarnos ¿que podríamos hacer para reducir al máximo las posibilidades de padecer un Ictus?; ¿Cómo podemos manejar sus consecuencias? De manera preventiva, podríamos comenzar con la modificación de nuestro comportamiento a un estilo de vida más saludable, como por ejemplo, no fumar, controlar la hipertensión arterial, moderar el consumo de sal, controlar la diabetes y mantener un estilo de vida activo, entre otras cosas. Nunca está de más familiarizarnos de antemano con centros médicos o salas de urgencia en nuestra comunidad que posean unidades especializadas en el manejo urgente de Ictus, de manera que pudiésemos manejar la situación ante los primeros síntomas. Actualmente, la medicina moderna está desarrollando mecanismos cada vez más eficientes para el diagnóstico y tratamiento del mismo, de manera que se pueda reducir la mortalidad y discapacidad y que existen equipos multidisciplinarios de rehabilitación que estarán presente para asistirnos en el proceso de la misma.