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Rafael María Hernández Urigüen, , profesor en ISSA y la Escuela de Ingenieros - Tecnun

Ante la subcultura del descarte: acogida joven sin límites

lun, 29 sep 2014 10:25:00 +0000 Publicado en Revista Palabra

Con motivo de la Beatificación de don Álvaro del Portillo, despedí en San Sebastián el pasado jueves al autobús de jóvenes voluntarios que han permanecido en Madrid hasta ayer por la noche.

Regresaron exhaustos y felices. Pasarán unos días (no muchos por su juventud) hasta que recuperen el sueño.
Durante los días anteriores, unidos a los miles de voluntarios de aproximadamente 15 continentes, han acogido con una sonrisa y con manifiesta profesionalidad en sus servicios a los más de doscientos mil peregrinos que llegaban a Valdebebas en pacíficas riadas para las celebraciones eucarísticas de la Beatificación.

A pesar de su cansancio (alguno sólo pudieron dormir una hora) resultaba evidente su amabilidad y cercanía, de manera particular con los discapacitados, personas mayores y abundantes familias numerosas que llegaban a las zonas previstas portando carritos con bebés o niños de diversas edades. Por cierto, entre ellas comprobé cómo los padres compartían con las madres las tareas de cambio de pañales, arrullos para dormirlos, o la distribución de los biberones.

El mismo día que el Papa Francisco celebraba la Misa con las personas mayores en la plaza de san Pedro, los jóvenes voluntarios de Valdebebas acompañaban a los ancianos proporcionándoles los asientos convenientes; prodigaban su servicio de "hidratación" acercando las grandes cajas con los botellines azules de agua, o respondían a sus preguntas para orientarse.

El equipo de voluntarios intentaba conciliar esta solicitud constante hacia los peregrinos, con la atención a los cánticos y plegarias de la Misa. En especial lo manifestaban al proclamarse la Palabra y de manera indudable al llegar la Consagración arrodillándose y colaborando al silencio impresionante que no ha pasado inadvertido para quienes tienen sensibilidad litúrgica. Quien se pone de rodillas ante el Señor aprende libremente a arrodillarse ante los que más lo necesitan, y sabrá evitar la idolatría del dinero, el hedonismo, o la ambición.

Sin duda, las voluntarias y voluntarios, junto con otras muchas personas han experimentado antes y en estos días de Madrid ese primerear del Dios-Amor como le gusta decir al Papa Francisco y al que hizo referencia así en su mensaje para la Beatificación: Álvaro del Portillo era consciente de los muchos dones que Dios le había concedido, y daba gracias a Dios por esa manifestación de amor paterno. Pero no se quedó ahí; el reconocimiento del amor del Señor despertó en su corazón deseos de seguirlo con mayor entrega y generosidad, y a vivir una vida de humilde servicio a los demás.

Sin duda, el nuevo beato se habrá alegrado en el Cielo al ver que nuevas generaciones de universitarias y universitarios siguen los mismos pasos que él dio en su época de estudiante sirviendo a niños, ancianos y enfermos hasta descubrir aquella llamada del Dios Amor que impulsó su entrega sin límites.