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Volver Antoni Gaudí, cristiano

Josep Ignasi Saranyana Closa, Instituto de Historia de la Iglesia, Universidad de Navarra

Antoni Gaudí, cristiano

dom, 29 ago 2010 08:28:00 +0000 Publicado en La Vanguardia (Barcelona)

El amor gaudiniano a la patria se enmarca en una teología de la creación

Hay dos excelentes biografías  de Antoni Gaudí (1852-1926). En el año 1999 apareció la del historiador catalán Josep Maria Tarragona (Proa, Barcelona). En 2001 salió de las prensas la biografía que escribió el holandés, afincado en Inglaterra, Gijs van Hensbergen (RandomHouseMondadori, Barcelona). Son dos enfoques complementarios y, por lo mismo, diferentes.

En todo caso, es de agradecer que tengamos a mano esos dos textos, en un momento en que gana popularidad y aceptación la obra gaudiniana, su proceso de beatificación está introducido, y Benedicto XVI se dispone a consagrar la Sagrada Familia y elevarla, acto seguido, a la condición de basílica pontificia.

El biógrafo holandés se ha centrado en una contextualización de la obra arquitectónica de Gaudí, esforzándose por captar las circunstancias económicas, políticas y culturales del momento.

Tarragona ha logrado, en cambio, una mayor compenetración con el espíritu gaudiniano, penetrando el fondo religioso de su obra, que escapa muchas veces a Hensbergen.

Es innegable que Gaudí alimenta un catalanismo sincero y profundo, y que sintió un particular respeto por la naturaleza. No puede dudarse tampoco de que estuviera tentado por la política, aunque finalmente se apartó de ella para consagrarse de lleno a su trabajo.

Con todo, el amor gaudiniano a la patria y a la tierra se enmarcan siempre en una teología de la creación, que es seria y profunda, al margen de la cual muchos de sus gestos podrían ser interpretados como puro esoterismo o, incluso, como rarezas de un genio.

Todos los genios han tenido excentricidades. ¿Será necesario recordar algunas de Leonardo, Miguel Ángely tantos del Renacimiento, por no pasar revista a los modernos?

En el caso de Antoni Gaudí, no fueron tantas, como ha exagerado la historiografía. Tarragona valora con estima y afecto la vida cotidiana del arquitecto, y logra hacerlo más próximo y amable. De esta forma, la inspiración cristiana de su obra se hace más asequible y también se muestra más auténtica.