Alejandro Navas, Profesor de Sociología, Universidad de Navarra
Las cuentas de los partidos
Fiel a su cita anual, el Tribunal de Cuentas denuncia irregularidades en las cuentas de los partidos políticos: condonación injustificada de créditos bancarios, financiación opaca, elevado endeudamiento. Al igual que sucede en la noche de la jornada electoral, cuando casi todos los candidatos se muestran satisfechos por los resultados, los diversos partidos se dan prisa por hacer una lectura favorable del informe del Tribunal. En efecto, no es lo mismo considerar cifras absolutas o relativas (por ejemplo, en función del número de votos obtenidos), de forma que siempre serán 'los otros' los que queden en peor situación, pero se mantiene una pauta invariable: el partido que está en el poder recibe un trato más favorable por parte de las instituciones financieras. En este caso, el dato que ha suscitado más polémica es la condonación al PSOE de créditos por importe de 30 millones de euros. Todo esto ocurre cuando los bancos se vuelven de lo más cicateros con el crédito y tienen en vilo a las pequeñas empresas y a las familias: resulta sangrante el contraste con el trato dado a la clase política. La ciudadanía se indigna, con motivo, y este tipo de escándalo refuerza la creencia en el irremediable carácter corrupto de nuestros políticos.
¿Se puede hacer algo para alcanzar la deseable transparencia en las cuentas de los partidos políticos? Pienso que sí, y para no responder en general y de modo puramente teórico, traigo a colación el caso del partido liberal alemán (FDP). Este grupo político recibió 1,2 millones de euros en donativos ilegales entre 1996 y 2002. La presidencia del Parlamento, que examina de oficio las cuentas de los partidos, le impuso en 2009 una sanción de 4,3 millones de euros (empatamos con Alemania en cuanto a lentitud en la supervisión). El partido ha recurrido, pero si pierde el recurso deberá pagar. Se aprecia aquí una primera diferencia con nuestro país: el infractor alemán no escapa al pago de las multas fijadas por la ley, ni siquiera cuando está en el gobierno.
El FDP aprendió la lección y puso en práctica diversas medidas para asegurar una gestión económica ordenada y transparente. De entrada, creó una agencia separada de la organización, que a modo de auditor externo ayuda a los órganos del partido en la gestión económica y supervisa las cuentas. También recibe los donativos, y comprueba que cumplen los requisitos legales. Como el recurso a los servicios de esa agencia es voluntario y no todas las delegaciones regionales o provinciales la utilizan, el partido ha reforzado los órganos de control interno, que funcionan como el servicio de intervención del Ministerio de Hacienda. Las irregularidades han desaparecido casi por entero, y la situación financiera del partido ha dado un vuelco completo: ahora tiene superávit. No sé si es casualidad que el saneamiento de sus finanzas haya sido correlativo a su ascenso electoral, que lo ha llevado a formar gobierno con los democristianos, pero la coincidencia merece ser estudiada.
Los partidos políticos en Alemania reciben poco dinero del Estado y se financian sobre todo con las cuotas de los afiliados y donativos de terceros. Este sistema subraya y premia su implantación social, pero los hace vulnerables a la influencia de empresas o instituciones que pueden ayudarles económicamente con la esperanza de recibir favores cuando el partido gobierne. En España hemos optado por la financiación pública, y los resultados dejan mucho que desear. Los mismos partidos controlan los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, y se muestran incapaces de autorregularse: resulta comprensible que los partidos se resistan a ser metidos en cintura por un poder que ellos mismos controlan y así todo queda en casa. Afortunadamente la partitocracia no domina todo por completo y no puede impedir que censuras como las del Tribunal de Cuentas lleguen a la opinión pública, pero ese tipo de denuncias se despacha con el sencillo expediente del 'y tú más'. ¿Cuándo entenderán nuestros partidos, como hizo el FDP en su momento, que la honradez es rentable en términos económicos y políticos?