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Ecologismo de pancarta

25/01/2023

Publicado en

Diario de Navarra y El Diario Montañés

Gerardo Castillo Ceballos |

Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra

La ecología es la parte de la biología que estudia las relaciones de los seres vivos entre sí y con el medio en el que viven. Es la base científica del ecologismo, un movimiento que busca la concienciación ecológica universal del ser humano, para lograr la armonía y el rescate del ambiente natural. La ecología nos dice que todas las especies están interrelacionadas entre sí y con su medio, formando los ecosistemas.

Últimamente se está difundiendo un supuesto ecologismo desvinculado de la ecología, y, por ello, anticientífico. A él se refiere J. M. Mullet, bioquímico y catedrático de Biotecnología, en su libro “Ecologismo real”. El título nos habla ya de que existe un ecologismo falso que hay que saber desenmascarar. No menos significativo es el subtítulo: “Todo lo que la ciencia dice que puedes hacer para conservar el planeta y los ecologistas no te dirán nunca”. El autor se muestra muy crítico con las organizaciones ecologistas, a las que atribuye poca o ninguna base científica y algunas de cuyas propuestas pueden tener resultados nefastos para los ecosistemas.

Pienso que una forma clara y gráfica de entenderlo es bautizarlo como un “ecologismo de pancarta”, que se reconoce por sus frecuentes errores recogidos en los medios de comunicación. Veamos dos de ellos.

La comercialización de la carne de bisonte americano tuvo que luchar durante muchos años contra un pudor ecologista. La gente creía que comer carne de bisonte contribuía a la extinción de la especie, pero lo cierto es que el número de ejemplares no dejó de decaer hasta que la carne encontró un nicho adecuado en los restaurantes y hamburgueserías. Hoy, comer un filete de bisonte es la mejor acción que puede realizarse para proteger el futuro del animal.

El Consejero de Medio Ambiente de Castilla y León, Juan Carlos Suárez Quiñones, ha responsabilizado a los ecologistas de los incendios forestales recientes de la Comunidad. Ha atribuido la gran virulencia de los últimos incendios a la menor actividad agrícola y a nuevas modas del ecologismo respecto a la no limpieza de las riberas de los ríos y de los montes.

El ecologismo de pancarta se hace más radical e inconformista con las políticas conservacionistas cuando incorpora el ecocentrismo, corriente de pensamiento que  defiende que el desarrollo del ser humano se da a través del consumo sostenible: el hombre solo ha de consumir y producir aquella cantidad de bienes y servicios que no esté reñida con el medioambiente. No sería aceptable, por ejemplo, la tala de bosques o la construcción de pantanos. Alude a la humanidad como al cáncer de la naturaleza.

El ecologismo ecocéntrico se diferencia del antropocéntrico en que el primero da prioridad a la conservación de las especies y de los ecosistemas sobre la conservación de los individuos -incluidos los seres humanos-, mientras que el segundo da prioridad al ser humano sobre la conservación de las especies y de los ecosistemas. Basta leer algunas de las frases típicas de las pancartas de cualquier manifestación ecologista para advertir su ecocentrismo: “respetar a la madre tierra”; “la tierra grita y no la queréis escuchar”; “los homos sapiens, falsos dioses que destruyen el planeta”. Estos ecologistas han convertido el ecologismo en una religión panteísta, en la que el nuevo dios es la Madre Tierra, en la que las personas adoran a los animales y abrazan a los árboles. Esa religión ecológica, con sus dogmas y anatemas, pretende sustituir al pensamiento científico.

Hoy urge cultivar un ecologismo humanista, centrado en la persona; un ecologismo coherente que proponga cuidar los animales y plantas no por sí mismos, sino por el bien del hombre. Sería incoherente tratar bien a los animales y plantas y mal a los hombres. En el nuevo Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia se dice que “si es necesario que evitemos el error de reducir la naturaleza a términos meramente utilitaristas, según el cual sólo es algo que hay que explotar, también es necesario que evitemos irnos al otro extremo haciéndola un valor absoluto. Una visión ecocéntrica del medio ambiente cae en el error de poner a todos los seres vivos al mismo nivel, ignorando la diferencia cualitativa entre los seres humanos, basada en su dignidad de personas humanas, y otras criaturas. La clave para evitar tales errores es mantener una visión trascendente.