Covadonga O'Shea, Presidenta de ISEM Fashion Business School, Universidad de Navarra
Pasión por la belleza
Cuando me llegó la triste noticia de la despedida de este mundo de Jesús del Pozo, mi cabeza comenzó a llenarse de infinitas imágenes y recuerdos de quien fue un "peregrino de la belleza", como le llamó su gran amigo Fernando Aguirre. La imagen más cercana y repetida de este genio de la moda española es el saludo que nos dedicaba después de cada colección, con un gesto entre tímido y un poco cansado, pero envuelto en una sonrisa feliz. Este maestro, pese a no encontrarse bien por el enfisema pulmonar que sufría, siguió en la brecha, trabajando sin descanso, para sorprendernos, temporada tras temporada, con sus colores sublimes, su línea bien construida y el sello inconfundible de cada una de sus creaciones. Se adivinaba, en todo lo que hacía, su afán de realzar la belleza de la mujer, a la que daba un aire moderno y clásico, vanguardista y rompedor, siempre con el toque mágico de un hombre seguro de lo que tenía en su cabeza, con ese "duende" que formaba parte de su mente creadora y de sus manos de artista desde los inicios de su carrera. Él lo inmortalizó al lanzar su primer perfume, con este nombre, la mejor descripción de ese algo indefinible que mueve a seres especiales.
Sabía que muchas mujeres soñaban con vestirse con un auténtico Jesús del Pozo; es decir, con clase, armonía, equilibrio y buen gusto. Desde la pasarela, cuando presentaba sus colecciones rodeado por las modelos, sonreía a los aplausos del público, su público, que se levantaba después de cada desfile, para agradecer al maestro otro de sus alardes estéticos con los que nos había hecho disfrutar y soñar.
En su taller de la calle Almirante de Madrid recibía a sus clientas para preparar una a una sus creaciones irrepetibles. Con su carácter, muy castellano, serio y fuerte, tras el que asomaba una enorme capacidad de volcarse en el detalle, con ese savoir faire con el que los franceses definen a una persona como Jesús, inteligente, siempre en su sitio, capaz de dar el toque mágico a cada vestido, trabajaba sin mirar el reloj. Cuántas veces le dije a lo largo de tantos años en los que seguí muy de cerca su trabajo: "Jesús, en París hubieses sido uno de los grandes de la Alta Costura". Mi mejor recuerdo, en este sentido, fueron las pruebas que me hizo, con verdadera ilusión, para un traje que estrené en la T de TELVA de 1998, Premio que obtuvo el año siguiente, en 1999.
Nunca olvidaré su destreza y su delicadeza para construir aquel traje de organza azul noche, con un corte minimalista, perfecto y una falda al tobillo cuajada de unos lazos especiales que fue colocando, uno a uno, rematados con sus dedos largos, muy finos, a modo de pinceles en manos de un artista. Lo estrené en aquella fiesta de la gala de TELVA. Esperanza Aguirre, entonces ministra de Cultura, que cenaba en la mesa presidencial, se quedó extasiada con mi vestido. Al saber que era tuyo su comentario fue: "Hay que proponerle para la Medalla de Oro de las Bellas Artes. Y te la dieron, Jesús. Y, a partir de ti, la han recibido muchos diseñadores españoles a los que siempre has liderado, poniendo en marcha de nuevo nuestra moda desde la Asociación de Creadores de Moda Española de la que fuiste presidente.
Te impuso esta condecoración S.M. el Rey Juan Carlos, en uno de esos patios cargados de embrujo del Palacio de los Reales Alcázares de Sevilla. Estabas acompañado por tu familia y tus amigos, entre los que tuve la inmensa fortuna de encontrarme. Te presentó Antonio Gala que, con sus palabras, convirtió en poesía tu arte y tu trabajo. Aquella noche que hoy me viene con fuerza a la memoria, me hace pensar y te lo digo desde esta página de TELVA, que la belleza es uno de los atributos de Dios. ¡Cómo estarás gozando de haberla encontrado para siempre, aunque aquí hayas dejado un vacío demasiado profundo! En la próxima Fashion Week de Madrid volverás a estar entre nosotros. Nos llenaremos de nostalgia y cariño al contemplar tus últimas creaciones, las que hiciste cuando no podías casi respirar. Entre nuestros aplausos emocionados y agradecidos, muy cerca de la Belleza Eterna, oirás un clamoroso y sincero ¡Gracias Jesús!