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Inmaculada Jiménez Caballero, , Profesora de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra

Malos tiempos para la lírica

   

lun, 21 dic 2015 11:15:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra

Es difícil definir el arte. Una de las definiciones más atinadas que acostumbro a usar es la de un brillante académico que afirma que el arte es "aquello que nos permite ir más allá de lo que se ve". El tiempo pasado desde la polémica actuación, que no instalación o performance, de un artista local me permite analizarlo mejor. El arte siempre aspira a la belleza; a veces se busca solo en la forma, en la estética, y resulta un arte que puede resultar banal. Otras veces, como el tiempo en que vivimos, es una belleza que aspira a la verdad, la verdad del hombre desorientado en el mundo; el arte en esos casos puede dejar imágenes horrorosamente duras y difíciles de mirar, pero que siempre trasladan más allá de lo que se ve.

La mirada nunca queda atrapada en el objeto material de contemplación; éste nos conduce a mundos personales suspendidos de las leyes físicas y extranjeros al discurrir del tiempo. En el caso de la actuación mencionada todo pasaba exactamente al revés. La actuación podía haber sido una performance que denunciara una conducta reprobable en cualquier persona, más aún en alguien cuya vida debiera ser ejemplo de virtud. Hubiera podido mover al visitante a pensar en la debilidad humana, en la historia de la iglesia católica con etapas mucho más sombrías que la actual, en lo inexplicable de su supervivencia. Hubiera podido hacer pensar en las contradicciones dentro de la iglesia misma con una vidas ejemplares hasta el martirio y otras tan atrapadas en las pasiones; en el actual cabeza de la iglesia clamando por la misericordia en medio de un territorio lleno de enemigos, podía ... ¡Pues no! El autor nos devolvió desde el mundo del arte donde transitábamos "viendo mas allá" a la materialidad de la acción: esto no es una pipa, esto son formas consagradas sustraídas con premeditación, alevosía y engaño; de repente, él mismo nos hizo añicos la experiencia artística. Él no tuvo que explicar su obra -como el arte contemporáneo exige a veces-, necesitó explicar el soporte material porque era el soporte lo que importaba y éste sólo hablaba de la condición de su autor. ¿Hay algo más pobre en alguien que quiera considerarse artista? ¿Hay algo más contrario a la naturaleza propia del arte?

El artista nunca busca desvelarse a sí mismo, lo que pretende es que nos desvelemos a nosotros mismos en su trabajo. Quiero pedir a los responsables de estas programaciones que sean más exigentes en su trabajo. Que practiquen la misma excelencia que pregonan.

Por todos los ciudadanos, especialmente por aquellos que hacen honestamente del arte su ambición profesional. Ellos discurren en solitario por territorios desconocidos e inhóspitos para los que hace falta una buena preparación. También, como católica, pido el único requisito imprescindible para la convivencia: respeto. He oído muchas veces a Antonio López: "cuando la inteligencia no va unida a la bondad solo genera monstruos". No echemos carnaza para que Saturno devore a sus hijos.