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La unidad narrativa de la vida moral

20/06/2025

Publicado en

Alfa y Omega

Ricardo Calleja |

Profesor del IESE y del Máster en Cristianismo y Cultura Contemporánea

Ha fallecido a los 96 años Alasdair MacIntyre, uno de los filósofos católicos más importantes del siglo XX y XXI. Nacido en Escocia, trabajó durante los últimos decenios en la Universidad de Notre Dame (Indiana, Estados Unidos), donde ha fallecido. Su obra ha sido decisiva para la recuperación de la tradición aristotélica de las virtudes en filosofía moral y política, especialmente en el ámbito anglosajón.

Su libro más conocido es –precisamente– Tras la virtud (publicado en 1981 y editado en español por Ed. Crítica en 1987). Esta obra marcó un giro intelectual al que pronto seguiría su conversión al catolicismo (1983). Ofrecía una descripción agudísima de la fragmentación moral que imponen las teorías morales y las prácticas sociales de la modernidad tardía, y devolvía a la tradición aristotélica de las virtudes a una posición de superioridad intelectual y moral. Entre otros temas, señalaba en el emotivismo –común a las diversas teorías modernas de la moralidad– como la causa del problema.

MacIntyre tuvo una formación académica algo heterodoxa, inspirada por el marxismo crítico, que compatibilizó con su compromiso político con grupos de extrema izquierda. Intuía que una verdadera investigación moral sólo podía realizarse en el contexto de prácticas sociales. Dio clases en diversas universidades británicas y comenzó a desarrollar su obra escrita, marcada por una visión crítica de la modernidad.

Su evolución intelectual fue de la mano del cambio personal. Primero abandonó Europa para comenzar a trabajar en Estados Unidos. Esto ya señalaba la superación del marxismo crítico para abrazar el aristotelismo. Eventualmente –en Justicia y Racionalidad y en Tres versiones rivales de la Ética– adoptó un tomismo decididamente no neoescolástico. Esta conversión intelectual primero y religiosa después, recuerda a Chesterton (que aún no era católico al publicar Ortodoxia). Y sobre todo a su admirada Edith Stein, de quien publicaría una biografía intelectual.

En todo caso, este cambio en su pensamiento, no le acercó al típico conservadurismo americano “fusionista” (liberal en economía, conservador en la moral, nacionalista en lo internacional). Su crítica no se reducía al capitalismo, sino que iba más al fondo del proyecto ilustrado. Su visión social y política le acercó al comunitarismo, crítico con el liberalismo político y el individualismo de todo género. Su gran obrita Animales racionales dependientes (a mi juicio, la más persuasiva y redonda) es toda una propuesta antropológica, ética y política a partir del reconocimiento de la vulnerabilidad y la dependencia. Necesitamos las virtudes y las aprendemos en prácticas sociales en las que se cultivan los bienes comunes que permiten el florecimiento humano.

Desde 2010 era profesor emérito en la Universidad de Notre Dame y centraba su actividad en la colaboración con su Center for Ethics and Culture. Es en ese contexto donde pude conocerlo personalmente con ocasión de sus lecciones en la Fall Conference, todas disponibles en youtube. Nunca fui a visitarle a su despacho, disuadido por otros colegas. Algunos decían “si quieres conversar con él, tendrás que hablarle de los Beatles”. Estas conferencias generaban gran expectación. Era casi un ritual. El profesor leía sentado su conferencia con su voz nasal y deliberadamente monótona. Como en su obra escrita, hacía gala de una gran erudición filosófica, que le permitía hilar argumentos con gran fluidez, enhebrando el discurso con referencias literarias y aportaciones científicas, a la vez que con aprendizajes extraídos de formas genuinas de vida comunitaria que subsisten en el erial moderno. Antes de comenzar destellaba siempre su humor incisivo. En una ocasión la conferencia tuvo lugar en la escuela de negocios. Empezó así: “Es la primera vez que estoy en esta escuela. Será la última”. Implícita estaba su crítica al managerialismo y a las formas del deseo y del trabajo propiciadas por el capitalismo contemporáneo.

En su última obra, citada antes, recuperó un tema presente desde el principio: el carácter narrativo de la vida humana, la centralidad de la literatura para comprender la vida moral y la necesidad de recuperar la unidad narrativa de nuestra existencia. Culminaba el libro con cuatro ensayos de relato biográfico de personajes más o menos desconocidos, que con sus vidas tuvieron que dar respuesta a la fragmentación intelectual y compartimentalización práctica que todos experimentamos en la sociedad contemporánea. Para ello se vieron obligados a desarrollar una filosofía moral más o menos explícita, que condicionaba su capacidad para integrar sus existencias de manera satisfactoria. Leer a MacIntyre es un reto y una ayuda intelectual, pero sobre todo existencial, que devuelve su relevancia y credibilidad al mensaje cristiano, sin que sea lo suyo una apologética.