Publicador de contenidos

Volver 2019_06_05_ARQ_opinion_hasta_mañana_luisma

Inmaculada Jimenez Caballero, Profesora de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra

“Hasta mañana, Luisma”

dom, 19 may 2019 13:07:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra

Siempre es difícil aceptar la desaparición de quien forma parte de nuestra vida cotidiana, pero si esa ausencia irreparable se produce después de un rutinario “hasta mañana”, el aturdimiento apenas deja espacio a la realidad.

Luis Manuel Fernández Salido formaba parte del Departamento de Teoría, Proyectos y Urbanismo de la Escuela de Arquitectura desde el año 1997, primero como alumno colaborador y actualmente como profesor asociado de las asignaturas de Proyectos II, Análisis de Formas I y II y Dibujo Arquitectónico y Laboratorio de Geometría y Forma, relacionadas con los temas de sus investigaciones científicas. Al mismo tiempo, ejercía la profesión de arquitecto y había comisariado exposiciones como la de “Fernando Redón Huici: Obra Cívica / Arkitekturaz Haratago”, en el atrio del Parlamento de Navarra a partir de su tesis doctoral sobre el arquitecto navarro.

Fue la íntima relación de amistad que surgió entre los dos lo que llevó a Luis Manuel a colaborar y más tarde a hacerse cargo de algunos de los trabajos que Fernando Redón tenía en marcha en los últimos años, como el proyecto museístico de la plaza de toros de Pamplona, por ejemplo.

El recuerdo de Luisma, compañero durante mas de veinte años en la tarea de iniciar a los alumnos en la arquitectura y formarles a la vez en la exigente tarea de esta profesión, es la nítida imagen de una persona íntegra, elegante, con una discreción natural que se imponía de manera espontánea. Una persona menuda y silenciosa que irradiaba una consistencia cuya escala armonizaba con las dimensiones de la Escuela y los talleres en que enseñaba a sus alumnos.

Su trabajo de arquitecto era la evidencia de su personalidad; sensible y rigurosa, sus dibujos eran expuestos cada año a los alumnos como ejemplo de maestría traspasada de intuición, sin pasar de moda a pesar de los nuevos recursos tecnológicos y los numerosos lenguajes gráficos.

Su personalidad era la del hombre en el que razón y sensibilidad eran solo dos formas de mirar al arquitecto. Cuántas horas en el departamento trabajando en el equipo de profesores donde las correcciones y calificaciones se mezclaban con las consideraciones del itinerario de cada alumno, sus esfuerzos y sus logros; conversaciones sobre el rigor necesario en el trabajo, sobre la excelencia como aspiración, sobre el valor de las matemáticas, sobre Newton, sobre Goethe, sobre la línea, la luz, la forma; sobre el color, teoría y arte; sobre los ojos de la piel y la precisión necesaria de una construcción geométrica.

Hablábamos también de cine, de la inspiración y del trabajo; del origen del tercer hombre en aquella insignificante imagen de un hombre bajando de un tren que Graham Greene había contemplado; de literatura, coincidiendo con Paul Auster en que el valor del arte que buscábamos con la arquitectura residía en su misma inutilidad; porque la creación de una obra de arte es lo que nos distingue de las demás criaturas que pueblan este planeta, y lo que nos define, en lo esencial, como seres humanos.

En el esfuerzo de largas horas de práctica y disciplina necesarias para ser un consumado pianista o bailarín e, inevitablemente, las referencias a su familia y sus hijas, iniciándolas en la música como aprendizaje de la armonía del universo y camino hacia la belleza; la belleza de los lugares que quería descubrirles como regalos que las transformarían para siempre.

No puedo imaginarme el dolor de su familia por esta pérdida inesperada, pero quiero unir a él el de toda la comunidad académica. Luisma ha hecho esa travesía hacia el infinito que todos estamos esperando. Es esa esperanza en el reencuentro en la plenitud de la Vida, cuyo anhelo perseguimos, la que me permite decir una vez más: “hasta mañana, Luisma”.