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Rafael Domingo Osle, Catedrático de Derecho Romano de la Universidad de Navarra

El órdago del primer rector

Jubilar a don Ismael en Navarra era como jubilar a Carrillo del PCE o a Botín del Santander
 

mar, 18 dic 2018 12:06:00 +0000 Publicado en ABC

Acaba de dejarnos, en su querida Pamplona, Ismael Sánchez Bella, catedrático de Historia del Derecho, primer decano de su facultad de Derecho, primer rector, y primer de todo en la Universidad de Navarra.

Inteligente, audaz, visionario e inconformista, Sánchez Bella echó un órdago a su propia vida al apostar todo su talento, que no era poco, por uno de los proyectos intelectuales españoles más estimulantes del siglo pasado: la puesta en marcha de la Universidad de Navarra. La idea no fue suya, sino de Josemaría Escrivá, pero pronto la asumió como propia porque Escrivá y Sánchez Bella sintonizaban de manera muy particular. Se entendían con la mirada. No es metáfora. Cierto día, me lo contó el propio don Ismael. Escrivá estaba charlando con un grupo de profesores y estudiantes en el Colegio Mayor Aralar. En una esquina de la sala, a cierta distancia, se encontraba Sánchez Bella. En un momento determinado, san Josemaría interrumpió su discurso, miró fijamente a Ismael y le dijo: «¡Así no!» Y prosiguió. Sánchez Bella captó el mensaje a la primera, sonrió y Escrivá, al poco, le replicó: «¡Ahora sí!» Don Ismael se encontraba cansado y su gesto lo reflejaba. San Josemaría le exigía una sonrisa optimista, siempre, también en momentos de fatiga, Y fue precisamente esa sonrisa energizante la que acompañó a don Ismael toda su vida.

Recuerdo como si fuera hoy aquel mediodía de junio de 1981, en que ETA atentó por segunda vez, no sería la última, contra la Universidad de Navarra. En medio del caos inicial, la presencia de don Ismael se hizo sentir. Con gran serenidad, rodeado de alumnos, profesores y trabajadores, Sánchez Bella sembró paz a raudales. Estando junto a don Ismael, a escasos metros del edificio en llamas, yo tenía entonces dieciocho años, me sentí confortado. «Si salta el edificio por los aires, construiremos otro», comentó Sánchez Bella quitando importancia a lo ocurrido. Sí, la dinamita podía destruir muros de cemento, pero no el ideal intelectual cristiano al servicio de la humanidad que albergaba en su corazón.

A pesar de ser todo en la Universidad de Navarra, Sánchez Bella nunca se sintió especial. Cuando le llegó la edad de su jubilación, era yo decano de su facultad de Derecho. Para mí, jubilar a don Ismael en la Universidad de Navarra era como jubilar a Santiago Carrillo del Partido Comunista de España, o a Emilio Botín del Banco Santander. Nuestra conversación duró dos minutos. «Mira, decano», me dijo con una sonrisa y una alegría que me sobrecogieron: «yo estoy aquí para servir. A partir de ahora, cuenta conmigo para lo que quieras». (Cosa que hice, por supuesto).

Sin un gigante de la talla de Ismael Sánchez Bella, la Universidad de Navarra no hubiera podido abrirse camino. Él fue su paladín. Por eso, su nombre quedará por siempre grabado a fuego en sus pilares más firmes.