18/12/2025
Publicado en
Diario de Navarra
Gerardo Castillo |
Doctor en Pedagogía. Profesor emérito de la Universidad de Navarra
Para algunos, la Navidad es simplemente una fiesta popular tradicional y muy divertida. La celebran desconociendo su origen, su significado y su mensaje. Tampoco son conscientes de que es el acontecimiento más importante y trascendental de la historia.
Además, se limitan a la euforia pasajera de la fiesta, sin experimentar la alegría profunda y duradera que procede de contemplar la cercanía de Dios, que se nos ofrece como un Niño débil, vulnerable e indefenso, que irradia paz y ternura.
Para otros, la Navidad es la fiesta de los regalos y, por ello, de las compras. Nuestra sociedad consumista utiliza durante esos días muchos recursos para incitar a la gente a comprar todo tipo de cosas. El principal es la televisión con una publicidad machacona y asfixiante.
La verdadera Navidad no es una mera fiesta. Es una festividad. A diferencia de la fiesta, la festividad tiene una connotación religiosa. Toda festividad puede incluir una fiesta, pero no toda fiesta es una festividad. Por eso, la forma adecuada de felicitar a otros en ese tiempo no es “Felices fiestas”, sino ¡Feliz Navidad!
La gran verdad que dio origen a esta festividad es que Dios quiso compartir su vida con la nuestra. El sentido de la Navidad es recordar, contemplar y vivir ese Misterio. Ello invita a acercarnos con fe y corazón sencillo al portal de Belén, como hicieron los pastores que adoraron y socorrieron al Niño Dios. Y como hicieron también los Magos: tras recorrer muchos miles de kilómetros desorientados, su perseverancia fue premiada con la ayuda de una estrella.
De la misma manera que los Magos llevaron regalos al Niño nacido en una gruta fría de Belén, nosotros debemos regalar a los niños pobres de hoy un techo para que no pasen frío y comida para mitigar su hambre. Así corresponderemos de algún modo al gran regalo que nos hizo Dios dándonos a su propio Hijo para redimirnos con una vida que empezó en un pesebre y acabó en una Cruz.
Un cristiano es un seguidor de Cristo que tiende a vivir como El vivió. Por eso es incoherente dar la espalda de forma egoísta a quienes nos necesitan. La solidaridad de Dios con los hombres es el mejor argumento para la solidaridad y fraternidad entre los seres humanos.
La Navidad puede y debe ser una llamada a vivir de manera más generosa, colaborando en crear una sociedad más fraterna y solidaria.
Este es el mensaje de la Navidad: hay que salir al encuentro de Dios, en vez de esperarlo pasivamente; hay que cambiar el corazón, hacerse niños, nacer de nuevo. Cristo nos invita a transformar nuestras vidas y a ser una luz en la oscuridad para quienes nos rodean. ¡Feliz Navidad!