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Miradas retrospectivas a la visita de San Miguel de Aralar a Pamplona

17/04/2023

Publicado en

Diario de Navarra

Ricardo Fernández Gracia |

Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

En la sociedad navarra y occidental, todo acontecimiento festivo, se ha traducido en un contraste respecto al devenir cotidiano. Los componentes de la llegada del Ángel de Aralar a Pamplona han variado, como en cualquier fiesta, caracterizada por ser un fenómeno dinámico. Algunas costumbres, las fundamentales, perduran, otras reaparecen, mientras que otras se han creado o recreado con el paso del tiempo.

Vamos a tratar de la visita anual, dejando para otra ocasión otras estancias extraordinarias, como  la de 1689, tras el robo de aquel año, cuando se repararon sus desperfectos y hubo una gran procesión, presidida por el obispo, que finalizó en el monasterio de clarisas de Santa Engracia.

La visita hasta 1770: un solo día, de martes a miércoles

No abundan los testimonios escritos, sobre la visita anual, anteriores al siglo XVII, seguramente por su carácter repetitivo. El primero es de Martín de Argáiz y Antillón, prior catedralicio, en un manuscrito iniciado en 1623. Al dar cuenta de las obligaciones del chantre, señala la de costear el sermón de la Dedicación y de San Miguel de Excelsis, que viene a ella por la tarde”.

De comienzos del siglo XVIII datan tres testimonios de la estancia entre martes y miércoles. El primero del prior de la seo, Fermín de Lubián, es muy lacónico y se refiere a la presencia de la efigie en las segundas vísperas del día de la Dedicación del templo, cuando llegaba a eso de las dos del mediodía, sin recibimiento por parte de los canónigos, ni protocolo especial.

El segundo es de Francisco García de Palacios, confesor y teólogo del obispo Pedro Aguado, que escribió un largo manuscrito, entre 1714 y 1716, sobre San Miguel de Aralar. Respecto a la estancia en Pamplona es nítido al señalar poco más de veinticuatro horas: “Al amanecer de dicho martes salen del templo parroquial de Huarte para Pamplona la angélica imagen de San Miguel y su prodigiosa Santa Cruz acompañadas de los sacerdotes y algunos de los cofrades de Excelsis y de un buen número de devotos del país, sacerdotes y seglares que al Santo Arcángel van sirviendo hasta volver de Pamplona a Huarte al medio día del inmediato siguiente, miércoles”. Tras anotar el júbilo y alborozo de las gentes, las visitas a San Nicolás, la catedral, San Saturnino y San Lorenzo, vuelve a repetir que partía hacia Aralar el miércoles “inmediato al martes de su venida”.

En tercer lugar, tenemos los datos de las cuentas del santuario. En las de 1706 se anota que permanecía en la ciudad un solo día y que en la ida y vuelta se pedía limosna. Los gastos pormenorizados anotan la cena del martes y la comida del miércoles para los acompañantes, así como las paradas en Erro a la venida y en Izurdiaga a la vuelta. Asimismo, se registran los gastos de los cuestores que andaban por las calles y casas pidiendo limosna, martes y miércoles.

De pleno siglo XVIII data lo escrito por el padre Burgui, publicado en 1774, aunque su contenido lleva aprobación de 1766 y lo trabajó en la década anterior. En cualquier caso, lo redactado es anterior a los cambios introducidos en 1770, y señala: “En el día martes siguiente a la Dominica in Albis, en que se celebra la Dedicación de la Iglesia Catedral de Pamplona, las villas de Huarte-Araquil, Arruazu, Irañeta y el valle de Araquil, conducen procesionalmente la imagen del mismo San Miguel de Excelsis a esta ciudad …. En el día siguiente, con las mismas gentes de aquellos pueblos la acompañan hasta Huarte”.

Según Julio Ruiz de Oyaga, el recibimiento se realizaba fuera de las murallas, hasta que, en 1557, se construyó el humilladero de la Taconera. El mismo martes de la llegada, el cabildo de San Nicolás con su vicario al frente decían una misa cantada en Barbatain, donde la cofradía pamplonesa de San Miguel de Excelsis poseía una capellanía. La citada cofradía contó con constituciones reformadas en 1349, y tuvo el privilegio de recibir al Ángel, alojarle aquella noche y acompañarlo en sus desplazamientos por la ciudad.

Un obispo baztanés y los cambios en la visita desde 1770

Si alguien destacó por sus iniciativas en pro del culto a san Miguel de Excelsis, fue el baztanés Juan Lorenzo Irigoyen y Dutari, canónigo y obispo de Pamplona. A él se debió el encargo de la obra del padre Burgui, el camino al santuario, la nueva apariencia de la imagen y el novedoso modo para su recepción en Pamplona desde 1770. Con anterioridad había intentado cambios, en 1756, con la anuencia del cabildo, pero el obispo Miranda y Argáiz nunca los autorizó. Cuando Irigoyen fue nombrado obispo, puso todo su empeño en prolongar la estancia del Ángel en la ciudad y dar mayor solemnidad a su recepción. A lo ya conocido, añadiremos la carta, conservada en el Archivo Municipal, que dirigió al Regimiento pamplonés para que se sumase a la celebración, algo que la corporación hizo dos años. En ella argumenta que su anhelo y propósito se debían a los beneficios recibidos por intercesión de san Miguel y a su responsabilidad como obispo. Da cuenta de lo que denomina como “nuevo método” en la estancia en la ciudad, que hasta entonces estaba marcada, a su juicio, por la confusión y la tropelía, “por la cortedad del tiempo que se concedía para la conducción y detención de la santa imagen en esta ciudad”. Como primer punto propuso la entrada el lunes a las cuatro y media para ser conducida a San Nicolás y de ahí pasar al día siguiente a la catedral para asistir a la misa matinal y, como antes, a todas las funciones de la tarde, quedando la salida para el miércoles, tras visitar San Saturnino y San Lorenzo. Con ello se ganaría en celo, piedad y culto “más reverente y obsequioso”.

El cabildo catedralicio convino en todo con los deseos del obispo, a excepción del deseo del prelado de dar protagonismo en la catedral a los miembros de la cofradía de San Miguel de San Nicolás que, como hemos señalado, desde tiempo inmemorial, trasladaban la imagen en su recorrido por las calles pamplonesas. Al despedirse de la catedral, las voces y los instrumentos de la capilla de música acompañaban al Ángel por las calles.

El itinerario hasta Pamplona

Hace dos siglos y medio, en 1774, los de Huarte Araquil, Irañeta, Arruazu y otros pueblos acompañaban a la imagen hasta Pamplona. De Irañeta venían 22 vecinos, 11 de Arruazu y 12 de Huarte Araquil. La primera etapa terminaba en Erroz y se paraba, de nuevo, en Orcoyen. En Pamplona se solía hospedar toda la comitiva en la misma fonda, que en aquel año fue la de Izcue, y dio lugar a un pleito porque los de Arruazu se apegaron a cierta juerga nocturna.

Del camino seguido por la imagen y sus portadores poseemos el testimonio de 1922. La salida del santuario tenía lugar a primera hora de la tarde del domingo. En Huarte-Araquil esperaban el ayuntamiento, cabildo y los vecinos y se dirigían a la parroquia cantando las letanías. Al día siguiente, a las seis de la mañana, partía de la mencionada localidad y se paraba en Satrústegui y Zuazu para dar a venerar la efigie. En Ecay, a eso de las diez y media se celebraba una misa solemne y se bendecían los campos. A las dos se continuaba el camino por Zuasti, Iza y Orcoyen. En esta última población también se bendecían los campos.

José Javier Uranga, en 1955, describió magistralmente la llegada a Orcoyen, con lanzamiento de cohetes y bandeos interminables de campanas Describe con sentidos párrafos la llegada de la imagen, seguida de una caballería, el beso de metal entre el Arcángel y la cruz parroquial, señalando que “La escena tiene una fuerte emoción ritual y rural. San Miguel Arcángel, andapueblos, en el serón de su macho o en lo alto del palo llevado por alcaldes, bendice con su oro coruscante en fórmula antigua y solemne las avenas, las cebadas, las habas, los forrajes, las alholvas de aquellos hombres que le rezan con la boina en la mano”.

Los hitos en Pamplona y el Ángel de la Meca

Al final de la monografía de Arigita (1904) encontramos una descripción que, en muchos aspectos, coincide con lo que repite año tras año, al menos en lo fundamental, con las visitas a las antiguas parroquias -incluida ya la de San Agustín- y, sobre todo, la catedral. A su texto nos remitimos, en él se anotan numerosas visitas, mucho más que las de décadas precedentes.

Protagonismo especial en la recepción tiene el Ángel de la Casa de Misericordia, del que ya da cuenta la prensa, en 1877. Para casi todos los que han escrito del tema se trata del arcángel san Gabriel. Julio Ruiz Oyaga, buen conocedor del archivo de la parroquia de San Nicolás, intentó demostrar que se trata de la imagen de san Miguel, titular de su antigua cofradía pamplonesa, que mantenía un hospital absorbido tras la Desamortización por la Casa de Misericordia, que vendió su solar en 1851. En sus líneas defiende el carácter popular de la fiesta: “Todo es popular allí. Nunca hubo golillas ni chisteras en su recepción. Tampoco autoridades de ninguna clase. Sólo hay pueblo… Es pues el antiguo hospital de San Miguel el que representa la imagen de la Misericordia que sale al encuentro de San Miguel. Solamente que la santa ignorancia de las monjitas ha hecho del antiguo San Miguel un gracioso San Gabriel con flores en vez de espada y una capita de plexigás para que no se moje. Los dos San Miguel, el de Aralar y el de la Misericordia, deben reírse al darse el besico, por alteración que a uno de ellos le ha hecho la piedad de las monjas”. Sin entrar en la posible recepción de san Miguel hasta mediado el siglo XIX, lo que no es sostenible es pensar que la escultura actual, típicamente catalana de las denominadas de “cap y pota”, es san Miguel, ya que la posición del dedo índice de una de sus manos señalando a lo alto, en consonancia con la oratoria de sus palabras y de la otra mano dispuesta para coger un bastón, cetro o ramo de lirios, nos llevan, sin duda alguna, al arcángel san Gabriel. Además, revisando cuidadosamente las cuentas de la Casa de Misericordia, existe un recibo de 220 reales, en 1866, abonado a sor Tomasa Cía, por una escultura del “niño Gabriel”, en posible alusión al Arcángel san Gabriel, por su pequeño tamaño, muy parecido al de los Niños Jesús de esas características formales. Sin embargo, puede que se refiera a otros futuros santos con ese nombre, como san Juan Gabriel Perboyre, que ingresó a los quince años en la Congregación de San Vicente de Paúl, la rama masculina de las Hijas de la Caridad, las religiosas de la Casa de Misericordia.

El siglo XX una fiesta in crescendo

A lo largo del siglo pasado, la visita del Ángel a Pamplona fue creciendo en días de estancia y en algunos otros aspectos, como la presencia de algunas autoridades. Al despuntar el siglo XX la imagen llegaba, como lo venía haciendo desde 1770, el lunes por la tarde, si bien las visitas habían aumentado.

En las noticias de la prensa local nos hemos apoyado para fijar los días de su estancia en la ciudad. La consulta de los periódicos nos ha llevado a artículos sobre iconografía, historia, costumbres, música … etc., relacionados con su venida, firmados, entre otros, por Mariano Arigita, José Esteban Uranga, Leocadio Hernández Ascunce, Ignacio Baleztena, o Julio Ruiz Oyaga.

Las sucesivas ampliaciones de días están en consonancia con el crecimiento de la ciudad y de sus parroquias, colegios e instituciones. No es éste el lugar, pero los datos sugieren reflexiones socio-religiosas, e incluso políticas desde una Pamplona que aún no había roto su recinto amurallado hasta la actualidad.

Desde 1770 la estancia abarcaba desde el lunes al miércoles y así se vino haciendo hasta 1915, año del derribo de las murallas, en que se añadió un día más, marchando de la ciudad el jueves. En aquella etapa hay que reseñar el aplazamiento de la visita por la enorme nevada que había en el santuario los primeros días de abril de 1910.

Entre 1915 y 1937, la imagen estuvo hasta el jueves. En 1925, como novedad, se añadió la visita protocolaria a Diputación, que se interrumpió en 1932. En 1933 y 1936 no vino por no contar con los permisos de las autoridades de la II República. En 1936 llegó a finales de julio para desplazarse por numerosas localidades inmediatamente.

Desde 1938 hasta 1944 el Ángel permaneció entre el lunes y el viernes, a partir de 1939 comenzó la visita a la Casa Consistorial. Desde 1945 estuvo hasta el sábado. A partir de 1948 visitó la Audiencia y desde 1950 el Gobierno civil. Finalmente, desde 1958 hasta el presente la estancia se prolonga hasta el domingo. En este periodo se realizó la visita al Parlamento entre 1984 y 2016 y la misa catedralicia cambió su horario para celebrarse por la tarde, desde 1972.