02/12/2025
Publicado en
Ecclesia
Pablo Blanco-Sarto |
Profesor de la Facultad de Teología
El primer viaje apostólico del Papa León XIV a Turquía y Líbano en estos días ha constituido un hito ecuménico e interreligioso de gran relevancia. No hemos de olvidar el delicado contexto geopolítico y religioso de Oriente Medio, donde las tensiones se hacen sentir a diario, incluso llegando a la violencia. El itinerario, enmarcado bajo el lema del "testimonio y el encuentro", buscó proyectar un mensaje urgente de paz, unidad y fraternidad, en una región marcada por conflictos y divisiones. Y todo esto al final del Jubileo de la esperanza. “Ha sido un viaje muy importante con el patriarca ecuménico o con los armenios -me ha dicho un profesor de derecho canónico oriental-, pero no debe quedarse solo en gestos”.
Turquía: ecumenismo e historia
El motivo principal del viaje era celebrar los 1700 años del Concilio de Nicea, ahora en İznik, en territorio turco. Fue el primer concilio ecuménico de la historia, celebrado en 325. Este gesto no fue un mero recuerdo histórico, sino un clamor por la unidad de los cristianos en un momento de división. Al confesar el credo de Nicea (compartido por católicos y ortodoxos, y sin pronunciar el Filioque, motivo de controversia durante siglos), León XIV reforzó el diálogo con la Iglesia ortodoxa, en especialmente con Bartolomé I, Patriarca ecuménico de Constantinopla. Frente a él y en su tiempo, san Gregorio Magno se presentó como el “siervo de los siervos de Dios”; ahora el papa americano iba con la misma actitud, “presidiendo a todos en la caridad”.
Pero también fue abordado el diálogo interreligioso, en un país de mayoría musulmana. En Estambul, el Papa visitó la Mezquita Azul, siguiendo la tradición de sus predecesores y tuvo gestos de respeto y recogimiento. Para evitar la crítica de los ultranacionalistas musulmanes, evitó rezar en público. En Ankara, los encuentros con las autoridades turcas, incluyendo a Erdogan, abordaron la necesidad de que Turquía fuera un "factor de estabilidad y acercamiento" en la región. Fue una puesta en escena del diálogo de la Iglesia católica con un país de mayoría musulmana, apelando a la laicidad de este.
Líbano: solidaridad y convivencia
El viaje la "tierra de los cedros" apeló a un modelo histórico de convivencia multiconfesional. Líbano ha sido tradicionalmente un refugio para diversas comunidades cristianas de Oriente. En un contexto de profunda crisis económica, política y social, el mensaje del Papa fue claro: el Líbano "no ha caído en el olvido". Su presencia buscó evitar el éxodo de cristianos, reafirmando la esencial pluralidad del país. El Pontífice llamó a preservar el "modelo multiconfesional" libanés, ahora debilitado por la lógica del enfrentamiento y la corrupción. Urgió a los líderes del país a trabajar juntos por la paz y la estabilidad, condenando la violencia y el uso de la religión para justificarla.
El ejemplo de los cristianos perseguidos y el “ecumenismo de la sangre” -como lo llamó el papa Francisco- son también testimonios elocuentes que deben guiar la estrategia en la Iglesia. Al elegir Turquía (puente entre Oriente y Occidente) y Líbano (símbolo de la convivencia cristiana en Medio Oriente) para su primer viaje internacional, León XIV ha demostrado su intención de abordar las heridas más profundas de la Iglesia y del mundo. Su estilo, prudente y diplomático, se centró en la fuerza del testimonio y el encuentro personal.
Convirtió el viaje no solo en una peregrinación, sino en un test internacional de su liderazgo en la Iglesia. Un Papa que se emociona con los católicos, reza con los ortodoxos, dialoga -en el respeto- con los musulmanes constituye un testimonio elocuente en momentos de polarización y crispación. Representa el abrazo de la Iglesia a toda la humanidad. Jesús pasó por esas tierras orientales predicando la paz, el amor y la unidad, y León XIV ha tenido a bien recordarlo. Por eso ha sido un viaje lleno de esperanza, pues estas realidades ahora parecen seguir siendo posibles.