Francisco Varo, Sagrada Escritura, Facultades Eclesiásticas
El maestro de la palabra
Cuando se anunció la elección de Joseph Ratzinger como sucesor de Juan Pablo II a más de uno se le atragantó la saliva. Ya está aquí Ratzinger Zeta, el rottweiler de Dios, dispuesto lanzar sus puños o propinar un mordisco a quien se le ponga por delante, se escuchaba decir. Durante sus años de trabajo en la Congregación de la Doctrina de la Fe, no le faltaron enemigos que lo caricaturizaron con los tópicos anticlericales más rancios: Un 'panzerkardinal' en la silla de San Pedro, ¿qué va a ser de nosotros?
Pero había un resquicio de esperanza. Con el rostro adusto que le sacaban las fotos no repetiría las mágicas puestas en escena de Juan Pablo II. No conocían al verdadero Ratzinger. Por eso, Benedicto XVI los sorprendió en Colonia al dejar galvanizados a centenares de miles de chicos y chicas, con el mismo empuje que Karol Wojtyla.
Juan Pablo II se integraba en la fiesta y la conducía. Gozaba de vivir metido en Dios y ver el mundo con sus ojos amorosos, y daban ganas de unirse a él para seguir de cerca a Jesucristo.
Ratzinger no nació con vocación de actor. Es un maestro de la palabra certera y del texto breve. Los nudos más complejos se desatan para quien ha pensado mucho las cosas y las ha ponderado en su oración. Da gusto escuchar a un hombre sencillo y discreto, que habla claro de lo divino y de lo humano. Por eso arrastra.