Publicador de contenidos

20251211_OP_CIE_montanas

Montañas en transformación: cómo el cambio global está reconfigurando las montañas del mundo

11/12/2025

Publicado en

The Conversation España

David Elustondo |

Catedrático en Tecnologías del Medioambiente y director científico del Instituto de Biodiversidad y Medio Ambiente, Universidad de Navarra

Las montañas cubren cerca de una cuarta parte de la superficie terrestre y sostienen directa o indirectamente a más de la mitad de la población mundial proporcionando servicios ecosistémicos fundamentales: abastecen de agua dulce a grandes ciudades y regiones agrícolas, regulan el clima local y regional, almacenan carbono en bosques y turberas, conservan una biodiversidad única y ofrecen recursos esenciales para la cultura, el ocio y el bienestar. Sin embargo, en las últimas décadas se han convertido en uno de los escenarios donde el cambio global se manifiesta con mayor intensidad y rapidez. Lejos de ser territorios remotos o inmutables, están experimentando una transformación profunda con consecuencias ecológicas, económicas y sociales de gran alcance.

Esto ocurre porque estos territorios son especialmente sensibles al calentamiento global, que en las zonas de montaña supera ampliamente la media global. Este aumento de temperatura está provocando la pérdida acelerada de nieve y el retroceso de glaciares, con efectos directos sobre la regulación hidrológica. Muchos de los ríos más importantes del mundo dependen del equilibrio nival y glaciar para mantener sus caudales por lo que la reducción del manto de nieve y el deshielo prematuro están alterando los flujos estacionales de agua, generando más escorrentía en invierno y menos en verano, cuando la demanda agrícola y urbana es mayor. Por tanto, este desequilibrio no solo afecta a la biodiversidad, sino también al abastecimiento humano, la producción hidroeléctrica y la seguridad alimentaria.

El calentamiento global ejerce también una fuerte presión sobre la biodiversidad de alta montaña, una de las más singulares y frágiles del planeta. Muchas especies se desplazan hacia cotas superiores en busca de temperaturas más frías, pero en los sistemas montañosos ese margen altitudinal es limitado. En consecuencia, especies adaptadas a ambientes fríos, desde plantas alpinas hasta aves, insectos o anfibios, se encuentran cada vez más acorraladas y, en algunos casos, al borde de la extinción local. A ello se suman desajustes en los ciclos fisiológicos que generan una creciente asincronía entre especies que dependen unas de otras. Estos cambios repercuten en procesos ecológicos esenciales como la polinización, el control de plagas o el ciclado de nutrientes.

A estas presiones se suma una creciente influencia humana. El aumento del turismo, la urbanización de valles, la construcción de infraestructuras y la demanda creciente de agua y energía están transformando aceleradamente los ecosistemas de montaña. Este incremento de usos favorece el desplazamiento de especies nativas y altera el equilibrio ecológico, especialmente en zonas de alta sensibilidad ambiental.

Existe, además, un factor menos visible pero igualmente determinante: el depósito atmosférico de contaminantes, especialmente nitrógeno y fósforo. Aunque a menudo se perciben como espacios aislados, las montañas reciben cantidades crecientes de nutrientes procedentes de actividades humanas situadas a grandes distancias. En muchos sistemas oligotróficos (es decir, adaptados a niveles muy bajos de nutrientes) como turberaspraderas alpinas, suelos de alta montaña o lagos glaciares, estos aportes ya superan sus cargas críticas ecológicas, alterando la química del agua, favoreciendo proliferaciones algales y desplazando especies nativas adaptadas a ambientes pobres en nutrientes. Como consecuencia, disminuye la capacidad de estos ecosistemas para depurar agua, almacenar carbono o mantener su biodiversidad característica.

El impacto del cambio global en las zonas de montaña es, por tanto, claramente multifactorial. El efecto combinado del cambio climático, la disminución de la ganadería extensiva, la contaminación atmosférica y el aumento de la presión constructiva está incrementando la frecuencia e intensidad de eventos extremos e incendios forestales y transformando elementos icónicos del paisaje: glaciares que desaparecen, turberas que se degradan, bosques que ascienden en altitud o cambian de composición o lagos de alta cota que experimentan alteraciones químicas y biológicas sin precedentes. Este conjunto de cambios afecta de forma directa a actividades clave para las comunidades locales, como la ganadería extensiva, el turismo, la producción de alimentos o el abastecimiento de agua. La intensificación de la presión humana amplifica estos efectos y acelera la degradación de unos ecosistemas frágiles por naturaleza. De mantenerse esta tendencia, las regiones de montaña se enfrentarán a retos profundos para lograr mantener sus pilares económicos y el modo de vida de sus comunidades.

Por su sensibilidad y su papel estratégico en el funcionamiento del planeta, las montañas se han convertido en auténticos centinelas del cambio global. Lo que ocurre en ellas anticipa escenarios climáticos y ecológicos que afectarán a otras regiones en las próximas décadas. Proteger sus ecosistemas y reforzar su resiliencia es esencial para garantizar los servicios ecosistémicos que sostienen a millones de personas y para preservar un patrimonio natural de valor incalculable. En este contexto, en los próximos años será imprescindible consolidar y ampliar estrategias transfronterizas de mitigación y adaptación en regiones de montaña, siguiendo el ejemplo de iniciativas pioneras en Europa como la Estrategia Pirenaica del Cambio Climático (EPiCC) y el proyecto LIFE Pyrenees4Clima, que impulsa su implementación.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

The Conversation