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Saltar sin red…

11/09/2025

Publicado en

Alfa y Omega

Ricardo Piñero |

Catedrático de Estética, profesor del Máster en Cristianismo y Cultura Contemporánea y director del Instituto Core Curriculum

Cuando era niño me encantaba ver en la televisión una serie alemana de una familia circense, los Flying Dorias, que llevaba por título Salto mortale. Era, como algunos recordarán, una familia de trapecistas suizos que se iban a embarcar en una gira europea en el Circo Krone. Me impresionaba tanto ver volar a los Doria… Se subían a lo alto de la carpa y se mecían de un lado a otro como si flotaran en la cúpula del cielo. Siempre sucedían cosas inesperadas que me atrapaban ante la pantalla. Cuando terminaba cada episodio, me encantaba cerrar los ojos y, mientras resonaba en mi cabeza la banda sonora, imaginaba que algún día yo también podría viajar por todo el mundo, y que, a lo mejor, me atrevería a hacer algo tan espectacular como saltar de un lado a otro sin red.

Esos recuerdos son en blanco y negro, quizá porque han pasado más de cincuenta años o tal vez porque a la televisión de mi casa no había llegado aún la revolución tecnológica. Lo mejor de ser niño es que los límites no importan, se difuminan, no nos condenan ni nos expulsan de la vida que queremos vivir. Uno siente que tiene fuerzas para todo, experimenta que, con un poco de confianza y con la ayuda de quienes le rodean, todo puede salir adelante. Uno vive de la ilusión, no de la falsa sensación de euforia, sino de la alegría interior de que, poniendo todo el corazón y toda la mente, cualquier cosa es posible. Y en cierto modo es así, no solo cuando somos niños, sino cuando no perdemos la confianza, cuando mantenemos la esperanza, cuando nos sostiene el amor de los nuestros. Los Doria eran una familia… y tú y yo tenemos la suerte de tener una, una de esas que no falla.

A veces, los que son nuestra verdadera familia no se apellidan como nosotros, pero eso es lo de menos, porque su presencia nos hace sonreír, su trabajo nos da de comer, sus cuidados nos mantienen sanos, sus caricias nos hacen sentir que volamos… Sí, amar y ser amados es como volar.

Cuando nos hacemos mayores nos viene de maravilla recordar, aunque sea en blanco y negro, que, de vez en cuando, no hay como saltar sin red para volver a vivir la alegría del amor… No hay más que tomar impulso y dar un salto, con la seguridad de agarrar las manos de quien jamás nos dejará caer… porque nos quiere… Para volar de verdad hay que saltar sin red. Si no, no es amor, porque falta esa confianza auténtica. Volar tiene que dar un poco de vértigo, porque es dejar las seguridades de la tierra atrás, y saltar con la mirada puesta en el cielo.