Francisco Javier Pérez-Latre, Profesor de la Facultad de Comunicación
Se busca un líder mundial...
La magnitud de la figura del Papa se aprecia también en su papel e influencia en las relaciones internacionales
El Papa es una figura mundial. Es interlocutor imprescindible y se busca su opinión en los grandes debates culturales y sociales del momento. Al Papa le siguen muchos y muchos le critican, pero ya no se le puede ignorar. Realiza una tarea constante de defensa y promoción de los derechos humanos, la paz, la vida, la educación o la protección de pobres y desfavorecidos. Es un mediador natural en los conflictos, porque aunque no tenga ejércitos tiene prestigio.
No se debe olvidar que, como señalaba hace unos días Rafael Domingo, la globalización ha hecho de la humanidad una comunidad política. En ella, el Papa juega un papel fundamental. El Romano Pontífice demostró gran influencia en el mundo en la era de Juan Pablo II, que fue decisivo en la caída del bloque soviético y evitó con su mediación directa una guerra entre Chile y Argentina. Benedicto XVI ha dejado imágenes emblemáticas de liderazgo y concordia, como sus discursos en las Naciones Unidas, Whitehall y el Bundestag, la visita a Auschwitz, su oración descalzo en la Mezquita Azul de Estambul mirando hacia La Meca, o el viaje al Líbano, donde miles de musulmanes se unieron a los actos. Las palabras de políticos como Obama, Carneron o Merkel ante su renuncia dan idea de su estatura como líder mundial. Sayeeda Warsi, la ministra (musulmana) de Asuntos Religiosos del Gobierno británico, elogiaba su trayectoria recordando en el Daily Telegraph (14 de febrero) que se dedicó a «tender puentes» entre países y religiones.
El prestigio del Papa en otras confesiones cristianas es considerable, como demuestran, entre otros, los mensajes de despedida de Kyril, el patriarca ortodoxo de Moscú («usted alzó valientemente su voz en defensa de los ideales evangélicos», decía hace unos días), o la Federación Luterana Mundial. Un análisis demasiado eurocéntrico y norteamericano del Papa podría hacer pensar que la institución que preside está en declive. Los datos no avalan esa afirmación. En realidad, la Iglesia crece de manera constante en el mundo. El crecimiento de la Iglesia católica es mayor que el de la población mundial en su conjunto. Ha pasado de 266 millones de fieles en 1900 a 1.197 en 2010. En algunos lugares de América, Asia y África el aumento de sus cifras es explosivo. En Asia, por ejemplo, el porcentaje de católicos se dobló en el s. XX. En 1900 había apenas un millón de católicos en África. Hoy suman 160 millones, en una estimación que se considera conservadora.
La magnitud la figura del Papa se aprecia también en la expectación mediática que vivimos estos días. Más de 4.400 periodistas se han acreditado en la Oficina de Prensa de la Sta. Sede después de la renuncia de Benedicto XVI. A ellos hay que sumarlos 600 que ya trabajan habitualmente allí. Cuando se habla del Papa, las audiencias aumentan. El Romano Pontífice es el origen de best sellers literarios como Jesús de Nazaret o Luz del Mundo, programas de televisión con audiencias millonarias, vídeos de circulación masiva por la red. En tiempos de audiencias fragmentadas y atención dispersa, la demanda y cobertura de los medios está asegurada. Benedicto XVI se marchó con el helicóptero rodeado de flashes, micrófonos y cámaras de televisión, «tuits», entradas de blog... Especialistas en televisión han calificado la retransmisión de la despedida de Benedicto XVI como impecable y sorprendente.
Otro hito en la visibilidad mediática del Papa es la cuenta de twitter @pontifex, presentada el 3 de diciembre. Cuando escribo estas líneas, el perfil principal en inglés tiene más de 1.600.000 seguidores y tiene versiones en 9 idiomas (latín y árabe incluidos). La Navidad de 2012 marcó otro hito, con la publicación de un artículo de opinión en el «Financial Times», uno de los diarios mundiales con más prestigio (20 de diciembre).
En esta «comunidad política» que es el planeta, el Papa y la religión son grandes cuestiones globales. Hacen falta voces Armes que protejan a los débiles y defiendan la verdad ante el relativismo moral y la corrupción. Voces, como decía Benedicto XVI en su artículo del «Financial Times», que luchen contra la pobreza reconociendo la dignidad suprema de cada persona; que trabajen para que los recursos de la tierra se repartan mejor; que alcen su voz para defender a los más vulnerables; que se opongan a la avaricia y la explotación. Como recordó Benedicto XVI en Whitehall, la religión «no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional». ¿Cómo dotamos de fundamento ético más sólido a la vida política y económica, sacudidas por una crisis que ahora sabemos que, en gran medida, es una crisis moral «La dimensión ética de la política tiene consecuencias de tal alcance que ningún gobierno puede permitirse ignorar», dijo Benedicto XVI a los parlamentarios británicos. La religión y el Papa ofrecen, por todos los medios, respuestas valiosas a un mundo necesitado de soluciones y gente íntegra. El próximo Papa también tendrá mucho que decir.