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La causa javierista, a mediados del siglo XVII, en una Navarra dividida

09/12/2025

Publicado en

Diario de Navarra

Ricardo Fernández Gracia |

Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

Los pleitos por los patronatos fueron frecuentes en la España del siglo XVII, destacando lo sucedido con Santiago y santa Teresa. En Navarra, los javieristas, muy influenciados por los jesuitas, estuvieron sustentados por las propias instituciones del Reino -Cortes y Diputación-, entre cuyos miembros había ex-alumnos de la Compañía, en tanto que los ferministas fueron apoyados por la ciudad de Pamplona y el cabildo de su catedral, junto a un clero bastante receloso con el poder e influencia que los hijos de san Ignacio estaban asumiendo. En el fondo, también subyacían modelos de santidad.

Una contienda incruenta 

Las diferencias entre ambos bandos se agudizaron a partir de 1643, cuando la Diputación hizo publicar un bando declarando que el único patrón del Reino era san Francisco Javier. En una relación, elaborada poco antes de mediar el siglo, entre los adeptos a las posiciones del Reino y, por tanto, de san Francisco Javier, encontramos los siguientes: Tudela (deán, cabildo colegial, todas las parroquias y la cofradía de San Dionís), Viana (ciudad y cabildo eclesiástico), Cascante (ciudad y cabildo eclesiástico), Tafalla (ciudad y cabildo eclesiástico), Corella (ciudad y cabildo eclesiástico), Olite, que después de dar poder lo revocó, Puente la Reina (villa), Sangüesa (ciudad y cabildo eclesiástico), Aibar (ciudad y cabildo eclesiástico), Cáseda (localidad y cabildo eclesiástico), Villafranca (villa y cabildo eclesiástico), Valtierra (villa y cabildo eclesiástico), Arguedas (villa y cabildo eclesiástico), Zúñiga (localidad y cabildo eclesiástico), Cintruénigo (villa), Monteagudo (villa), Buñuel (villa), Ablitas (villa), Barillas (villa), Fontellas (villa), Fustiñana (villa), Cortes (villa), Rocaforte (villa), Murchante (lugar), Mendigorría (cabildo eclesiástico), San Martín de Unx (cabildo ecliesiástico). 

El Archivo General de Navarra custodia un importante conjunto de cartas de adhesión a la causa javierista de numerosas localidades, instituciones y particulares. La mayor parte de ellas se datan en el año 1650, en un momento en el que el enfrentamiento de la Diputación y sus partidarios contra el Ayuntamiento de Pamplona y los ferministas se encontraba ya en un camino sin retorno, en un pleito litigado en la Curia Romana.

El jesuita encargado por el Reino, como abogado de su causa, fue el padre Gaspar López. Con sus argumentos, el licenciado Azpilicueta escribió un memorial al obispo Francisco de Alarcón y Covarrubias, solicitando la declaración como patrón único del Reino y el precepto para su fiesta, dejando el envío de las peticiones al resto de los prelados con jurisdicción en Navarra (Calahorra, Tarazona y Zaragoza), para cuando el obispo pamplonés se posicionase. Éste accedió y ordenó emitir el edicto el 25 de noviembre de 1648, aunque más tarde repitió, en varias ocasiones, que le habían engañado los jesuitas. Sea como fuere, el edicto levantó un enfrentamiento en Navarra, que se prolongó durante casi una década, entre unos y otros.

Mientras la Diputación daba las gracias al obispo y enviaba las cartas previstas a los obispos de Tarazona, Calahorra, arzobispo de Zaragoza y abad de Fitero, el consistorio pamplonés mostraba su pesar y oposición, pedía la revocación de la decisión y, en caso de no ser escuchado, invocaba el auxilio del brazo real de la fuerza. La Diputación otorgó poder para seguir el pleito en el tribunal eclesiástico.

En el verano de 1649, pareció alcanzarse una solución de compromiso, pero el ayuntamiento obró con deslealtad, con lo que ambas partes volvieron a la carga. Aparecieron escritos impresos a favor de san Fermín en 1650, año en el que la Diputación solicitó los poderes de los pueblos y ciudades para proseguir el pleito en aras a la declaración como patrón a Javier. Como es sabido, todo terminó con el breve papal de Alejandro VII declarando a los santos patronos de Navarra, en 1657.

Los pueblos navarros se manifiestan a requerimiento de la Diputación

Se han conservado numerosas cartas de apoyo de localidades navarras a las tesis de la Diputación del Reino. La ciudad y cabildo de Tafalla hablan en su adhesión de la “entrañable devoción a nuestro santo patrón… y alabando a Vuestra Señoría Ilustrísima el empeño con que ha tomado su defensa”. Desde Zúñiga se señala parecer “muy conveniente… en tan santo intento y que se ejecute hasta su debido efecto”. Los síndicos y procuradores de Cáseda afirman “han asistido y jurado por patrón de este Reino al gran apóstol de las Indias san Francisco Xavier, su hijo, en Cortes Generales”, por lo que deseaban estar en la avanzadilla del intento de declararlo patrono. Desde Aguilar de Codés afirmaban que, por orden del obispo Juan Juániz de Echalaz, guardaban la fiesta de Javier “y la guardarán mis vecinos mientras durase el mundo o se dispusiese otra cosa por su Santidad o Vuestra Ilustrísima... porque se tiene gran devoción a este santo y si lo pudiera hacer patrón o titular lo hiciera”. El asentimiento de Sangüesa quedó bien patente en la respuesta remitida a la Diputación. Las contestaciones de Estella y Villava son claramente evasivas, la primera agradeciendo la información a la vez que anotaba que era cuestión grave por ir contra la capital navarra y advirtiendo la segunda localidad que, cuando hubiese Cortes, sus diputados obrarían “lo que más convenga al servicio de Dios nuestro Señor, aumento y gloria de los santos”; en cambio, Corella se da por enterada y muestra su alegría por seguir en el pleito para convertir al santo misionero en único patrón de Navarra. En la contestación de la ciudad de Cascante leemos: “Cuando no fuera tan justo el festejar la fiesta del gran apóstol de la India, san Francisco Xavier y haberlo votado en las Cortes Generales, bastaba mandarlo Vuestra Señoría Ilustrísima para que lo obedeciera”. Desde Olite se mostró el apoyo a la Diputación, sin disimular su gozo por haber tomado el empeño “por el gran afecto que tengo al glorioso apóstol san Francisco Xavier”. El consentimiento de Tudela va más allá, al dejar por escrito que no se podía consentir que la pretensión de Pamplona triunfase. Desde Viana se informaba del culto dado al misionero navarro y que en vista del juramento de las Cortes “se ha determinado para la justa veneración y culto de nuestro patrón y apóstol san Francisco Xavier…. que toda mi jurisdicción en su santo día y glorioso tránsito se guarde día de precepto con misa y sermón y procesión solemne, con un bien formado retrato, asistiendo yo con la pompa decente y acostumbrada en todos los dichos actos en cuerpo de ciudad”. Desde Puente la Reina, con algunas divisiones en su regimiento, como veremos más adelante, se mandó el poder solicitado por la Diputación. La villa de Cintruénigo hizo lo mismo, advirtiendo que había entregado copia de su poder al rector de la Compañía de Tudela, dato que habla por sí solo de cómo se esforzaron los jesuitas por lograr gran parte de todos aquellos apoyos. Otros consentimientos llegaron desde Rocaforte, Valtierra y Arguedas, en este último caso “por ser tan notorios los méritos no solo en este Reino, ni en los de España, sino aún en los extraños”.

Algunas localidades, como Espronceda, Marcilla o Peralta, dan cuenta de haber dado el poder a favor de Pamplona. En otros pueblos como Villafranca o Cortes, se informa que, pese a la petición de la capital navarra, se alineaban con las posiciones de la Diputación. Los regidores de Fitero advierten de su poder dado a Pamplona, con una afirmación no exenta de amargura, ya que era el abad del monasterio quien participaba en las Cortes y no la villa, como hubiese querido. Así se expresa en su contestación: “Como no tengo voto en Cortes, no he tenido noticia de la pretensión que Vuestra Señoría tenía sobre el votar por su patrón único al gran apóstol de la India san Francisco Xavier, a cuya causa habrá dos o tres semanas, poco más o menos, la ciudad de Pamplona me escribió enviase poder para pedir ser patrón al glorioso san Fermín y se le envié, con que hoy me hallo con el sentimiento mayor que puedo…., por hallarme imposibilitado de poder servir a Vuestra Ilustrísima con lo que me manda”

Las respuestas de comunidades religiosas, cabildos y personas particulares

Un segundo grupo de apoyos, llegados desde cabildos y comunidades religiosas, también se han conservado. En este caso la división y punto de vista del clero resulta bastante clara. Así, el cabildo de Tafalla opta por adherirse al Reino, porque con la decisión de proclamar patrono a san Francisco Javier no se eliminaba a san Fermín como patrón del obispado. El cabildo de Estella contestó que se uniría, en su caso, a la decisión del obispo, capítulo y clero del Reino, en prueba de obediencia, a una con la catedral. En similar convencimiento se expresó el de Puente la Reina. El cabildo de Lumbier informó de no haber tomado decisión alguna. El monasterio de Iranzu y los cabildos de Urroz y Olite, manifestaron estar por san Fermín, en el último caso por razón de “deberle la fe que profesaban”. Desde el monasterio benedictino de Irache, tras dudas de un primer momento, la adhesión al Reino fue total, asegurando que se le tenía gran veneración en la casa y, tras consultar el abad con los monjes, proseguían todos ellos como sus predecesores, que lo habían jurado por patrono, años atrás. Los cabildos de Cáseda y Corella se alinearon con los partidarios de san Francisco Javier y, sobre todo, todas las parroquias de Tudela, con cartas repletas de argumentos retóricos.

También, se han conservado las respuestas de 1650, por parte de destacados hombres de la nobleza y el clero del momento. El deán de Tudela afirma, en su contestación a la Diputación, que se había reunido con su cabildo y que todos estuvieron a favor de otorgar el poder al Reino. Desde la misma capital de la Ribera contestaron los siguientes señores, dando cuenta de sus gestiones, en muchos casos señalando que no había hecho falta influir en nada, porque todos estaban convencidos de la causa javeriana: don Lope de Beaumont, don Juan Francisco de Veraiz, don García de Mirafuentes, don Alonso de Beaumont, el señor de Barillas, don Antonio Murgutio, doña Dionisia de Eguaras, don Pedro Berrozpe y don Miguel de Araiz. Este último señalaba: “todos los caballeros del brazo militar han mostrado su afecto con toda fineza, obedeciendo a Vuestra Señoría Ilustrísima, sin perder tiempo y la galantería con que han mostrado el suyo la ciudad y cabildo no es ponderable”. Desde la ciudad de Tafalla, don Melchor de Torreblanca informaba que haría todo lo posible para influir en pro del patronato de san Francisco Javier y aseguraba que conseguiría el poder. De Viana llegaron las respuestas de don Francisco Barragán, don Martín de Torres y don Juan de Dicastillo, asegurando que la ciudad y el cabildo se habían reunido con la mayor brevedad y en gran conformidad, por la gran veneración que tenían al santo, decidieron otorgar el poder a favor de los postulados de la Diputación. El conde de Javier escribió desde Sangüesa, informando de sus gestiones favorables en aquella localidad, en donde promovió que los cuatro cabildos y el regimiento se inclinasen por san Francisco Javier y añadiendo que hubiese ido a Lumbier, Cáseda y Aibar, pero por la caída de un hijo no lo pudo hacer. 

Las cosas no estuvieron tan fáciles por parte de prohombres de otras localidades como Puente la Reina, Goizueta o Mendigorría. En esta última don Juan Martínez de Arizala, avisaba que lo intentaría con todas sus fuerzas “pesándome no sean muchas”. Desde la misma localidad, don Antonio Barragán daba cuenta de sus gestiones y de la delicadeza con la que había que obrar, por ser muy altas las influencias de los de Pamplona a favor de san Fermín. Don Martín de Alduncín informaba, desde Goizueta, que sentía en el alma no poder hacer nada, pero que ya se había dado el poder a la ciudad de Pamplona.