Publicador de contenidos

Volver opinion2015_02_09_mariajosefa-alfonso

Alfonso Sánchez-Tabernero Sánchez,, rector de la Universidad de Navarra

"Magna anima"

lun, 09 feb 2015 11:55:00 +0000 Publicado en Diario de Navarra

Nos entristece hoy la noticia del fallecimiento de una gran señora, María Josefa Huarte, apenas dos semanas después de que Sus Majestades los Reyes inaugurarán el Museo Universidad de Navarra. Se cumplía el 22 de enero de 2015 un deseo muy querido por ella: que su colección, reunida con especial gusto y sensibilidad durante décadas, permaneciera en Navarra, accesible a todos los navarros y a quienes nos visiten.

María Josefa no aspiraba a la mera exhibición de las obras. Había promovido la Cátedra Félix Huarte de Estética y Arte Contemporáneo y deseaba vincular su donación a un proyecto académico. Quería, de nuevo movida por su sentido social, que sobre esas obras se desarrollara una labor docente e investigadora; una tarea educadora, en definitiva, consciente de hasta qué punto es formativa la verdad del arte.

En estos momentos de pesar, quiero resaltar de nuevo la extraordinaria generosidad de María Josefa. Sobre cualquier otro interés legítimo, ella supo anteponer el bien que para toda la sociedad representaba que esas obras se expongan al público y sirvan para una actividad docente e investigadora en un marco universitario. Un acto más de magnanimidad en una vida jalonada de obras de servicio.

Ciertamente, María Josefa tenía magna anima, el alma grande, como la tuvieron sus padres, Dª Adriana y D. Félix, con quien la Universidad de Navarra también tendrá siempre una deuda de gratitud. Un alma con raíces cristianas muy vivas, que le llevaron siempre a pensar en los demás, sea ofreciendo un hogar a niños huérfanos en diversos lugares del mundo, sea empeñándose, con tenacidad navarra, en que todos pudieran disfrutar de su colección artística.

En los últimos tiempos he tenido la fortuna de tratar más a su marido, Javier Vidal. No quisiera terminar estas líneas de homenaje a su mujer sin destacar también su figura. Me he sentido muchas veces conmovido por su entrega delicada y cariñosa durante estos años de deterioro de la salud de María Josefa. Y doy gracias por haber sido testigo de su ejemplo de fidelidad cotidiana, verdaderamente luminoso.

María Josefa Huarte era poco amiga de alabanzas, como correspondía a un carácter sencillo y humilde. Cambiaba elegantemente de tercio cuando una conversación se deslizaba hacia un elogio de ella. De modo que no debo abundar más en sus muchos méritos, en la confianza, por otra parte, de que ya habrán obtenido la recompensa que no termina nunca. Pero sí creo que es mi obligación como Rector expresar una vez más el agradecimiento de la Universidad de Navarra a María Josefa Huarte y nuestro compromiso por hacer fecundo su legado.