Joaquín Baleztena Gurrea, Profesor de la Facultad de Medicina y especialista de la Clínica Universidad de Navarra
Los retos de la atención a las personas muy mayores
En la sociedad Navarra, al igual que en la del resto de España y países desarrollados en general, los avances tecnológicos y sanitarios y las mejoras en las condiciones y estilos de vida han provocado un espectacular aumento de la esperanza de vida. Si a esto añadimos una baja natalidad, tenemos como resultado una población envejecida.
Otro aspecto a valorar es una visión de la sociedad en la que se desprecia la experiencia y se valora especialmente la novedad, la juventud, el tener sobre el ser. Existe por tanto una visión negativa de la ancianidad, porque las personas mayores ya no producen y en cambio consumen muchos recursos, con lo cual la sociedad que ellos mismos han construido con gran esfuerzo, ahora las ve como una carga y pueden considerarse vidas sin valor desde una concepción economicista, llegando a producirse una auténtica discriminación por razón de la edad, llamada ageismo, que conduce a que los propios ancianos acaben creyéndose un estorbo familiar o social. Frente a esto, podemos promover una visión humana del envejecimiento, en la que se considera a cada persona única, irrepetible e irremplazable. Se desvanece lo que la persona tiene pero se espersona. Kant afirmaba: “Cada cosa tiene un valor y solo el hombre su dignidad”. Y precisamente, una de las necesidades humanas más importantes es el respeto a la misma y esta necesidad no cambia cuando la persona se vuelve más vulnerable, enferma o queda discapacitada, de hecho, podría incluso acentuarse.
Las transformaciones sociales, económicas y familiares producen que cada vez nos encontremos con mayor cantidad de personas mayores que viven solas. La soledad puede llevar riesgos inherentes: seguridad, manejo de dinero, dificultad para seguir una buena alimentación, etc., y si avanza el deterioro la necesidad de cuidados permanentes pueden suponer una sobrecarga a la familia, principal soporte de las personas mayores. Precisamente a esa familia que en muchas ocasiones ellos mismos han sacado adelante previamente.
Todo esto desencadena una mayor demanda de servicios, porque conforme avanza la edad, aumenta el riesgo de padecer enfermedades crónicas y situaciones de dependencia, soledad y pérdida de la autonomía, que debe ser atendida mediante un compromiso de toda la sociedad con el apoyo subsidiario de las instancias que sean pertinentes, para ofrecer atención y programas que respondan de manera eficaz y con la máxima calidad a dicha demanda.
En esta situación, la atención a las personas de edad muy avanzada debe ser un objetivo prioritario en los servicios sanitarios, sociales y en general en nuestra sociedad aumentando la coordinación entre todos ellos. Citando a la Dra. Marjorie Warren, una de las pioneras de la Geriatría, decía ya en 1946, que “No hay duda de que estos pacientes han sido inadecuadamente tratados en el pasado y con frecuencia continúan recibiendo una atención inadecuada y escasa, si es que reciben alguna. La profesión médica, habiendo tenido éxito en la prolongación de la vida del hombre, no debe seguir fallando en asumir su responsabilidad con el anciano enfermo o que se vuelve débil. Se necesita urgentemente un cambio de actitud en el cuidado de los enfermos crónicos”. Después de 70 años, esta cita todavía mueve a la reflexión y nos sirve como acicate para seguir avanzando en la atención gerontológica. Actualmente, en los países desarrollados la promoción de servicios y prestaciones destinados a personas muy mayores, deben orientarse prioritariamente, no tanto al incremento de los años de vida, objetivo meramente cuantitativo, como al desarrollo de actuaciones encaminadas a promover un envejecimiento saludable, es decir, a conseguir más años libres de enfermedad, discapacidad y dependencia.
Y esto pasa por aspectos como: la promoción de una formación específica en geriatría y gerontología a todos los profesionales que atienden a personas de edad avanzada, el desarrollo de la investigación en personas mayores y un mayor apoyo a familiares y cuidadores. Del mismo modo, es necesario prevenir la soledad, transmitir socialmente una visión positiva de la vejez como una etapa más de la vida que también puede ser disfrutada dentro de las posibilidades individuales. Y avanzar hacia un modelo integrador, que aborde todas las dimensiones de la persona (biomédica, mental, social, familiar, espiritual, etc.).
Los avances técnicos, que son una cosa buena, si no se acompañan del componente más humano de la atención a las personas mayores pueden llevar a proporcionar una asistencia de deficiente calidad y a la frustración de los equipos que los atienden. Nunca debería decirse que ya no puede hacerse nada más. Además de curar y rehabilitar lo que sea reversible, debemos tratar síntomas, acompañar, aliviar, cuidar, proporcionar afecto y comprensión. En definitiva darles un trato digno hasta el final de su vida.