Publicado en
Diario Vasco
Marta Ormazábal |
Subdirectora de Ordenación Académica de Tecnun-Escuela de Ingeniería de la Universidad de Navarra
Hace unos días se celebraba el Día Internacional de la Mujer en la Ingeniería. Fueron numerosos los centros educativos que difundieron la biografía de mujeres que han jugado un papel clave en el desarrollo social, y que estoy convencida de que despertarán vocaciones y más referentes steam en las generaciones del futuro.
Cada vez más empresas demandan perfiles técnicos. Un estudio reciente de ADEGI señalaba que casi el 90% de las empresas de Gipuzkoa están a falta de ingenieros e ingenieras. De hecho, la pandemia ha traído consigo cambios en el mundo laboral, en el que muchos sectores y perfiles se han visto afectados y se ha disparado la demanda de profesionales en industrias como la sanitaria o la tecnológica.
Esta realidad nos plantea dos oportunidades a los profesionales del sector ingenieril, y también a los docentes de las Escuelas de Ingeniería, como es mi caso, que tenemos la posibilidad de formar a estudiantes jóvenes e ilusionados con su futuro.
El primer reto sería el de asumir con responsabilidad que la sociedad demanda nuestro trabajo. Necesita el conocimiento de hombres y mujeres que entiendan el poder transformador que tiene la ingeniería y sepan emplearlo. Y por supuesto, que lo hagan juntos, porque la diversidad y la complementariedad siempre enriquece.
El segundo reto es el de visibilizar la vertiente social de la ingeniería para que cada vez más niños y niñas, y por lo tanto, más jóvenes, se decanten por ella. Creo que durante mucho tiempo se nos ha relacionado erróneamente con la idea de estar en un laboratorio aislados o manchándonos las manos con una máquina, sin demasiado contacto con el mundo exterior y sin un impacto directo en la sociedad. Además, esta falsa idea de “personas solitarias” afecta aún más si cabe al colectivo femenino a la hora de considerar la ingeniería como una opción.
El covid-19 nos ha enseñado mucho en este sentido. Pensemos en la pandemia que ha cambiado nuestra vida desde que estalló en marzo del año pasado. La ingeniería ha estado presente en todos los sistemas logísticos de transporte de alimentos, en la optimización de los turnos de trabajo de las empresas, supermercados o clínicas. Vimos numerosos casos de ingenieros e ingenieras que en equipos multidisciplinares y en colaboración con profesionales de distintos países desarrollaron soluciones médicas. La ingeniería es atractiva en sí misma, pero tenemos que saber contarlo, saber llegar a los colegios y a las familias, y creo que estamos en ello.
Pese a que hoy en día la media de mujeres que estudian ingeniería, según el último estudio de Eurostat, no alcance el 30%, somos uno de los países de la UE con más científicas e ingenieras. En concreto con un 49,3%. En Tecnun hemos visto una evolución en los últimos años y tenemos un 40% de alumnas estudiando alguno de nuestros grados o másteres.
La educación juega un papel esencial en este sentido, pues es la principal palanca de transformación social. El verdadero reto está en fomentar el interés por la ciencia y la tecnología en las personas a las que los niños y niñas tienen como referentes en las edades más tempranas, que por lo general son sus padres y profesores de infantil. La ingeniería viene del ingenio y lo que nos define es la capacidad de traducir esa idea en un producto o en una solución. El rol de los padres y los educadores es crucial y me atrevería a decir que lo es desde que tienen prácticamente 3 años. Es ahí cuando empiezan a vencer sus miedos, desarrollan sus habilidades y creatividad, y por supuesto, cuando más se dejan guiar por lo que sus referentes les van enseñando.
Desde hace dos años formamos parte del comité organizador de Emakumeak Zientzian, una iniciativa puesta en marcha gracias al esfuerzo de distintos centros de investigación de la ciudad. El objetivo es visibilizar el trabajo de mujeres científicas (un mundo hasta ahora principalmente dominado por los hombres), así como fomentar el amor por las carreras steam tanto en niños y niñas como en jóvenes. Para ello se organizan talleres prácticos de ciencia y se genera contenido audiovisual que después los propios colegios puedan emplear en sus clases. Mujeres que trabajan en el ámbito de la ciencia y la tecnología trasladan su experiencia a estudiantes más juniors para que puedan ver en ellas un ejemplo a seguir. Las personas necesitamos un espejo en el que mirarnos que nos aporte optimismo y tenemos muchos.
También pienso que nadie quiere o siente interés por aquello que no conoce. Cuando vamos a los colegios vemos que los estudiantes de bachiller tienen curiosidad por la ingeniería, pero no terminan de comprender bien qué hacemos. Quizá lo ven como una carrera complicada, al alcance de los más inteligentes y con prometedoras salidas profesionales. Recientemente tuvimos en Tecnun unas jornadas de iniciación con 165 alumnos y alumnas de bachillerato. Realizaron prácticas en laboratorios y descubrieron en equipos las distintas ramas de la ingeniería, lo que les diferencia y lo que les une. Y todo ello les ayudó a romper con esa idea falsa de que trabajamos solos (o acompañados, como mucho, por una máquina).
Pienso que el mensaje que tenemos que trasladar es el que dice Sara Gómez Martín, directora del Proyecto Mujer e Ingeniería de la Real Academia de Ingeniería: “La ingeniería en los siglos pasados estaba centrada en la máquina, pero la del siglo XXI pone el foco en la persona y en mejorar su calidad de vida”. Hagamos fuerza en su vertiente social.