Alberto Fernández Terricabras, IESE, Universidad de Navarra
Ambición en positivo
En una reciente entrevista me preguntaron qué diferencia a los emprendedores españoles de los de otros países. Generalizar es difícil pero una característica habitual en los planes de negocio de emprendedores españoles es la falta de ambición. Nos planteamos la creación de empresas como una fórmula de autoempleo y de ganarnos la vida más que como una forma de crear valor para nuestros clientes y para la sociedad, así como generar puestos de trabajo.
He ido al diccionario de la Real Academia y he quedado decepcionado. Define «ambición» como deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama. La ambición tiene mala prensa, pero tiene una dimensión buena; será lo de «dignidades» que dice el diccionario. Ambición es sinónimo de codicia, pero también de aspiración, anhelo, deseo o sueño. Aquí, cuando pensamos en alguien ambicioso pensamos en que quizá va a ganar mucho dinero y nos da envidia o pensamos que es un loco o, peor aún, un ladrón. Pensamos en qué rico va a ser y no en qué mérito tiene. No pensamos en que si las cosas van bien, el emprendedor puede reinvertir los beneficios, generar empleo y crear otras empresas.
¿Por qué, entonces, hay culturas en que los emprendedores se plantean retos más ambiciosos? Cuestión de educación y de actitudes individuales y sociales ante iniciativas emprendedoras ambiciosas. Los emprendedores que creen en su producto, que creen que hay una oportunidad de dar a sus clientes algo bueno, han de ambicionar crecer y han de poner los medios para ello. Pensemos que lo ambicioso es el reto y que conseguirlo es bueno para la sociedad, pensemos en la ambición como algo positivo.