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Eleonora Esposito, Investigadora Marie Curie del Instituto Cultura y Sociedad, Universidad de Navarra

Por qué aún necesitamos un Día Mundial de la Mujer

Desde hace más de cien años, el Día Internacional de la Mujer (DIM) se conmemora el 8 de marzo para celebrar los logros sociales, económicos, culturales y políticos de las mujeres que han superado las barreras de género en todos los aspectos de la sociedad.

vie, 08 mar 2019 15:53:00 +0000 Publicado en La Opinión de Tenerife y La Provincia

Un mito apócrifo se remonta a la huelga de los trabajadores de la confección en la ciudad de Nueva York el 8 de marzo de 1857, cuando miles de mujeres marcharon por la ciudad para protestar contra sus deplorables condiciones de trabajo. Si bien este mito sobre su origen ha sido rebatido, la historia del DIM no se puede separar de la historia de los movimientos en pro de los derechos laborales y de las mujeres, desarrollados de forma paralela y rápida durante la segunda revolución industrial en Europa y EE. UU. Con motivo del Congreso Internacional de Mujeres Trabajadoras en 1910, las socialistas alemanas Clara Zetkin y Luise Zietz propusieron la celebración de un día anual como estrategia para promover la igualdad de derechos para las mujeres, con un fuerte énfasis en el sufragio universal. El primer DIM se celebró al año siguiente y las mujeres se han congregado desde entonces en mítines, eventos de networking, congresos y marchas en todo el mundo.

Con el sufragio femenino conseguido en países de todo el mundo en diversos momentos, el DIM se ha convertido en un día para reflexionar sobre la igualdad de género en un sentido más amplio, lo que nos obliga a reconocer en qué medida la discriminación por motivos de género aún persiste en la actualidad. Las cifras muestran que, de forma global, las mujeres no disponen de un acceso igualitario a la educación, la atención médica, el empleo y la representación en los procesos de toma de decisiones políticas y económicas. Incluso cuando tienen trabajo, el fenómeno de la brecha salarial afecta a las mujeres de manera desproporcionada, no solo porque ganan de media menos que los hombres, sino también porque dedican más tiempo al trabajo no remunerado, como el cuidado de los niños o de familiares dependientes. Este escenario desalentador puede ser incluso peor para las mujeres que pertenecen a grupos minoritarios o que viven en países en desarrollo, ya que la discriminación de género siempre se encuentra en la intersección de varias estructuras de poder, como la edad, la raza/etnia y la clase social.

En comparación con los hombres, las mujeres también sufren de manera desproporcionada diferentes formas de violencia y el acoso, que van desde la violencia psicológica hasta el abuso sexual, de la violencia doméstica a la hostilidad en las redes sociales. Particularmente, la discriminación de género en el mundo on line ha emergido en los últimos años como una nueva y subliminal forma de brecha digital, que tiene el potencial de reducir la igualdad y la inclusión de la ciberesfera. Internet se ha convertido en la nueva frontera para difundir el odio contra las mujeres y las redes sociales muestran su potencial para actuar como un auténtico multiplicador de fuerzas, por la ingente cantidad y por la fuerte virulencia de las interacciones. Una encuesta de la Unión Europea realizada en 2014 detectó que una de cada diez mujeres en la Unión Europea reconoce haber sufrido acoso cibernético desde la temprana edad de 15 años: correos electrónicos o mensajes de móvil no deseados y sexualmente explícitos con carácter ofensivo, o insinuaciones ofensivas e inapropiadas en redes sociales.

La misoginia digital parece ser particularmente feroz contra aquellas mujeres con gran visibilidad y éxito que están tratando de fortalecer su participación en los procesos políticos e institucionales. A medida que progresan en una esfera pública tradicionalmente asociada con el poder y la autoridad (y, por defecto, con la masculinidad hegemónica), las mujeres a menudo no se sienten bien recibidas en papeles de liderazgo. En la era de la web participativa, los políticos hacen un gran uso de las redes sociales para interactuar con el electorado y comunicar sus propuestas y visiones políticas. Desafortunadamente, los perfiles de mujeres políticas en las redes sociales con frecuencia se ven salpicados de insultos y amenazas sexistas que les causan daños personales y profesionales, limitan su libertad de expresión y representan un serio impedimento para el avance de su agenda política. Los ataques en redes sociales son tan comunes para las mujeres políticas que pueden intimidarlas y disuadirlas de presentar sus candidaturas, según aseguran defensores y legisladores.

Las celebraciones del DIM del año pasado estuvieron marcadas por la salida global a la superficie de casos de abuso sexual y acoso que habían permanecido mucho tiempo ocultos: comenzando por el productor cinematográfico Harvey Weinstein, hombres relevantes de sectores destacados en todo el mundo (como la moda, la música, el arte y la política) fueron denunciados por conducta sexual inapropiada. El auge del llamado activismo del hashtag, con movimientos que se convirtieron en virales como #metoo y #timesup, ha contribuido a crear conciencia de forma creciente sobre problemas de género como la exclusión, la desigualdad y el abuso. El movimiento también ha producido resultados más tangibles, como el Fondo de Defensa Legal de Time's Up: gracias a las generosas donaciones de algunos de los nombres más relevantes de Hollywood, permite a mujeres con bajos ingresos apartarse de la violencia sexual que sufren y pagar un abogado que las represente.

En 2019, el tema elegido para la campaña de DIM es #BalanceforBetter, una llamada a la acción para acelerar el logro de un equilibrio total de género y reforzar la necesidad de acción colectiva y la responsabilidad compartida para impulsar un mundo mejor y más igualitario. Al describir la igualdad de género como una “cuestión de negocios”, el objetivo es fomentar el equilibrio de género en la política, en los medios de comunicación y en el ámbito de la toma de decisiones como una forma de hacer prosperar las economías. Mantener una mentalidad de paridad de género, desafiar los estereotipos y los prejuicios, forjar una visibilidad positiva de las mujeres o influir en las creencias y acciones de otros son algunas de las medidas prácticas que todos podemos adoptar en nuestra vida cotidiana para contrarrestar la discriminación de género.