Pablo Blanco Sarto, Profesor de Teología, Universidad de Navarra
Benedicto XVI tiene morriña de Santiago
Todo peregrino que se precie vuelve con su concha colgando y su tarta de Santiago debajo del brazo. La primera la lleva Benedicto XVI en el escudo papal; la segunda no sabemos si la lleva en el equipaje. Era la primera vez que peregrinaba. Antes, en el avión había centrado el viaje, como suele hacer. Habló de la «laicidad positiva», opuesta al laicismo negativo, a la lucha entre política y religión. Ésta es algo profundamente humano, y debe tener su propio sitio en la vida pública. No enfrentamiento, sino encuentro. La religión ha de abrirse a la sociedad, y la sociedad debe dejar espacio a la religión.
El papa hizo allí de todo: saludó a príncipes y políticos, pronunció discursos, escuchó a gaiteiros, celebró la misa, bendijo a los niños y estrechó muchas manos. Es su misión de pastor. Milagro: no llovió en Santiago. La gente hubiera estado cantando bajo la lluvia. Al mal tiempo… Gritos, cantos, aplausos. ¿Qué ven en el papa? A Pedro, al obispo de Roma, a un representante de Jesucristo. Por eso están ahí y le escuchan. El papa ha hablado de la Iglesia, «abrazo de Dios a todas las gentes»; de la necesidad de ser peregrinos: del éx-odo, del salir de uno mismo para ir hacia Dios y encontrarse con los demás.
Y de verdad y libertad: no solo son dos palabras que riman entre sí, sino que la una potencia la otra. La verdad y la libertad son como las raíces y las ramas de un mismo árbol. Por la tarde, la misa en la plaza del Obradoiro –piedra y gente– con música de Bach, Mozart y Haendel. También el arte nos acerca a Dios. En primer lugar, el papa habló de Jesucristo, «mayor tesoro para nuestros contemporáneos». Y después de nuestro viejo continente. «Europa ha de abrirse a Dios», a Jesucristo presente en su cruz y en su luz. Entonces se hará presente la «lógica del amor y del servicio». Además, neceistamos esa verdad y belleza, el perdón y la redención. Dios es el mejor amigo de nuestra libertad. Benedicto XVI peregrinó: fue, vio y habló. Seguro ahora que tiene morriña.