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Javier Blázquez Ruiz, Profesor de Filosofía del Derecho

Afrontar la crisis

«Einstein advertía, hace ya varias década, que no podemos aspirar a cambiar las cosas si seguimos pensando y haciendo siempre lo mismo»

mié, 07 ago 2013 08:19:00 +0000 Publicado en El Norte de Castilla

Ante la intensa y acuciante crisis que padecemos actualmente, tanto en el plano económico como en el político e institucional ¿qué podemos hacer como ciudadanos ¿Debemos quedarnos con los brazos cruzados, esperando a que los representantes políticos, los dirigentes bancarios o el sacrosanto mercado resuelvan la crítica situación que venimos arrastrando desde hace años, confiando en sus palabras y expectativas?

Obviamente no parece que esa actitud sea la más adecuada. Más bien deberíamos tener en cuenta las palabras de A. Einstein cuando advertía hace ya varias décadas, que no podemos aspirar a cambiar las cosas si seguimos pensando y haciendo siempre lo mismo.De hecho, independientemente de quienes hayan sido los principales artífices y responsables, la crisis no es una realidad distante o ajena a nosotros, ante la cual nada podamos hacer, esperando tan solo a que se modifique la situación que padecemos.

Realmente la vida es un quehacer diario, un proyecto siempre inacabado y por tanto en proceso constante de creación y de realización, insistía José Ortega y Gasset. Y ese quehacer permanente nos obliga a plantearnos diversas opciones, nos insta a salir de la rutina y nos exige huir de la pereza para buscar salidas y soluciones satisfactorias.
Probablemente en ese proceso preñado de inquietud y de incertidumbre, difícil y complejo, no encontremos de entrada respuestas inmediatas y viables porque en ese caso no estaríamos hablando propiamente de una situación tan crítica como la que vivimos.

Sin embargo, en lugar de esperar inactivos, aumentando a veces el grado de inquietud y desasosiego, debemos comenzar a buscar y sondear posibles caminos, empezando en primer lugar por indagar dentro de nosotros mismos, en nuestro propio interior con el fin de extraer fuerza de voluntad y proveernos de aquellas capacidades personales que nos permitan intentar torcer el rumbo de las cosas que nos rodean.

Y es que como insistía el físico alemán «es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno». Incluso llega a defender A. Einstein que la crisis que más debe preocuparnos es «la crisis de la incompetencia», refiriéndose a la actitud negativa de quienes teniendo posibilidades no se esfuerzan, no luchan ni toman iniciativas para intentar revertir la situación.

Frente a ese comportamiento se trata por el contrario de cambiar nuestra disposición a la hora deencarar y de afrontar los problemas que nos rodean, en lugar de dejarnos embargar por el pesimismo. De hecho la experiencia nos muestra como es precisamente en la época de crisis cuando surgen proyectos innovadores, empresas de nuevo cuño, otros modelos de crecimiento económico y también diversas formas de relación humana no exploradas antes.

De paso podemos reparar en que las relaciones personales de las que se nutre el dinamismo de una sociedad avanzada, no deben limitarse tan solo a las relaciones mercantiles. Entre otras cosas porque las personas no son precisamente mercancías. Ya que si reducimos todas las posibilidades de relación a una sola dimensión: el dinero, y fomentamos tan solo el individualismo, entonces acabaremos empobreciéndonos, sacrificando valores éticos tan necesarios como la convivencia, el cuidado o la solidaridad. Valores que acabarán disolviéndose en las tormentas económicas que irrumpen periódicamente de forma intempestiva. Y entonces la pobreza será doble: económica y moral.

Por todo lo expuesto, no debemos olvidar que de las crisis también se sale. No son para siempre. Es entonces cuando afloran los méritos, emergen las aptitudes y brillan las cualidades que a veces permanecían ocultas y adormecidas. Es más, la creatividad nace con frecuencia de la necesidad y de las situaciones angustiosas, así como el día surge luminoso tras el atardecer y la oscuridad de la noche.

Y es que abordar la crisis y afrontarla con una mentalidad proactiva no deja de ser ya una forma de encararla que se aleja del silencio y del conformismo. Ya que existe realmente entre nosotros «una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad».

Nadie pone en duda que las circunstancias económicas o familiares condicionan indiscutiblemente nuestras opciones y decisiones. Pero conviene destacar también que el determinismo no merece crédito alguno y menos cabe concederle la última palabra. Bajo ningún concepto.

De ahí que para finalizar apelemos de nuevo a las palabras de A. Einstein cuando afirmaba: quien trabaja duro en el empeño, quien no se detiene sino que se moviliza y quien se esfuerza en superar la crisis, acaba por conseguir superarse a sí mismo. Por todo ello, si queremos lograr un cambio de rumbo y de dirección «acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar para superarlas.