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Jon Borobia, Eduardo Terrasa y José María Torralba, Instituto de Antropología y Ética

Miguel Lluch (1959-2015). Promovió la formación intelectual cristiana

sáb, 07 feb 2015 12:34:00 +0000 Publicado en ABC

Miguel Lluch estudió Geografía e Historia en la Universidad de Alicante y se doctoró en Teología en la Universidad de Navarra (1988). Posteriormente, en la Universidad Católica de Lovaina obtuvo el Diploma del Instituto de Estudios Medievales (1991), así como un segundo doctorado en «Histoire de la civilisation médiévale» (1994). Ha sido profesor de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra durante casi treinta años.

Se ordenó sacerdote el 15 de agosto de 1987, incardinado en la Prelatura del Opus Dei. Dedicó sus mejores esfuerzos a la tarea pastoral, en especial como capellán universitario. Todos le recuerdan como persona entrañable, a la que muchos acudían en busca de orientación y ayuda espiritual.

Desarrolló su investigación en teología bajo la dirección del profesor Josep-Ignasi Saranyana. En 1990 publicó su primera tesis doctoral sobre «La teología de Severino Boecio», traducida también al italiano. La segunda tesis, «El tratado escolástico sobre el Decálogo», fue publicada en Lovaina. A estos siguieron otros trabajos en publicaciones especializadas.

Entre 1998 y 2010 su dedicación a la Universidad de Navarra quedó ligada al Instituto de Antropología y Ética, que dirigió desde 2001. El Instituto se erigió con una misión tan ambiciosa como necesaria: contribuir a la formación intelectual cristiana de alumnos y profesores en una sociedad crecientemente secularizada. No se trataba de establecer una confrontación entre fe y razón o entre cristianismo y modernidad, sino -al contrario- de tender puentes de diálogo y mostrar el vigor intelectual de la modernidad cristiana. Miguel Lluch dedicó sus mejores años a esta tarea. Por la novedad del enfoque en nuestro contexto cultural no faltaron retos y dificultades, que su buen humor e infatigable empeño hicieron más llevaderos. Desde el Instituto promovió numerosos simposios, seminarios interdisciplinares y publicaciones, donde participaron algunos de los nombres más destacados del debate cultural internacional.


Entre sus referentes intelectuales destacaba Romano Guardini, otro gran sacerdote y profesor universitario. Con él se propuso conseguir lo que Juan Pablo II venía pidiendo en su magisterio: que la fe se hiciera cultura. Se trataba de proponer una visión cristiana del mundo. Según explicaba Miguel Lluch, «lo católico no es un tipo especial de ser o de vivir (...) sino una actitud determinada», la actitud de considerar el mundo desde Cristo. A la universidad le corresponde una contribución insustituible en esta tarea: mostrar desde las diversas ciencias y saberes el relieve divino de las realidades humanas. Ya San Josemaría Escrivá, a quien Miguel Lluch tenía como modelo de vida, lo había formulado al proponer un «materialismo cristiano».
A pesar de su prematura e inesperada marcha nos queda la certeza de que ahora puede contemplar nuestra realidad en todo su relieve.