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José Víctor Orón Semper, Investigador del ‘Grupo Mente-cerebro’ del Instituto Cultura y Sociedad

Términos y mentalidades. Intimidad

    
dom, 07 ene 2018 13:04:00 +0000 Publicado en Educación PRESS

La intimidad es adictiva. Así lo evidencia el éxito de las telenovelas, los realities, ciertos concursos y las revistas del corazón. No es una adicción caprichosa, sino que descansa en el deseo natural muchas veces insatisfecho de vivir una auténtica experiencia de intimidad. Canciones de amor, películas donde los protagonistas acaban a salvo y juntos son un buen plan comercial.  Por otro lado, hay malas experiencias de intimidad: abusos sexuales, violencia en las relaciones de pareja, prostitución…

También, encontramos que muchos jóvenes acceden a tener experiencias de intimidad en las relaciones sexuales sin estar preparados, lo cual se descubre por la mala vivencia de la misma; pero tristemente eso se suele descubrir cuando ya hay mucho daño hecho.

Todos estos planteamientos de la intimidad tienen una idea cierta: la intimidad es cosa de dos. Aunque esto no es una verdad absoluta, ya quela intimidad antes de ser cosa de dos, es cosa de uno, porque la capacidad para tener relaciones íntimas depende de cómo se haya resuelto el tema de la identidad personal.

Erikson señalaba que la etapa de intimidad es la siguiente a la de la identidad. Si la de identidad no se resuelve bien, es probable que la de intimidad se viva mal. De hecho Erikson decía que si la identidad se alcanzaba satisfactoriamente la persona quedaba constituida con capacidad de vivir la devoción y la fidelidad que son dos condiciones necesarias para una buena experiencia de intimidad compartida. Si no se vive sanamente la experiencia de intimidad se cae en el aislamiento; por el contrario, si la experiencia de intimidad es sana se adquiere una constitución de unión con el otro y de amor, que será la mejor base para la siguiente etapa de la generación donde los hijos suele ser uno de los elementos centrales.

A nivel filosófico la intimidad también es  cosa de uno, no sólo una cosa de dos, pues el ser humano es intimidad y por ello entabla relaciones de intimidad. En verdad, querer precisar exhaustivamente lo que es cosa de uno o de dos es una artificialidad, pues todo es relacional por naturaleza y el ser humano es el ser más relacional del universo, por lo que ser cosa de dos, o ser cosa de uno, no deja de ser la misma realidad vista desde dos puntos de vista diferentes.

En el humano, no hay una ordenación temporal en ser cosa de dos o cosa de uno, pues toda existencia y crecimiento humano se da por experiencia de intimidad compartida como la que tiene una madre con su hijo. La intimidad a nivel personal es constitutiva porque no podemos ser no-intimidad. No existe una forma de ser no-íntima en el ser humano por eso cuando se hacen propuestas superficiales sobre el ser humano quedándose en niveles meramente comportamentales, afectivos o técnicos no se descubre el corazón del ser humano, la interioridad, la singularidad: su intimidad.

Decir que el ser humano es intimidad es decir que el ser humano entabla un tipo de relación distinta de las relaciones que entablan el resto de seres vivos. La intimidad hace referencia a algo absolutamente singular de cada uno de nosotros que no está repetido y nos identifica. No tenemos intimidad, sino que somos intimidad. No la tenemos como el que puede tener una cosa en la mano y luego soltarla, sino que la somos: somos singularidad y por tanto todo lo que sabemos de una persona: su biología, su historia, sus contactos,… no agotan a la persona que es siempre algo “más”, es intimidad.

Y por ser intimidad se relaciona de una forma singular: de intimidad a intimidad. Dos sillas que se parecen exteriormente las puedo intercambiar entre ellas sin problema, porque sólo son su apariencia, no son intimidad. Pero dos personas gemelas no las puedo intercambiar, pues, aunque se parezcan como dos gotas de agua tienen intimidad y eso las singulariza. Por eso el ser humano tiene unas relaciones distintas del resto de seres: tenemos relaciones de intimidad a intimidad.

El ser humano no puede vivir sin relaciones de intimidad de ahí que su carácter adictivo no es caprichoso. Cuando se entablan relaciones de intimidad en la forma de relaciones sexuales, si el joven no tiene una identidad formada lo más probable es que se vea tan absorbido y que pierda la perspectiva de su verdadera situación.  Si un joven no tiene una identidad formada ¿en qué se apoya para responder a la pregunta de la identidad?

Por ejemplo, se sabe que un joven con una identidad frágil es más fácilmente manipulable y las personas con identidad no formada son los que presentan un mayor fanatismo en su pertenencia grupal. La identidad que no encuentran en ellos la toman prestada del grupo pues, si uno no es nada: no soy por lo que soy, sino por lo que tengo. Un joven sin identidad es fácilmente manipulable.

El tema de la intimidad tiene un tiempo de preparación en el tiempo de la amistad; por eso muchos jóvenes que en seguida tienen novio/a y puentean el tiempo de la amistad están menos capacitados para lidiar con la complejidad de las relaciones interpersonales. La amistad donde uno se enfada y desenfada es toda una preparación para la intimidad.

Una vez me preguntaron ¿Cuándo uno está preparado para tener amigos? Mi respuesta fue inmediata: ‘cuando uno no los necesita’. La amistad no puede estar al servicio de cubrir necesidades, sino para el disfrute del encuentro compartido. Cuando alguien ‘necesita’ tener amigos (cosa que difícilmente se reconoce) le acaba pidiendo a los amigos lo que no encuentra en sí mismo y lo que pasa es que ‘seca’ a los amigos, como quien seca una fuente de la cantidad de agua que necesita beber: les pide atención, reconocimiento, aprobación… En cambio, uno está preparado para tener amigos cuando no los necesita, ya que en tal caso uno no se junta con el otro para que el otro le satisfaga, sino por el goce del encuentro. Así se disfruta de la amistad y cuando se tiene, se vive como un regalo. Aprender a tener una amistad no posesiva es muy buena preparación para el tiempo de la intimidad.

En cambio, tristemente, muchas parejas de jóvenes viven la experiencia del sobre-control  o de la posesión, lo cual acaba siendo un anticipo de la violencia en la pareja.  Hoy en día la sociedad está sumamente sensibilizada a este tipo de violencia y se la ataca en sus consecuencias, pero sin querer saber cuál es el verdadero origen de ello. En una universidad vi un panel con muchos carteles todos del mismo estilo. Por ejemplo: “borracha, drogada, bailando o con las bragas bajadas No es No” “No es no aún con las bragas bajadas, puedo cambiar de opinión en cualquier momento”. Con tales carteles pretenden concienciar a los jóvenes universitarios para evitar el abuso sexual dentro de la pareja. Las frases dan mucho para comentar y ese estilo personalmente  no lo comparto.

En el mejor de los casos esas frases siguen el estilo usual de hoy en día de querer resolver problemas sin afrontar las verdaderas causas. Desde luego las causas de la violencia en la pareja pueden ser muchas, pero una de ellas tiene que ver con una identidad mal formada o no formada. Quien no sabe quién es por lo que es, piensa que su ser se lo da lo que tiene: se es por lo que se tiene. Esto lo han puesto de manifiesto muchas personas, por ejemplo Erik From. Si uno es por lo que tiene, tenderá a asegurar lo que tiene y buscará controlarlo, pues en ello se está jugando su identidad. Así se lanzará a controlar cosas y controlar personas.  Querrá tener novio o novia. Tras esos afanes de control puede surgir la violencia sobre la ‘propiedad’ de uno. Tristemente he visto jóvenes que siguen con la chica o el chico con quien no quieren estar para evitar el miedo a la soledad, porque tristemente se creen que sólo son lo que tiene.

Es fundamental que el joven viva relaciones de intimidad en la familia y con los amigos y experiencias de soledad antes de pasar a experiencias de intimidad en pareja. La intimidad se vive de forma distinta en cada ámbito (familia, amigos, pareja, matrimonio), pero en todas ellas aprendemos a compartir nuestro interior.

Es necesario vivir el proceso de madurez sin puentear etapas y tomarse en serio cada etapa lo cual no suele hacerse. Por ejemplo, en el caso de la amistad los padres se preocupan y buscan evitar las malas compañías, pero eso no es atender la amistad. Además, no vale cualquier tipo de amigos. Se sabe que quien tiene amigos, porque quiere no estar en casa o porque busca reconocimiento social o quien se cierra a un grupo de amigos, en éstos, la amistad no genera el proceso de madurez necesario. Conviene que el motivo para tener amigos sea el disfrute del encuentro interpersonal y que cuanto más variado y abierto sea el grupo mejor.

Si además el grupo se dedica a hacer actividades de servicio, es entonces cuando la amistad reporta las mayores ventajas en la madurez personal y genera resiliencia ante problemas futuros. Es urgente tomarse en serio la experiencia de la amistad como un ensayo de intimidad.

De ordinario los padres y los colegios desaprovechan constantemente las oportunidades de educar en el encuentro de intimidades. Creo que todo el mundo estaría de acuerdo que es ridículo exigir a un adulto que conduzca la bicicleta sin caerse, si no se le han enseñado a ir en bicicleta durante la niñez y la adolescencia. ¿Por qué pedir lo que no se ha enseñado? En cambio, cuando el hijo pequeño se acerca llorando porque su hermano le ha pegado y no saben jugar juntos, le decimos: “ahora, nadie juega, cada uno a su cuarto”. Haciendo eso, el adulto evita el problema de tener que dejar de lado sus planes para dedicarse a educar a sus hijos en el encuentro interpersonal de intimidades. Pero luego, les exigimos que sepan tener ese encuentro de intimidades cuando son adultos. ¿Por qué? Esa exigencia es una exigencia despótica, ridícula e irreal. Aprender a tener encuentros de intimidad es lo más difícil y más importante que tenemos que hacer en nuestra vida.

Seguro que cuando acabes de leer este artículo y te encuentres con alguien en el pasillo de casa o en el trabajo verás en los ojos del otro la posibilidad de tener una relación de intimidad.