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José Luis Álvarez , Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales , Universidad de Navarra

El envejecimiento, razón de peso para las reformas

vie, 07 ene 2011 09:30:08 +0000 Publicado en Expansión

Como cada año por estas fechas, encontramos por doquier balances del ejercicio que acaba de cerrarse y prospectivas para el nuevo curso recién iniciado. Además, si el objeto de análisis es la economía española, vemos que las conclusiones son muy claras y, salvo matices de grado, unánimes.

No sólo hemos vivido uno de los peores años de nuestra historia reciente, sino que tenemos por delante doce meses repletos de dificultades que exigirán la adopción de políticas impopulares, pero necesarias. Es el caso de la reforma de las pensiones, un proceso en marcha, muy controvertido, con el que, a más corto plazo, se ha querido emitir una señal que apacigüe a unos mercados financieros muy suspicaces con nuestra política económica.

Pero es a medio y largo plazo donde realmente se apunta, para reforzar la viabilidad de un sistema de reparto que tendrá que soportar los embates de un fenómeno irreversible: el envejecimiento de la población.

Conviene tomarse muy en serio los efectos económicos de una población crecientemente envejecida. Qué mejor momento que ahora, cuando el cambio de década invita a una mirada al futuro. Porque, si bien será dentro de 30 años cuando este fenómeno llegue a su máxima expresión, sus consecuencias irán sintiéndose paulatinamente en el transcurso de ese tiempo.

Serán, además, efectos de enorme alcance, que obligan ya mismo a hacer de esta desconocida situación demográfica un elemento transversal de la política económica. Conforme la población española sea más vieja, no sólo surgirán dificultades para la sostenibilidad financiera de las pensiones. Otro potencial problema asociado al envejecimiento será el del mayor gasto sanitario, especialmente si el aumento de la esperanza de vida y del número de personas mayores conlleva un incremento en la prevalencia de enfermedades crónicas.

Aunque la reforma sanitaria resulta un tema complejo, para el que ya hay propuestas sobre la mesa, seguramente sea un buen consejo el de fomentar la prevención frente a un énfasis excesivo en el tratamiento. Lo más grave, sin embargo, será la contracción de la población en edad de trabajar provocada por el proceso de envejecimiento, con un impacto directo negativo sobre el crecimiento económico. Varias políticas podrían hacer frente al problema, y todas ellas en la misma dirección que las reformas estructurales encaminadas a la superación de los problemas actuales y al cambio de modelo productivo.

Para lograr el mejor aprovechamiento y asignación del más escaso factor trabajo, alcanzando mayores tasas de empleo y actividad, debería flexibilizarse el mercado laboral en línea con el modelo de flexiguridad de otras naciones. A esta ganancia de eficiencia contribuirían también políticas que facilitasen la conciliación de la vida personal y profesional, sobre todo para las mujeres españolas, quienes encuentran condiciones que les llevan a resolver la disyuntiva trabajo-maternidad con una participación laboral y unas tasas de fertilidad simultáneamente por debajo de otros países europeos.

Este marco laboral más moderno supondría, así mismo, estímulos a la productividad y, por ende, al crecimiento. Desde luego, un mejor sistema educativo sería ingrediente básico en cualquier receta para el avance de la productividad. Y no estaría de más que todas estas reformas se remataran con una política de inmigración coherente con todas ellas, que permitiera la entrada ordenada de trabajadores capaces de integrarse en un nuevo patrón de crecimiento.

Habrá muchos más ámbitos económicos afectados por el envejecimiento de la población. Las pautas agregadas en decisiones de consumo, ahorro, asunción de riesgos, etc. se verán modificadas, lo que tendrá repercusiones -no siempre fácilmente previsibles- sobre las cuentas públicas, los mercados financieros o el sector exterior. Por tanto, es preciso abordar las reformas que devuelvan la estabilidad presupuestaria, fortalezcan a nuestro sistema financiero e incrementen nuestra competitividad.

La edad, ciertamente, nos hace más sabios. Pero la sociedad española no puede esperar a envejecer para tomar decisiones y poner en práctica medidas con que enfrentar un cambio demográfico tan profundo y de tan variadas consecuencias para su bienestar. El tiempo corre en nuestra contra.