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Daniel Bartolomé Navas, Profesor de Protocolo ISSA de la Universidad de Navarra

El continuo en tiempos covid

jue, 06 ago 2020 11:48:00 +0000 Publicado en Expansión

Nuestra vida se desarrolla entre celebraciones. Es el continuo sin fisuras de lo vivido como señalaba el antropólogo Lévi-Strauss cuando se refería al rito. Desde la alegría de venir a este mundo hasta la pena por abandonarlo, todo pasa por una estela de eventos, solemnidades, aniversarios… que tejen nuestro itinerario por estas tierras en el tapiz social y profesional. Y siempre bajo el cálido crisol del roce y la cercanía humana.

Antes de la inesperada llegada de la pandemia nos encontrábamos en un punto del camino en el que las variables celebraciones y tecnología empezaban a combinar abriendo un nuevo horizonte en la organización de eventos. El avance tecnológico nos ofrecía la posibilidad de contactar con otras personas, participar en reuniones a cientos de kilómetros de nosotros, seguir por streaming eventos o recibir vídeos de conferencias celebradas. Nos facilitaba su asistencia y/o visualización. E incluso el escenario virtual estaba tan dimensionado que podíamos empezar a participar en futuristas eventos híbridos gracias a convertirnos en un avatar y pasearnos e interactuar por un mundo paralelo como si fuéramos nosotros mismos.

Las bases estaban puestas antes de estos hielos epidémicos. Pero la llegada del Covid-19, que ha distorsionado nuestra realidad palpable y las consecuentes precauciones sanitarias han reestructurado los límites de los esquemas organizativos de nuestros eventos, abre un nuevo escenario que permite mostrarnos las incuestionables ventajas sanitarias y organizativas de la tecnología como oportunidad en su realización. Y el virus está ayudando a empujar en esta dirección evolutiva.

Ferias sectoriales, congresos, conferencias, presentación de productos, cursos, networkings, festivales de música… son sólo algunos de los eventos a los que podemos asistir de manera virtual en un espacio digital diseñado, totalmente personalizado. Las ventajas sanitarias son evidentes. Los avatares no se contagian, por lo menos de coronavirus y no están obligados a portar mascarilla ni mantener una prudente distancia de seguridad. Y a ellas hay que sumar otras virtudes de carácter económico, de recursos, espacios, aforo, tiempo y globalidad. Cualquier persona o institución, en cualquier lugar del mundo y en cualquier momento del día puede asistir, participar e interactuar en este tipo de eventos, casi como lo haríamos en nuestra perceptible experiencia analógica, sin movernos de casa.

 

El domicilio nos proporciona inocuidad y comodidad, pero exige un nuevo esquema en la planificación y desarrollo del evento on-line, así como en su comunicación. El asistente tiene más distracciones a su alrededor y para captar su atención, este tipo de eventos requieren más dinamismo y un guion -a modo de programa de televisión- en el que, minuto a minuto, se intercalen humor, emoción y, por supuesto, celebración.

 

Si bien, es evidente, que son un instrumento que abre una nueva oportunidad y espacio en las relaciones públicas institucionales y en el ocio, estos eventus videns -siguiendo la denominación usada por el sociólogo Giovanni Sartori para definir al nuevo Homo teledirigido- no sustituyen la calidez de las relaciones humanas. Somos y nos desarrollamos dentro de una realidad sensible, cercana, tangible. Y para paliar de alguna manera este aspecto y “humanizar” este tipo de actos, los organizadores son conscientes de la necesaria práctica de ciertos detalles como el envío físico de la invitación personalizada al domicilio del asistente; el delivery de un kit de comida y bebida a su residencia; o el hacer llegar un pequeño obsequio de agradecimiento a modo de afectuoso recuerdo. Gestos que debemos tener en cuenta porque, no olvidemos, que detrás de las pantallas, seguimos estando personas.

Pero es indudable que, con permiso del coronavirus y respetando escrupulosamente las restricciones y recomendaciones sanitarias, continuamos y continuaremos juntándonos para celebrar con familiares y amigos o para participar presencialmente como asistentes -pese a la necesaria limitación del aforo-. Y hasta que no exista una vacuna efectiva que no perciba la otredad como un riesgo, tendremos que aceptar nuevos usos sociales relativos, fundamentalmente, al lugar que nos une y reúne: la mesa. En este sentido, la prudencia nos recomienda que el anfitrión sea el único que ponga, sirva y retire los platos. Habrá que extremar las precauciones si llevamos algún detalle. Evitaremos los “pásame”, y las fotos familiares, que inmortalizan la celebración, habrá que dejarlas para tiempos menos virulentos.

Si optamos por el catering, tenemos que saber que las empresas de servicios están generando manuales con medidas de higiene y seguridad sanitaria en las cocinas, en el transporte de comida, vajilla y mobiliario, y en lo que respecta al servicio, se han impuesto las presentaciones individualizadas de las bandejas o platos y otros componentes del menú que minimizan los riesgos en pro de poder seguir ofreciendo un servicio eficaz y seguro.

Las celebraciones necesitan del ser humano como el ser humano necesita de las celebraciones. Y a pesar de que los tiempos covid exigen una redefinición de nuestra tradicional manera de celebrar y una readaptación en la logística de esos eventos -priorizando la seguridad sanitaria-, estamos llamados a continuar hilando nuestro tapiz vital.