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Ricardo Fernandez Garcia, Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

La fiesta de Resurrección en Tudela y Pamplona. Del bullicio de la Bajada del Ángel a la austeridad claustral

lun, 06 abr 2020 18:33:00 +0000

Dibujo de la Bajada del Ángel por Juan Antonio Fernández. 1787
Dibujo de la Bajada del Ángel por Juan Antonio Fernández. 1787

La cofradía del Santísimo Sacramento de la capital de la Ribera, tenía como principal fin, en palabras de Juan Antonio Fernández, “procurar el mayor culto del Santísimo Sacramento del Altar, en que se emplea perennemente”. Antes y ahora la imagen de la Inmaculada Concepción, venerada en la capilla del Espíritu Santo, ha protagonizado secularmente los actos de la mañana del día de Pascua Florida, al salir al encuentro del Santísimo Sacramento, llevado bajo palio, y quitarle el velo que cubre su rostro un ángel que baja de las alturas, conducido a través de una maroma. 

El pergamino con los primitivos estatutos de la cofradía se fecha en la primera mitad del siglo XIV. El citado Juan Antonio Fernández intentó datar más precisamente el documento, demostrando que algunos de los cofrades vivían en 1317, 1322 y 1354. 

No debe extrañar que el encuentro que protagoniza el festejo, no se produzca entre dos imágenes, como cabría pensar. Sólo una imagen acude a la cita, la de la Virgen, ya que Cristo Resucitado no necesita efigiarse en simulacro alguno, puesto que está presente en la Sagrada Forma que camina triunfalmente en el viril del ostensorio. Precisamente, el misterio eucarístico hizo que las imágenes del Resucitado no fuesen lo abundantes que cabría suponer en la iconografía católica postridentina.

El festejo de la bajada del ángel se celebró en la Plaza Vieja, frente a la Casa Consistorial, hasta 1851, año en que el Ayuntamiento expuso a la cofradía del Santísimo Sacramento que, por tener la fachada del Ayuntamiento en ruinas y por ser pequeña la plaza para el gran concurso de gentes forasteras y de la ciudad que acudían al acto religioso, sería conveniente su traslado a la Plaza Nueva, como efectivamente se hizo.

La Plaza Nueva de Tudela en la Bajada del Ángel
La Plaza Nueva de Tudela en la Bajada del Ángel

La descripción de 1772

Una breve relación de esta función en pleno siglo XVIII, nos proporciona el informe sobre cofradías de 1772, conservado en el Archivo Histórico Nacional, en donde leemos: “El sábado santo por la tarde, sale desde la Colegial una imagen de la Purísima Concepción en procesión con dicha luminaria que llevan los cofrades y concurren a la Sala Capitular de la ciudad. Y el domingo de Resurrección, al amanecer, salen de la iglesia colegial, el Cabildo, la ciudad, los cofrades en procesión con el Santísimo y al llegar al determinado sitio, se saca de la casa de la ciudad en procesión la imagen de María Santísima, cubierto el rostro con un velo y al acercarse el Santísimo le quita el velo un niño vestido de ángel que desciende por una maroma y sigue la procesión hasta la colegial, en cuya función quema la cofradía un árbol de fuegos y cohetes y sigue la función, con cuya misa cantada en el altar mayor por el Cabildo, con sermón”.

El ángel desciende por la maroma
El ángel desciende por la maroma

El dibujo y el texto de Juan Antonio Fernández de 1787

Juan Antonio Fernández, archivero y erudito historiador del siglo XVIII, afirma que la cofradía no tenía “en lo antiguo”, capilla, altar ni imagen propia para sus procesiones, añadiendo que en 1678 se litigó un pleito sobre la posesión de la imagen, tras el cual la cofradía decidió encargar una propia que costó 711 reales. El año de ejecución de la imagen fue el de 1682. En pleno siglo XVIII, cuando se construyó la capilla del Espíritu Santo, en la entonces colegial, se destinó a la imagen de la Inmaculada el retablo colateral del lado de la Epístola. La cofradía contribuyó a su construcción con algunos censos que tenía a su favor. El autor del retablo fue el escultor Diego Gutiérrez por el que cobró 30 pesos, que fueron abonados por los procuradores de la parroquia en junio de 1744.

El mismo Juan Antonio Fernández es el autor de un dibujo, conservado en uno de los libros de la Cofradía, en el que ingenuamente, trató de transmitir cómo era aquella ceremonia, muy querida en su tiempo y sentida como algo identitario de la capital de la Ribera. 

El dibujo presenta el paso de la procesión por delante de la capilla de Santa Ana y la torre catedralicia, camino del Ayuntamiento, de cuyos balcones ha descendido el ángel por una maroma para quitar el velo a la Virgen. El cortejo se abre por la cruz procesional que lleva un diácono, la capilla de música con cantores e instrumentistas, el cabildo con hábitos corales, un niño vestido de ángel con la bandera de la Cofradía, el paso procesional de la Virgen portada por clérigos con roquetes y mucetas y, finalmente, un turiferario, el palio con el Santísimo y el Regimiento con traje de golilla.

En el texto redactado por el mismo Juan Antonio Fernández, en 1787, leemos: “El Sábado Santo por la tarde, después de cantadas las Completas van el canónigo o racionero vicario con cuatro capellanes y los músicos de instrumentos a la capilla parroquial de la misma Iglesia, donde están prevenidos los cofrades del Santímismo Sacramento. Allí toman los cuatro capellanes la imagen de la Purísima Concepción y precedidos de un muchacho vestido en figura de ángel que lleva un pendoncillo con la insignia del Santísimo Sacramento, a quien siguen los cofrades con hachas encendidas, la música y el vicario expresado, vienen procesionalmente a las Casas Consistoriales, en cuya sala baja que se desocupa para este efecto, colocan la Santa Imagen, donde permanece hasta la mañana del domingo inmediato, en que sale el Cabildo de la catedral, la Ciudad y cofradía en procesión con el Santísimo Sacramento, en punto de las seis de la mañana, con repique general de campanas, así de la torre de la catedral, como de la ciudad y demás que hay por donde pasa la procesión, la cual sale por la puerta llamada de los peones, o Nuestra Señora del Portal, y dando vuelta por la calle del Almudí, se dirige a la Plaza. Al llegar a ésta, para la procesión y la imagen de Nuestra Señora que llevan en ella cubierta con un velo negro, la ponen frente a la casa de la Ciudad, y entonces, corriendo unas cortinas de uno de los balcones de la mencionada casa aparece el que hace de ángel colgado de un globo o nube que, por medio de unas maromas y tornos, baja del balcón con un hacha encendida en la mano, a donde está Nuestra Señora y, haciendo su reverencia, al llegar cerca le corre y quita el velo negro que le cubre el rostro (significativo de la tristeza que padeció en la Pasión de su Santísimo Hijo Nuestro Redentor) y con demostraciones de mucha alegría se vuelve al mismo balcón con el artificio referido de donde baja al punto y llevando consigo el dicho velo y pendoncillo, se incorpora en la procesión y ésta mueve de la Plaza, y siguiendo por la Rúa, calle de la Merced y los Lagos, se restituye a la catedral, entrando por la misma puerta por donde salió. Inmediatamente se canta la Misa del Santísimo Sacramento, a que sigue el sermón que predica el ordinario de la cuaresma, con lo que se da fin a la función. Todo el tiempo que ésta dura y el día antecedente, desde que se tañen las campanas a Gloria, se divierte al público con un volatín de madera que da vueltas en otro de los balcones de la Ciudad. Antes de prohibirse los fuegos artificiales, costeaba la cofradía un árbol de fuego que, con los cohetes que se quemaban durante la función, ascendía a doscientos reales. Había también hogueras, faroles y luminaria toda la noche y se encendía la araña grande de la Iglesia”.

Detalle del paso procesional de la Virgen y el ángel descendiendo para quitarle el velo
Detalle del paso procesional de la Virgen y el ángel descendiendo para quitarle el velo

La versión de un canónigo tudelano en 1788

En las Instrucciones del doctoral don Joaquín de Conejares, en aras a la redacción de un reglamento para el cabildo tudelano, se describe la función, con  lo que poseemos tres relatos de la misma prácticamente simultáneos: el del informe de cofradías, el dibujo de Juan Antonio Fernández, ya vistos y el del doctoral tudelano que reza así: “En el día primero de la Pascua de Resurrección a las seis de la mañana celebra el Cabildo procesión solemne llevando en ella al Señor Sacramentado. Va esta procesión por la calle Almudí a la Plaza, a la que en llegando sacan de la Casa Consistorial de la ciudad a Nuestra Señora cubierta con un velo. Los hermanos o cofrades del Santísimo Sacramento dirigiéndose a su Santísimo Hijo. Al estar Nuestra Señora cerca del Señor, hacen bajar con maromas un muchacho vestido de ángel, quien con una hacha en la mano y con las reverencias debidas le quita el velo y es restituido a donde salió precipitadamente en fuera de la maroma. Bajando el ángel a la plaza y tomando en sus manos el pendón del Santísimo, continúa la procesión con el Señor y su Madre por las calles de la Cárcel, Rúa, Merced y Lagos, hasta introducirse por la puerta de la Virgen del Portal. Luego que llega se reserva el Señor y colocada Nuestra Señora en el lado del Evangelio se canta luego una misa solemne con sermón que predica el ordinario, anunciando en él el misteri de la Resurrección. A toda esta función asiste la ciudad en cuerpo alumbrando al Señor con cirios”.
 

En el claustro de la catedral de Pamplona

Frente a todo este ceremonial de ruido y explosión de gozo de las tierras de la Ribera, no podemos menos que comparar la función del encuentro de la catedral de Pamplona. Para empezar, se celebraba y celebra dentro de los claustros del templo, fuera del ámbito ruidoso y repleto de gentes de Tudela, que nos describe así su prior don Fermín de Lubián en la primera mitad del siglo XVIII: “Se entra a los Maitines a las cuatro y media…  finalizados los Maitines, el Cabildo va a la capilla mayor, a donde sale el preste con los diáconos y ya entonces se ha expuesto el Santísimo. Cántase un villancico y el Cabildo coge el palio y se sale con Nuestro Amo de la capilla mayor para empezar la procesión y a ese tiempo viene Nuestra Señora del claustro y, puesta entre los dos púlpitos, hace tres genuflexiones o inclinaciones a su Hijo Santísimo y luego sigue la procesión que se hace por el claustro de hacia los Señores Reyes y donde la Barbazana se canta un villancico. Y se vuelve por atrás del coro, donde se canta otro, y cuando éste va adelante se adelantan los que llevan la sagrada imagen de Nuestra Señora y, quitándola de las andas, la ponen en su nicho del sagrario y sigue la procesión tomando vuelta hasta la capilla mayor y el Cabildo, por medio de los púlpitos, al coro. Luego se reserva el Santísimo…”.

No sabemos hasta qué punto esta ceremonia pamplonesa contaba con asistencia de fieles, dado lo intempestivo de la hora litúrgica. Los Maitines, como es sabido, son la primera hora canónica que se reza antes de amanecer. La imagen románica de la titular del templo, entonces venerada como Santa María del Sagrario, era protagonista especial del cortejo y a ella y al Sacramento se les dedicaban sendos cantos en lengua vernácula en las dos estaciones de la procesión, frente a la capilla Barbazana del claustro y en el antiguo trascoro del templo, junto a la puerta principal del recinto catedralicio. Al igual que en otros documentos, cuando se refiere al Santísimo Sacramento, lo hace con la calificación de “Nuestro Amo”. Los cronistas del Cabildo repiten esa expresión con tanto significado en la propia vida ordinaria del Antiguo Régimen, del mismo modo que a la bendición con la Custodia al pueblo, dentro y fuera del templo, se describe como “santiguar al pueblo” y las estaciones por los altares se denominan como “mansiones”. Las tres inclinaciones de la Virgen ante su Hijo Resucitado, presente en la Sagrada Forma cobraban un especial significado en el templo catedralicio, dentro de la ceremonia, que contaba con música que, a modo de banda sonora de una película, iba marcando los momentos con diferentes instrumentos, melodías y voces.

Procesión del Encuentro en la catedral de Pamplona
Procesión del Encuentro en la catedral de Pamplona