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Las Mujeres en las Artes y las Letras en Navarra (8). La segunda generación de pintoras navarras

José Mª Muruzábal del Solar

Publicado en

Diario de navarra

José Mª Muruzábal del Solar |

Colaborador de la Catedra de Patrimonio y Arte Navarro

Diario de Navarra, en colaboración con la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro de la Universidad de Navarra, aborda, mensualmente, de la mano de especialistas de diversas universidades e instituciones, aspectos sobre la relación de la mujer con las artes y las letras en Navarra.

La presencia de la mujer en la pintura navarra resulta tardía. Hay que esperar a que avance el siglo XX para encontrarnos con otras pioneras de la pintura navarra. Alguna de ellas han sido tratadas en las páginas de Diario de Navarra, de manera monográfica, en esos artículos que periódicamente tiene a bien editar este medio. Tuve ocasión, también, de presentar a la primera generación de pintoras de Navarra en un artículo que podemos considerar antecesor de éste; esa generación era la de Karle Garmendia, Rosa Iribarren o Francis Bartolozzi. Considerábamos dicha generación hasta el año 1915.

En esta segunda generación vamos a presentar a las pintoras navarras nacidas entre los años 1920 y 1936, fecha del estallido de la Guerra Civil Española. Si en la generación anterior incluimos a las auténticas pioneras, en esta generación vamos a incluir a otro grupo de mujeres que también tuvieron especiales dificultades para desarrollar su vocación o su profesión. Dichas mujeres han sido actoras activas, con mayor o menor trascendencia, del panorama artístico navarro de la segunda mitad del siglo XX.

Las primeras pintoras de esta generación

Las tres primeras pintoras que incluimos en esta generación nacen en la primera parte de los años veinte. Comenzaremos con la personalidad de Isabel Peralta, Isa (Pamplona, 1921 – Alicante, 2007). Empezó a pintar en 1954, asistiendo a clases con Javier Ciga. Cursó luego en la Escuela de Artes y Oficios, con Orella y Sacristán. La pintura de paisaje, lo mejor de su obra, aprendió con Jesús Basiano y más tarde con Joan Vila, en Altea, a los que tuvo el privilegio de acompañar. Su primera exposición la realizó en el Museo de Navarra en 1962. Estamos ante una pintora con una obra personal e intimista, dedicada al paisaje, tanto navarro como mediterráneo, bodegones de flores y el monotipo, en donde elaboró producciones de bastante interés. Básicamente se trata de una pintora figurativa, profundamente colorista en sus cuadros. Parte de su obra se aproxima incluso a la técnica naif. El Mediterráneo le aportó aún mayor color y luminosidad a su producción estética. Los árboles, la naturaleza en general, y las flores en particular, son los motivos predilectos de su pintura. En ellos vierte su expresividad y su detallismo colorista.

La segunda de las pintoras es Elena Goicoechea (Pamplona, 1922 – 2013), artista que comenzó a formarse en Pamplona con Javier Ciga y Pérez Torres. Quiso hacer Bellas Artes, pero su familia acabó por desanimarla. En la década de los cuarenta se trasladó a Madrid para estudiar con Eduardo Chicharro, alternando sus estudios con los de copista del Museo del Prado. En el año 1952 regresó a su Pamplona natal y se casó con el doctor Fernando Goñi Arregui, dando por terminada su carrera artística profesional; no obstante, la pintura, su vocación, continuo practicándola toda su vida. Es madre de la también pintora Elena Goñi Goicoechea. Llegó a exponer en la DFN en 1947 y en 1950. La producción pictórica de Elena Goicoechea estuvo basada en el clasicismo utilizado por sus maestros; su estilo fue siempre figurativo y realista. La capacidad estética de la pintora pamplonesa se demuestra en la captación de los rasgos físicos del cuerpo humano y en las calidades táctiles de los objetos que muestran sus obras. Practicó pintura al óleo, grafito y, en los últimos tiempos, acuarela y témpera. La temática de su producción se centra en el retrato y en el bodegón, existiendo también muestras de desnudo, básicamente de primera época, y de paisaje.

La tercera de las pintoras es Lourdes Unzu (Pamplona, 1924 – 2019). Su periplo biográfico y estético es relativamente similar al de Elena Goicoechea, de quien fue compañera y amiga. Formada con Javier Ciga, acompañó a Goicoechea a Madrid, compartiendo allí formación e incluso domicilio. El profesor Azanza ha publicado su labor como copista del Museo del Prado. Lourdes Unzu se interesó por la pintura religiosa, con copias de Tiziano, Ribera o Murillo, retratos, con copias de Greco, o Velázquez, pinturas costumbristas goyescas y el bodegón. Llegó a exponer en las galerías EGUI de Pamplona en la Navidad de 1951. En los años cincuenta regresó a Pamplona, casándose y olvidándose en gran medida de su labor pictórica. Ésta se circunscribe a retratos, bodegones y algunos paisajes. En un artículo, publicado en la Revista Pregón el año 1955, en el que dialogan Francis Bartolozzi, Elena Goicoechea y Lourdes Unzu sobre las dificultades de las mujeres pintoras, ésta última afirmaba “esto será hasta que lleguen aquí las nuevas modas, esas en las que los hombres saben cocinar, arreglar a los niños y demás quehaceres domésticos”; premonitorias palabras.

Las Pintoras del cambio de década

En el cambio de década apuntamos dos pintoras más. La primera de ella es Isabel Baquedano (Mendavia, 1929 – Madrid, 2018). Isabel Baquedano inició su trayectoria en los años cincuenta; estudió Artes y Oficios en Pamplona, donde luego fue profesora desde 1957 hasta su jubilación y en la Academia de San Fernando en Madrid. Está incluida en lo que se denominó la Escuela de Pamplona, a la pertenecen artistas como Morrás, Salaberri, Aquerreta o Azketa. Es uno de los escasos artistas navarros con obra en Reina Sofía de Madrid. No cabe duda que estamos ante un auténtico puntal del arte navarro del siglo XX y una de las pintoras de mayor nivel estético de nuestra Comunidad. Comenzó trabajando en la figuración realista, sin perder de vista el arte pop o la crítica social. Los paisajes urbanos, integrando figuras humanas en un ambiente de soledad, la realidad cotidiana, los temas de la historia del arte como el circo o el Antiguo y el Nuevo Testamento, constituyen su interés hasta crear un universo propio, en innovación constante.

 

La segunda artista a considerar es Ana María Marín (Elizondo, 1933 – 2020), sin duda otra artista básica dentro del panorama de nuestra pintura. Resultó exiliada, junto a toda la familia, a Francia; su padre fue alcalde del Valle de Baztán en tiempo de la República. Inició sus estudios de pintura con el pintor Ismael Fidalgo hasta 1952, fecha en la que se traslada a Madrid por consejo de la pintora Menchu Gal, continuando sus estudios en el Círculo de BBAA de Madrid. En 1954 expone en Madrid con los pintores Álvaro Delgado, Redondela, Ibarrola, Menchu Gal, etc. Realiza en 1956 su primera exposición individual en la sala de García Castañón de Pamplona. Ha trabajado muchísimo por la cultura de su Valle del Baztán y por la de Navarra entera. Fue alcalde jurado de Elizondo. Durante muchísimos años expuso, en los veranos, en su casa de Vergarenea en Elizondo, lo que se convirtió en un acto social y cultural de primera magnitud. El año 2013 celebró una gran exposición antológica, de sus 60 años de pintura, en la Ciudadela de Pamplona. La producción estética de esta artista trabaja el óleo y la acuarela. De los influjos que muestra su obra ella siempre habla de Van Gogh y de su amiga y maestra Menchu Gal. Aunque no ha huido de representar figuras o naturaleza muerta, Ana Mari Marín es una paisajista, una de las más grandes que ha dado Navarra. Y pintora en especial de su Valle del Baztán, de sus pueblos y rincones, de sus colores y de sus estaciones. Es cierto que ha llevado sus pinceles por otros lugares de Navarra y del País Vasco, de Francia o España. Colorista por encima de todo, expresa por medio del color y de la materia su íntimo sentimiento ante el paisaje.

El cierre de esta generación

Cerraremos esta generación de pintoras añadiendo dos nombres más. El primer de ellos es Isabel Cabanellas (Gijón, 1934).  Nacida en una familia de tradición militar y liberal, tras formarse en su tierra natal, curso magisterio en Ibiza y Bellas Artes en San Fernando. Allí coincidió con los artistas navarros Jesús Lasterra y Antonio Eslava, con quien contraería matrimonio. Poco después se estableció en la capital navarra, en donde lleva residiendo 60 años. Su biografía es multidisciplinar ya que ha sido maestra, artista, catedrática de Bellas Artes, profesora en magisterio e investigadora en pedagogía. Desde el inicio de su carrera ha fusionado el mundo del arte con el de la infancia, diplomándose por el Centro Didáctico Nacional de Florencia y realizando estudios de psicología. Autora de numerosas publicaciones, su obra Formación de la imagen plástica del niño fue Premio del Ministerio de Cultura en 1980. Su labor docente esencial la ha desarrollado en la Escuela de Magisterio de Pamplona y en la UPNA. La obra estética de Isabel Cabanellas ha sido poco conocida dado que su labor docente e investigadora ha primado siempre sobre su producción estética. Ha investigado con diversas técnicas como el óleo, el dibujo o el grabado, en lo que su marido Antonio Eslava es un consumado maestro. Entre sus escasas apariciones en muestra pública hay que destacar la del año 1971, exposición individual en la Sala de García Castañón de la CAMP.

Finalmente, cerramos este listado con la figura de Gloria Ferrer (Pamplona, 1936). Su carrera artística empezó allá por los años sesenta cuando, todavía estudiante de BBAA, consiguió el segundo premio del certamen de pintura Pamplona-Bayona, para ganarlo al año siguiente con el cuadro Bodegón de luces. Gloria Ferrer inició su preparación de ingreso en BBAA con el profesor Sacristán y con Javier Ciga. Comenzó sus estudios en San Fernando en Madrid, y los culminó en Sant Jordi de Barcelona, trabajando con pintores como Santasusana y Sanvivens. Su primera exposición en Pamplona la realizó en 1965, en la Sala de García Castañón, exponiendo a partir de aquí en numerosos lugares. En la década de los noventa comenzó una extensa trayectoria internacional que le ha llevado a Nueva York, Italia, Francia, etc. Gloria Ferrer ha trabajado en su producción estética tanto paisajes como retratos, bodegones, figuras o motivos de naturaleza, y en todos ellos destaca su especial colorido, independientemente de la temática elegida. Mujer activa e independiente, ha trabajado siempre su camino personal en el mundo del arte navarro, con obras libres y atrevidas, coloristas y expresivas, que son un magnífico reflejo de un espíritu creativo y comprometido con su arte, a través de una pintura expresionista, intimista y profundamente colorista que caracteriza a la pintora pamplonesa.

Hasta aquí el breve bosquejo de estas mujeres pintoras. Quizás sean pocas, pero sin duda demuestran el empuje de la mujer por abrirse camino dentro del complejo mundo del arte, trabajando en unos momentos históricos complejos para que una vocación artística femenina fuera desarrollada. Seguramente hemos dejado en el tintero otros nombres como Luisa San Julián o Mª Isabel Baleztena; también quizás debiéramos nombras a las pintoras nacidas en la Guerra Civil Española, como son Inés Zudaire o Maribel Castuera.  Todo ello quedará para otra ocasión.